Este artículo divulgativo pretende hacer un somero recorrido por algunas escenas y escenarios del Antiguo Testamento donde, de alguna manera, pudiera entenderse que ocurre el fenómeno de la prostitución. Ni están todas las (escenas) que son ni son todas las que están.
Numerosos versículos de la Biblia Hebrea hablan de la prostitución femenina (a veces también masculina) como algo habitual en la Antigüedad: Gn 38:15-30, Jos 2,1; 6,22-25, Job 36,14, Lv 19,29; 20,5; 21,7-9, Dt 23,17-18; 31,16, 1Re 3,16; 14,24; 15,11-12; 22,45-46, Prov 6, 25-27; 7,10; 23,26-27; 29,3, Jr 5,7, Os 4,13,14; 6,10, Miq 1,7, Is 1,21; 23, 15-17, Nah 3,4, Ex 34,15-16, Jue 2,17; 8,27; 16,1-2, Sal 106,39, Ez 16:8-26. Esto no quiere decir que lo hagan de manera consentida, lejos de esta idea, en ocasiones el Antiguo Testamento previene e incluso sanciona el ejercicio de la prostitución.
Israel estaba llamado a ser el Pueblo de Dios, un pueblo santo, así lo vemos en Lv 17,26 por ejemplo y, en principio, no hay excepción alguna para el ejercicio de la prostitución (Ex 20,14; Lv 18,20; 20,10; Dt 22,22), algo considerado impuro pues podría dar lugar a hijos sin padre conocido, con los trastornos que eso conllevaría a nivel de herencias en una sociedad patriarcal donde la primogenitura era un valor, en el peor de los casos podría dar lugar al incesto (Lv 18,20) y, por último, seguramente la infidelidad conyugal llegó a relacionarse, por comparación metafórica, con la infidelidad a Dios.
Aún así, una forma de prostitución institucional existió durante un tiempo, las llamadas ´qedeshim qedeshóth´ o mujeres al servicio del templo, cortesanas del templo, (2 Re 23,7).
Otra forma de prostitución pudo darse también alrededor del templo, ejercida por mujeres casadas que habían hecho votos religiosos, pues estos no eran exclusivos del hombre (Nm 6,2; 1Sm 2,11; Prov 31,2) y requerían el pago de una buena suma de dinero a los sacerdotes del templo. Los motivos para que las mujeres decidieran, seguramente de manera ocasional, prostituirse eran económicos pues podía haberse negado el marido a sufragar tales gastos o ella, por temor a represalias, ni siquiera haberlo comunicado al mismo. Vemos como el profeta Oseas previene al pueblo de Israel del peligro de tener sexo con las prostitutas del templo en los rituales en honor a los dioses cananeos de la fertilidad (Os 4:10-19). El rey Josías de Judá (639-609 a. EC.) destruiría los edificios que albergaban «hombres prostituidos» (2 Re 23:7) que podrían haber servido en la adoración de dichos dioses cananeos, acabando con cualquier tipo de prostitución relacionada con el templo.
También es posible que en el templo judío se diera este fenómeno. Retirar el voto suponía una gran ofensa a Dios (Dt 23,21; Ecl 5,4-5) por lo que el camino, si no fácil, asequible para la mujer sin recursos económicos era la prostitución. Así podemos deducirlo del capítulo 7 del libro de los Proverbios: «1 Guarda, hijo mío, mis palabras, conserva como un tesoro mis mandatos. 2 Guarda mis mandamientos y vivirás; sea mi lección como la niña de tus ojos. 3 Átalos a tus dedos, escríbelos en la tablilla de tu corazón. 4 Dile a la sabiduría: «Tú eres mi hermana», llama pariente a la inteligencia, 5 para que te guarde de la mujer ajena, de la extraña de palabras melosas. 6 Estaba yo a la ventana de mi casa y miraba a través de las celosías, 7 cuando vi, en el grupo de los simples, distinguí entre los muchachos a un joven falto de juicio: 8 pasaba por la calle, junto a la esquina donde ella vivía, iba camino de su casa, 9 al atardecer, ya oscurecido, en lo negro de la noche y de las sombras. 10 De repente, le sale al paso una mujer, con atavío de ramera y astucia en el corazón. 11 Es alborotada y revoltosa, sus pies nunca paran en su casa. 12 Tan pronto en las calles como en las plazas, acecha por todas las esquinas. 