¿Estamos exagerando, al aseverar que la ingesta de vino por la clase alta romana conllevo su dramática decadencia?
Se cuenta que el noble patricio bebía de uno a cinco litros al día. Una práctica que bien podría dar como resultado la defunción por daño irreversible en el hígado. Pero lo cierto es que el ‘saturnismo’ no se extendió por el hecho de beberlo, sino por estar éste, fuertemente contaminado.
Durante la época romana era transportado en vasijas de barro…. No como las de ahora, un recipiente que se encuentra especialmente de moda para su crianza, sino vasijas recubiertas de plomo en su interior.
¿Por qué este metal? Hay quien dice que las antiguas recetas de cocina romanas indicaban que “el vino debe hervirse a fuego lento en recipientes de plomo, ya que en las vasijas de cobre toma mal sabor”; pero lo que no decían es que su ingesta habitual, con el contacto con el plomo, producía un progresivo envenenamiento llamado ‘saturnismo’ (los antiguos alquimistas llamaban al plomo ‘Saturno’ en referencia al Dios Griego que representaban como desequilibrado y agresivo). Otras investigaciones apuntan que las ánforas eran impermeabilizadas y cerradas herméticamente con una masa que contenía plomo.
El vino se contaminaba también, por la cocción del mismo en el interior de las vasijas, tal y como indicaban las tradicionales recetas. Mediante este proceso, del néctar de Baco, se obtenía el azúcar de plomo, el primer edulcorante artificial de la historia.
Sea como fuere, el caso es que el saturnismo fue una importante causa de muerte durante el Imperio Romano ya que, cuando el plomo llega al organismo, las enzimas lo convierten en sulfuro de plomo, lo que impide el transporte de oxígeno a la sangre y, por lo tanto, al cuerpo.
Provocando anemia, alucinaciones y demencia; tal y como les ocurrió a los emperadores Tiberio, Calígula, Claudio o Nerón.