Mil comentarios vienen circulando sobre feminismo y Yolanda Díaz, lo que puede que tal no favorezca tanto a la actual vicepresidenta del gobierno. Creo que el poder tiene sus caprichos y el de la igualdad para las mujeres, también si son de izquierdas. No parece el primer caso, aunque hace un tiempo. Mary Beard, historiadora se siente menos apreciada por declararse feminista que republicana en Inglaterra. Leo en la prensa “Mujerismo no es Feminismo” artículo de Cristina Hernández, socióloga especializada en políticas de igualdad, que me motiva a hincarle el diente a tantos ismos y excesos en tan pretencioso título.
Empiezo por humanismo, recordando lo que al respecto decía Machado: “de todas las virtudes que puedan adornar al hombre (entiéndase a la persona), ninguna superior a la de ser hombre (persona)”. La tarea de adecuar el lenguaje al ritmo de la vida es una tarea a no olvidar. No menos importante es la del completo la conveniencia de eliminar la posible exclusión de la mujer en el concepto “humanismo” parece que no se le ocurrió ni a María Martínez Sierra hasta que se vio en la necesidad de reivindicarse como la feminista y escritora Carmen Lejárraga. Tal paso es uno más, quizá más clarificador, de los logros que han de seguirse en la emancipación humanista que no se concibe sin la previa satisfactoria igualdad de mujeres y hombres. No debe olvidarse que el patriarcado ha podido fastidiar también a bastantes otros varones, que ejercieron con menos ambición, provecho y más entrega que Gregorio Martínez Sierra, sin apropiarse de méritos ajenos. En no pocas ocasiones, aceptar el innegable liderazgo de la compañera, de vida o equipo, han conllevado el menosprecio del calzonazos a quien tal hacía. Así que creo que conviene, cuando los focos se centran en determinado asunto, aspecto, persona o grupo no perder la perspectiva, y -con ella- la generosidad en el entorno.
Viene aquí a cuento lo que sugiere la citada socióloga Cristina Hernández. Le parece a ella, y yo comparto, la duda sobre que las mujeres pueden facilitar una política distinta. Como a ella “me vienen a la cabeza Adriana Lastra, Mónica Oltra, Yolanda Díaz, pero también Macarena Olona, Isabel Díaz Ayuso y Rocío Monasterio,… todas ellas hacen política”, claro que no la misma. Sin dejar de reconocer que puede haber algo de temple, que en general los hombres tal vez no aporten, creo que las exageraciones quizá no resulten positivas. Acepto que se me vuelva a tildar de malpensado cuando veo que los medios, casi siempre más sujetos al poder de quien maneja el cotarro, véase la inmisericorde persecución a Podemos, no dejan de soplar en determinada dirección hacia una hegemonía más final. Lamentaría muy mucho que la tentativa unitaria promovida por la talentosa y admirable ministra de trabajo, se cortara las alas al caer en algo acusable “mujerío”, esto sería la simple acumulación de mujeres. He señalado antes, quizá opinando con impertinente audacia, que el feminismo aspira a la emancipación conjunta de todas las personas, mujeres y varones. Quiero advertir del peligro que puede significar la excesiva personalización de los proyectos. Aun fijándonos entre las personas elegidas, conviene no olvidar las celadas en contra de la Alcaldesa de Barcelona, que afortunadamente no han prevalecido, por el contrario y lamentablemente sí han prosperado contra la señora Oltra. Aquí todo colectivo, por muy inconcreto y riguroso que se plantee, se ha visto, tendrá menos libertad.
Supongo que la señora Yolanda será más consciente que yo de los peligros que he mencionado y de algunos más. Estaría bien que ahora no se ocultara, como se hizo con María de la O Lejarraga,, para que si hay un autor de obras importantes también la pueda firmar. Ha de recordarse que para el verdadero avance del feminismo también se precisa a hombres por la igualdad que decididamente lo vienen demostrando. Por supuesto que hemos de estar alerta ante de los males que aquejan a la estructura partidaria. Ya hubo tentativas anteriores en España, como la que animara el ejemplar Julio Anguita, en Uruguay y en otros lugares, apréndase de ellas para superarlas. Sería muy bueno en no caer en la trampa de evitar el debate abierto, dejando en manos muy especiales, sean mujeres o varones que busquen acuerdos que siempre habrán de escribirse luego. A veces se cae en manos del expertismo o de la judicialización, o del cientifismo, u otros ismos, más o menos aceptados por el lenguaje, en cuyos brazos la representación política escurre su responsabilidad y o usa para encubrir cierta autoría más o menos reprobable. Esa es la escapatoria menos humanista de todas, pues es la de hurtar el debate de la vida en común a la ciudadanía, para que ésta acepte que eso es cosa de políticos para seguir que todos son iguales. No. El que se haya acabado con el bipartidismo, para profundizar en la democracia que es cosa de todos es una asignatura no aplazable. Eso en el parlamento y en la calle, el humanismo es aceptar el diálogo desde la discrepancia. Lo demás es la unanimidad del cementerio.