13 Ella lo agarró y lo abrazó, y desvergonzada le dijo: 14 «Tenía que ofrecer un sacrificio de comunión y hoy he cumplido mi voto; 15 por eso he salido a tu encuentro para buscarte en seguida; y ya te he encontrado.16 He puesto en mi lecho cobertores policromos, lencería de Egipto,17 con mirra mi cama he rociado, con áloes y cinamomo. 18 Ven, embriaguémonos de amores hasta la mañana, solacémonos los dos, entre caricias. 19 Porque no está el marido en casa, está de viaje muy lejos; 20 ha llevado en su mano la bolsa del dinero, volverá a casa para la luna llena». 21 Con sus muchas artes lo seduce, lo rinde con el halago de sus labios. 22 Se va tras ella en seguida, como buey al matadero, como el ciervo atrapado en el cepo, 23 hasta que una flecha le atraviese el hígado; como pájaro que se precipita en la red, sin saber que le va en ello la vida. 24 Ahora pues, hijo mío, escúchame, pon atención a las palabras de mi boca: 25 no se desvíe tu corazón hacia sus caminos, no te descarríes por sus senderos, 26 porque a muchos ha hecho caer muertos, robustos eran todos los que ella mató. 27 Su morada es camino del seol, que baja hacia las cámaras de la muerte.»
Hallamos algunas explicaciones a estos versículos que no se relacionan con la prostitución en la Biblia de Nuestro Pueblo en su análisis al mencionado capítulo 7 del libro de los Proverbios: ´La seducción. Continúa la prevención contra el sexo ilícito. Quien sigue las lisonjas de la ramera es calificado como inexperto, porque no conoce el fin trágico que ocasionan estas relaciones. Este pasaje podría estar tratando una vez más del desacuerdo con los matrimonios realizados con mujeres extranjeras. Pero, podemos objetar a esta explicación teológica que no estaríamos hablando de prostitución pues no habría intercambio de sexo por prevendas.
De igual manera podría considerarse una forma metafórica de prevenir contra los discursos y planteamientos que el pensamiento griego va diseminando por todo el antiguo Cercano Oriente. Muy probablemente, estos primeros nueve capítulos que forman el marco de la obra, pertenecen a una época en la que ya comienza a sentirse el influjo del pensamiento y la cultura griegos entre los mismos israelitas.´
No obstante, otros textos con similares contenidos podrían reafirmar la hipótesis plausible del ejercicio de la prostitución en las cercanías del Templo, eso sí, como hemos dicho hasta los tiempos del rey Josías: Nm 6,2; 1 Sm 2,11; Prov 31,2; Nm 30; Prov 7; Dt 23,21; Ecl 5,4-5.
Varios relatos adquieren relevancia en el tema de la prostitución en el Antiguo Testamento pues de alguna manera parecen querer justificarlos los escribas. Así por ejemplo, nos encotramos con el relato de Rahab en Josue 2: «1 Y Josué, hijo de Nun, envió secretamente desde Sitim a dos espías, diciendo: Id, reconoced la tierra, especialmente Jericó. Fueron, pues, y entraron en la casa de una ramera que se llamaba Rahab, y allí se hospedaron. 2 Y se le dio aviso al rey de Jericó, diciendo: He aquí, unos hombres de los hijos de Israel han venido aquí esta noche para reconocer toda la tierra. 3 Entonces el rey de Jericó mandó decir a Rahab: Saca a los hombres que han venido a ti, que han entrado en tu casa, porque han venido para reconocer toda la tierra. 4 Pero la mujer había tomado a los dos hombres y los había escondido, y dijo: Sí, los hombres vinieron a mí, pero yo no sabía de dónde eran. 5 Y sucedió que a la hora de cerrar la puerta, al oscurecer, los hombres salieron; no sé adónde fueron. Id de prisa tras ellos, que los alcanzaréis. 6 Pero ella los había hecho subir al terrado, y los había escondido entre los tallos de lino que había puesto en orden en el terrado. 7 Y ellos los persiguieron por el camino al Jordán hasta los vados, y tan pronto como los que los perseguían habían salido, fue cerrada la puerta. 8 Y antes que se acostaran, ella subió al terrado donde ellos estaban, 9 y dijo a los hombres: Sé que el SEÑOR os ha dado la tierra, y que el terror vuestro ha caído sobre nosotros, y que todos los habitantes de la tierra se han acobardado ante vosotros. 