Hace unos días leía un escrito de Javier Gallego “Brasil y la paradoja de la tolerancia”, en la que citaba a Karl Popper y su pertinente obra “La sociedad abierta y sus enemigos”. Tras esa lectura me surgió una vieja duda sobre el título que abre este escrito. Popper parecía alumbrarme en mis lucubraciones, al igual que a Gallego en su paradoja. Y no crean que no había dedicado tiempo y lecturas al asunto. Había reparado en Voltaire y su “Tratado de la tolerancia” con motivo del juicio a Calas y las creencias religiosas”. Ya más reciente es mi lectura de “En defensa de la intolerancia”. También en mis reflexiones sobre los significados, y ahora ya reconozco, que ya aparecía un inicio de claridad. Cabe entenderse que en la tolerancia hay una cierta desigualdad ventajosa para una de las partes que se supone que quieren dialogar, y que por esa transigencia el supuesto diálogo es posible mientras la parte privilegiada lo permita. La cuestión ahora será si eso es verdadero diálogo y si lo es también verdadera democracia la así lograda.
Empezando por Voltaire y recordando que el escenario de Juan Calas era todo menos una situación de igualdad, pues defender la razón frente a la religión en aquel tiempo era infinitamente más difícil que hace un siglo para Bertrand Russel, o para una buena parte de la ciudadanía en el presente. Recuérdese que en aquella América en la que pretendía explicar el sabio Russel aun se defiende ¡ y con qué ahinco! el creacionismo en los siete días. Por lógica en la defensa de Calas era preciso que la otra parte tuviera un día amable y escuchara con atención a la defensa del no creyente de lo establecido. Parece ser que por ahí parece haber una falla para que se pueda hablar de democracia como tal. Seguimos adelante y tomamos en cuenta lo que escribiera Karl Popper durante la Segunda Guerra Mundial con el fascismo y el nazismo en pleno apogeo por muchas elecciones que hubiera habido. Cabe entender, con don Karl, que por la puerta de esa sociedad abierta se escapaba el rigor argumental y el respeto de una sociedad democrática que con tanta frecuencia se pierde en ambientes bélicos o prebélicos. Por cierto, mirémoslo también hoy mismo.
Para acercarnos más a lo que el amigo Gallego quiere considerar tomando como referencia a Bolsonaro, Trump, Meloni o a sus iguales en nuestra tierra, nos viene mejor Zizek (1.949).. Este reconocido autor analiza nuestro presente llegando a las conclusiones: Se trata de “suscitar la pasión política que fomenta la discordia en el debate”. Frente a ello sugiere” Aguijonear la mentes para que éstas desenmascaren las trampas que se esconden bajo apariencias falsamente progresistas y así perpetuar el control, la dominación y la explotación.”. El filósofo esloveno aborda con cierto aire provocador y panfletario un pensamiento refrescante. Empieza señalando las ideas que se han hecho hegemónicas o más frecuentes. Sigue avisando de que, pese a ello, tales conceptos no son los de la minoría dominante. Se habla de tolerancia al multiculturalismo para en el fondo reprimirlo. Un objetivo claro es el desprestigio de la política y con ello la expulsión de la izquierda. Para ello la creación del malestar enardeciendo la enemistad. Todo ello a través del individualismo hacia el dios de la economía, que oculta cualquier valor que no se compre ni se venda.
Volviendo, aquí ya como ejemplo, a la realidad de Bolsonaro y Brasil, las ideas fuerzas es un nacionalismo independiente. Que nadie nos diga que la Amazonía es el pulmón del mundo; el mundo que se fastidie, es nuestro y nosotros nos vamos a beneficiar de sus riquezas. Lo del cambio climático es mentira y la pandemia no existía aunque en Brasil haya habido infinidad de muertes. Un gran poder relacionando el militarismo con una religiosidad acrítica y enemistada con la “teología de la liberación” o del movimiento educativo de Paulo Freire. Los modos en política, los de Trump, con las sospechas y las mentiras incluso sobre las elecciones. Fuertes vínculos con los grandes capitalistas quienes a su vez disponen de los grandes medios de persuasión de las gentes humildes.
Probablemente bastantes cosas de esas nos suena por aquí. Cuando en el parlamento se derrotó a un gobierno por la corrupción de todo tipo, el bloque mediático exculpa a los grupos corruptos y los apoya frente a la relativa regeneración. Con la llegada de las crisis económicas y pandémicas, se ha intentado criminalizar la gestión del gobierno, en general irreprochable. Las encuestas de hoy muestran una clara aprobación de las medidas adoptadas. Sin embargo a la hora de valorar a quienes las han sacado adelante no se mantiene el criterio. Por el contrario, se aprecia más a personas responsables de la Comunidad de Madrid acusadas de la muerte en condiciones indignas de más siete personas en las residencias de ancianos de Madrid. Ese crimen lo denuncia quien se opuso desde el primer momento y que ha tenido que escribir un libro para que nos enteremos,. Un libro porque ni la representación Comunidad de Madrid, en la Justicia muy poco o nada, y en los grandes medios de (in) comunicación o no dicen o tergiversan la realidad. Por eso repito: O la democracia se libra de sus enemigos, o sus enemigos la destruyen desde dentro.