Foto: Julien Barrier – Licencia Creative Commons

No acabamos de librarnos de los excesos mediáticos de la noticia estrella del día, de la semana o de…, en este caso la muerte de la reina británica que eclipsa todo lo demás. Por ello conviene esperar que se frene el fervor acrítico, para retomar algún asunto que se le acerque y que paradójicamente pueda ser de más fondo. Creo sinceramente que el legado a la historia de Gorbachov fue de mayor trascendencia que doña Isabel II. Ella era reina que no gobernaba sobre un Estado de vieja solera democrática. Su labor, más de protocolo y de representación tenía una trascendencia más ornamental que de decisión. La Monarquía británica es más frecuente en la revistas del corazón que en la política mundial. Se admiran más los fastos y aspectos espectaculares o vistosos de la Corona Británica, con influencia en los estados de la Commonwealth. Aun así está claro, que la discreción en sus apariciones públicas no se igualaba en su influencia familiar. Los desencuentros, empezando con su hermana Margarita, y siguiendo con sus hijos y en especial con la extraña muerte de su nuera, ni las prendas del heredero. La realidad es el gran negocio de los medios de distracción que han llenado portadas de telediario e infinidad de programas tratando de mejorar la imagen de personas cuyo pedigrí principal es su cuna. Don Mijail, por el contrario, dejó de gobernar en la URSS, gran potencia mundial, un Estado al que él pretendía llevar a una democracia homologable, cambiando así el mundo.
Entremos hoy, sin el bombardeo citado, a un personaje que pudo incidir más en el ámbito mundial. Empezó en la situación interna que se daba en la URSS que le tocó liderar. A partir de ahí, y por las decisiones que adoptó, más si cabe en el mundo, dado el protagonismo de tal potencia en el universo. También la situación en que ocurre el fallecimiento no es detalle menor: no es lo mismo morir en la supuesta cúspide de poder, que bastante después de aquella situación declinara. En situaciones tan contrapuestas se repiten igualmente buenas palabras para la persona desaparecida, más o menos sinceras con la memoria que de ella se guarda. Me malicio que los pronunciamientos que en público se hacen sobre la persona finada en este caso, tienen más que ver con el quedar bien de quien las dice que con el afecto sincero que se sienta. Hay alabanzas que cuestan poco y que, si a nadie molestan, adelante con los faroles. Qué poco se habla de la ingenuidad y bonhomía del que se hizo caer con aquello de que “eso no estaba firmado”. Se ha despedido a Gobachov, un político en un momento importante que hizo sus pronunciamientos más o menos acertados en busca de una paz histórica. Pero se huye de las citadas puñaladas que limitaron después la influencia de sus propuestas. La historia ha seguido y ha pasado suficiente tiempo para que, si no las personas, sí y los colectivos se impliquen en reconocer la herencia y las posibilidades que el fenecido propició al futuro.
Tengo ente mí su obra “Memorias de los años decisivos” escrito en 1.993, a partir de su dimisión en 1.981. Había nacido en 1.931 y desde las juventudes comunistas accedió al Presidio de la URSS del que fue elegido Primer secretario en 1985, cargo del que dimitió en 1.991. Hacía tiempo que era consciente del estancamiento del estado desde el tiempo de Stalin y que se agravó con Breznhnev. Tenía clara la necesidad de grandes reformas, tanto en el interior como en las relaciones con los poderes de occidente. Tenía el empeño de constituir una democracia al estilo europeo, por lo que en cuanto dimitió como máximo responsable de la URSS promovió la Unión Socialdemócrata. Desde el principio propuso el recorte conjunto de gastos militares que EEUU no cumplió, pues mientras la URSS se retiraba de Afganistán, allá entraba el yanqui. Su “perestroica”, su “glasnoot” fueron aclamadas en Europa y recibió en Nobel de la Paz. Pero los pactos citados prometidos no se cumplieron, como se vio en Afganistán y en el bombardeo a Yugoslavia. Tampoco en el desarme militar, ni en lo económico para atajar la corrupción. Se avinieron mejor con Boris Yelsin y otros aliados como Vladimir Putin, favoreciendo una penetración capitalista huérfana de libertades, bien observable hoy. Tras el debacle y fracaso, Gorbachov había seguido en la vida civil tratando de explicar lo que intentó y no consiguió.
Está claro que fue un político arriesgado que tuvo propósitos por una nueva URSS o Rusia, por la paz en el mundo sin bloques y por los DDHH. Siempre en pos de una humanidad más humana ante la pandemia, pedía una ayuda mundial para una vacunación universal, como primer eslabón de de un sistema sanitario global. Por ello estaría bien que la humanidad mirara, y más en este tiempo de tribulación qué ha pasado con las propuestas y errores de Gorbachov. Habrá que mirarlo una a uno.