10 Porque hemos oído cómo el SEÑOR secó el agua del mar Rojo delante de vosotros cuando salisteis de Egipto, y de lo que hicisteis a los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán, a Sehón y a Og, a quienes destruisteis por completo. 11 Y cuando lo oímos, se acobardó nuestro corazón, no quedando ya valor en hombre alguno por causa de vosotros; porque el SEÑOR vuestro Dios, El es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra. 12 Ahora pues, juradme por el SEÑOR, ya que os he tratado con bondad, que vosotros trataréis con bondad a la casa de mi padre, y dadme una promesa segura, 13 que dejaréis vivir a mi padre y a mi madre, a mis hermanos y a mis hermanas, con todos los suyos, y que libraréis nuestras vidas de la muerte. 14 Y los hombres le dijeron: Nuestra vida responderá por la vuestra, si no reveláis nuestro propósito; y sucederá que cuando el SEÑOR nos dé la tierra, te trataremos con bondad y lealtad. 15 Entonces ella los hizo descender con una cuerda por la ventana, porque su casa estaba en la muralla de la ciudad, y ella vivía en la muralla. 16 Y les dijo: Id a la región montañosa, no sea que los perseguidores os encuentren, y escondeos allí por tres días hasta que los perseguidores regresen. Entonces podéis seguir vuestro camino. 17 Y los hombres le dijeron: Nosotros quedaremos libres de este juramento que nos has hecho jurarte, 18 a menos que, cuando entremos en la tierra, ates este cordón de hilo escarlata a la ventana por la cual nos dejas bajar, y reúnas contigo en la casa a tu padre y a tu madre, a tus hermanos y a toda la casa de tu padre. 19 Y sucederá que cualquiera que salga de las puertas de tu casa a la calle, su sangre caerá sobre su propia cabeza, y quedaremos libres. Pero la sangre de cualquiera que esté en la casa contigo caerá sobre nuestra cabeza si alguien pone su mano sobre él. 20 Pero si divulgas nuestro propósito, quedaremos libres del juramento que nos has hecho jurar. 21 Y ella respondió: Conforme a vuestras palabras, así sea. Y los envió, y se fueron; y ella ató el cordón escarlata a la ventana. 22 Y ellos se fueron y llegaron a la región montañosa, y permanecieron allí por tres días, hasta que los perseguidores regresaron. Y los perseguidores los habían buscado por todo el camino, pero no los habían encontrado. 23 Entonces los dos hombres regresaron y bajaron de la región montañosa, y pasaron y vinieron a Josué, hijo de Nun, y le contaron todo lo que les había acontecido. 24 Y dijeron a Josué: Ciertamente, el SEÑOR ha entregado toda la tierra en nuestras manos, y además, todos los habitantes de la tierra se han acobardado ante nosotros.»
Otro curioso relato que podría justificar la prostitución es el de Tamar, la nuera de Judá, hijo de Jacob. La historia es algo rocambolesca: Er, uno de los tres hijos de Judá, se desposó con Tamar, pero murió sin tener descendencia. Onán, otro de los hijos de Judá se casó después con la viuda Tamar, pues así lo determinaba la Ley del levirato: “Cuando dos hermanos habitan juntos y uno de ellos muere y no tiene hijo, la mujer del fallecido no se casará fuera de la familia con un extraño. El cuñado se allegará a ella y la tomará para sí como mujer, y cumplirá con ella su deber de cuñado. Y será que el primogénito que ella dé a luz llevará el nombre de su hermano difunto, para que su nombre no sea borrado de Israel” (Deuteronomio 25,5-6). Pero Onán, de donde procede el término ´onamismo´ en su segunda acepción (Interrupción del acto sexual o coito antes de producirse la eyaculación para evitar la fecundación), sabiendo que debido a esa ley los hijos de esa unión, aunque biológicos, legalmente no serían suyos, si no de su hermano fallecido, evitó eyacular dentro de Tamar al mantener relaciones sexuales. Según la leyenda bíblica, esa conducta de Onán motivó su muerte, pues fue castigado por Yahvé al incumplir la norma de tener descendencia.´
El relato aparece en Génesis 38: ´1 Por aquel tiempo bajó Judá de donde residían sus hermanos y se desvió donde cierto individuo de Adulán llamado Jirá. 2 Allí conoció Judá a la hija de un cananeo llamado Súa y, tomándola por esposa, se acostó con ella. 3 La mujer concibió y dio a luz un hijo, al que llamó Er. 4 Volvió a concebir y dio a luz otro hijo, al que llamó Onán. 5 Nuevamente dio a luz otro hijo, al que llamó Selá. Ella se encontraba en Aczib cuando dio a luz. 6 Judá tomó para su primogénito Er a una mujer llamada Tamar. 7 Er, el primogénito de Judá, fue malo a los ojos de Yahvé, que le hizo morir. 8 Entonces Judá dijo a Onán: «Cásate con la mujer de tu hermano y cumple como cuñado con ella, procurando descendencia a tu hermano.» 9 Onán sabía que aquella descendencia no sería suya, y así, si bien tenía relaciones con su cuñada, derramaba a tierra, evitando así dar descendencia a su hermano. 10 Pareció mal a Yahvé lo que hacía y le hizo morir también a él. 11 Entonces dijo Judá a su nuera Tamar: «Quédate como viuda en casa de tu padre hasta que crezca mi hijo Selá.» Pues se decía: «Por si acaso muere también él, lo mismo que sus hermanos.» Tamar se fue y se quedó en casa de su padre. 12 Pasaron muchos días, y murió la hija de Súa, la mujer de Judá. Cuando Judá se hubo consolado, subió a Timná para el trasquileo de su rebaño, junto con Jirá, su compañero adulamita. 13 Se lo notificaron a Tamar: «Oye, tu suegro sube a Timná para el trasquileo de su rebaño.» 14 Entonces ella se quitó de encima sus ropas de viuda y se cubrió con el velo, y bien disfrazada se sentó en Petaj Enáin, que está a la vera del camino de Timná. Veía, en efecto, que Selá había crecido, pero que ella no le era dada por mujer. 15 Judá la vio y la tomó por una ramera, porque se había tapado el rostro, 16 y desviándose hacia ella dijo: «Déjame ir contigo» —pues no la reconoció como su nuera—. Dijo ella: «¿Y qué me das por venir conmigo?» —17 «Te mandaré un cabrito de mi rebaño.» —«Bien, pero dame algo en prenda hasta que me lo mandes.» —18 «¿Qué prenda quieres que te dé?» —«Tu sello, tu cordón y el bastón que tienes en la mano.» Él se lo dio y se unió a ella, que quedó encinta de él. 19 Entonces se marchó ella y, quitándose el velo, se vistió sus ropas de viuda. 20 Judá, por su parte, envió el cabrito por mediación de su compañero el adulamita, para rescatar la prenda de manos de la mujer, pero éste no la encontró. 21 Preguntó a los del lugar: «¿Dónde está la ramera aquella que había en Enáin, a la vera del camino?» «Ahí no ha habido ninguna ramera», contestaron. 22 Entonces él se volvió donde Judá y le dijo: «No la he encontrado; y los mismos lugareños me han dicho que allí no ha habido ninguna ramera.» 23 «Pues que se quede con ello —dijo Judá—; que nadie se burle de nosotros. Ya ves cómo he enviado ese cabrito, y tú no la has encontrado.» 24 Ahora bien, tres meses después aproximadamente, Judá recibió este aviso: «Tu nuera Tamar ha fornicado, y lo que es más, ha quedado encinta a consecuencia de ello.» Dijo Judá: «Sacadla y que sea quemada.» 25 Pero, cuando ya la sacaban, envió ella un recado a su suegro: «Del hombre a quien pertenece esto estoy encinta», y añadía: «Examina, por favor, de quién es este sello, este cordón y este bastón.» 26 Judá lo reconoció y dijo: «Ella tiene más razón que yo, porque la verdad es que no la he dado por mujer a mi hijo Selá.» Y nunca más volvió a tener trato con ella. 27 Al tiempo del parto resultó que tenía dos mellizos en el vientre. 28 Y ocurrió que, durante el parto, uno de ellos sacó la mano. La partera lo agarró y le ató una cinta escarlata a la mano, para saber que había salido primero. 29 Pero entonces retiró él la mano y fue su hermano el que salió. Ella dijo: «¡Cómo te has abierto brecha!» Y le llamó Peres. 30 Detrás salió su hermano, que llevaba en la mano la cinta escarlata, y le llamó Zéraj.´
El caso de Jefté también es digno de mencionar, hijo de prostituta, despechado por ello, es requerido para salvar al pueblo de Israel en lucha con los amonitas y se convierte en un digno juez (Jueces 11; 12)
Otro caso en el que aparecen dos prostitutas es el famoso juicio de Salomón (de ahí el término “decisión salomónica”) en I Reyes 3,16-28: “Por ese tiempo dos mujeres que eran rameras, vinieron al rey y se presentaron delante de él. Y una de las mujeres dijo: Oh, mi señor, yo y esta mujer vivimos en la misma casa; y yo di a luz estando con ella en la casa. Y sucedió que al tercer día después de dar yo a luz, esta mujer también dio a luz; estábamos juntas, nadie de fuera estaba con nosotras en la casa, solamente nosotras dos. Y el hijo de esta mujer murió durante la noche, porque ella se durmió sobre él. Entonces ella se levantó a medianoche, tomó a mi hijo de mi lado mientras tu sierva estaba dormida y lo puso en su regazo, y a su hijo muerto lo puso en mi regazo. Cuando me levanté al amanecer para dar el pecho a mi hijo, he aquí que estaba muerto; pero cuando lo observé con cuidado por la mañana, vi que no era mi hijo, el que yo había dado a luz. Entonces la otra mujer dijo: No, pues mi hijo es el que vive y tu hijo es el muerto. Pero la primera mujer dijo: No, tu hijo es el muerto y mi hijo es el que vive. Así hablaban ellas delante del rey. Entonces el rey dijo: Esta dice: «Este es mi hijo que está vivo y tu hijo es el muerto; y la otra dice: «No, porque tu hijo es el muerto y mi hijo es el que vive. Y el rey dijo: Traedme una espada. Y trajeron una espada al rey. Entonces el rey dijo: Partid al niño vivo en dos, y dad la mitad a una y la otra mitad a la otra. Entonces la mujer de quien era el niño vivo habló al rey, pues estaba profundamente conmovida por su hijo, y dijo: Oh, mi señor, dale a ella el niño vivo, y de ninguna manera lo mates. Pero la otra decía: No será ni mío ni tuyo; partidlo. Entonces el rey respondió y dijo: Dad el niño vivo a la primera mujer, y de ninguna manera lo matéis. Ella es la madre. Cuando todo Israel oyó del juicio que el rey había pronunciado, temieron al rey, porque vieron que la sabiduría de Dios estaba en él para administrar justicia.”
Concluyendo, en los libros más antiguos de la Biblia no se encuentran condenas explícitas a la prostitución; así lo vemos en Ex 20,14, Dt 6,18. En otros sin embargo sí se considera la conducta de la prostituta censurable, como en Ezequiel 16. E incluso se llega a criticar con dureza la prostitución como en Eclesiástico 19.
Por otro lado, parece ser que en el propio Templo de Jerusalén hubo un tiempo en el que se permitía la prostitución “sagrada”: Así, Roboam (931-913 a.C.) que determinó la política religiosa del reino de Judá, mantuvo las tradiciones antiguas de Canaán, con los signos de Baal y Ashera, con estelas y árboles sagrados, e incluso con la prostitución sagrada (con los signos del dios y de la diosa) en el mismo templo de Jerusalén (1 Re 14, 22-24). Ella influyó también en el breve reinado de su hijo Abías, pero todo cambió en tiempos de su nieto Asá (911-870 a.EC.) que parece optó por un tipo de yahvismo más estricto. Y, además existen evidencias de un prostitución en torno al Templo para cumplir con los preceptos económicos de los votos hechos por algunas mujeres sin medios económicos propios.
Bibliografía:
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– Maclean, R. G. (2004). Historias de Putas y la Justicia en la Biblia. (Cómo las apariencias, los prejuicios, los casilleros mentales, los estereotipos, los lugares comunes, las frases hechas y los clichés nos impiden ver la realidad, y reformar la Justicia). Derecho & Sociedad, (23), 288-298.
– Pikaza, X. (2013). Las mujeres de la Biblia judía. Barcelona: Clie.
– Schwartz, M. (2008). El sexo en la Biblia. Grupo Editorial Norma.
– Vicente, P. A. (2010). La prostitución en la Biblia. Razón y fe, 262 (1342-1341), 49-56.