Inicié escritos en torno a la calidad democrática a raíz las limitaciones que, entre otras causas, devienen de la Monarquía heredada del franquismo y acaban afectando al propio gobierno. Identificaba la democracia con la búsqueda del bien común a través del razonamiento respetuoso evitando las vicisitudes de la guerra. La falta de memoria democrática sobre el drama de la guerra civil, de sus consecuencias y de la necesaria y sincera reconciliación, explican las deficiencias de la convivencia actual. Abordé la situación añadiendo a esas peculiaridades, habituales en tantos lugares, como las tentaciones egoístas que abren el camino a la corrupción, como insinuaría Churchill. Concluíamos entonces que para mantener el prestigio de la democracia se precisan demócratas, personas comprometidas y que así quieran decidir. Decidir votando un parlamento que haga las leyes y elija y controle al gobierno para que cumpla como debe, y en su caso destituirlo. Eso es lo que ha ocurrido en esta democracia, al abordar en el parlamento dos experiencias novedosas. La segunda es la de conformar una mayoría alternativa a la del gobierno recusado por la coalición integrada por dos partidos, uno de los cuales era distinto de los dos habituales. Tanto la censura del gobierno como la coalición, han constituido una fuerte experiencia que ha puesto más al descubierto las limitaciones adelantadas. Esa situación ha causado en buena parte de la ciudadanía una resistencia que, en mi opinión, no llega a aceptar que el parlamento, con tanto o más conocimiento que el cuerpo electoral, ejerza en un momento dado la función que le encomienda la Constitución. Función tan legítima como la habitual, tras la elección de un nuevo parlamento, y tan conveniente o más, por cuanto afronta un problema concreto con más datos si cabe y hace tal vez menos pertinente un proceso electoral y el parón que el mismo conlleva en su labor legisladora.
Hablamos de la necesidad de demócratas. Claro que las personas demócratas no se improvisan de la noche a la mañana con la aprobación en 1.978 de la Constitución. Tampoco después de vivir sin querer saber de qué va la historia más allá de lo que dice la tele. La política democrática es algo más que votar de vez en cuando como decíamos y que por ahí nos la hagan. A lo mejor nos conviene saber que el gobierno no puede, ni debe, hacer lo que le da la gana. También nos conviene saber que el parlamento debiera servir para algo más que tirarse los trastes a la cabeza y que nos expliquen mejor las leyes y decisiones que acuerdan. Además nos viene muy bien conocer que ni el gobierno ni el parlamento pueden salirse de la ley. Si eso ocurre, se les puede denunciar a la justicia, empezando por el juez que toque, para pasar por el Tribunal Supremo, el Constitucional o por el de la Unión Europea, si necesario fuera. Parece complicado y en realidad lo es además de costoso, pero no deja de tener su lógica y requiere esfuerzo por nuestra parte, la de la ciudadanía para saber lo que se ha hecho, o dejado de hacer, con lo que se había votado y las normas aprobadas, para cambiar en su caso el voto.
Como hemos visto, el Estado es una maquinaria amplia compuesta por los gobiernos, los parlamentos, los jueces, la administración frente a la que nos situamos cada cual con nuestra situación. Claro que en cada uno de esos poderes hay muchas personas sujetas a sus reglamentos, a sus costumbres, tendencias y su propia honradez. Por varios de esos engranajes pasa el bien común y a veces el de una o varias personas en particular. Así que como cada gobierno debiera atendiendo a lo que se vaya acordando, ha de hacerlo también sin contravenir lo que las leyes y reglamentos o que se le manifiestan como tales en el camino. A veces vemos también que grupos con gran poder se muestran a favor en contra de lo que ha votado el pueblo, y luego se observa que influyen, quizá demasiado. Así que esa es la realidad en muchos países y que la única manera de rebajar tales influencias es una ciudadanía ben informada que se revuelva. Otro aspecto, tan importante o más son los medios de comunicación con su manera de explicar la realidad de cada día y en los procesos electorales. Como vemos, ser verdaderamente demócrata requiere una atención continuada y relacionar lo que va ocurriendo en nuestra sociedad. No ha de extrañarnos que alguien haya llegado a escribir “La mentira del pueblo soberano en la democracia”. Aun así conviene vigilar al gobierno.
Hemos visto las carencias en el nacimiento de esta democracia que pasó de una dictadura a la supuesta libertad. Tanto la ciudadanía, las costumbres y los organismos improvisaron una democracia de la que en parte pronto se desentendieron. Hubo un pacto por arriba que dieron lugar al turno de gobiernos entre PSOE y PP que han mantenido un gran consenso en torno a la monarquía. Ello fue posible reformando poco, o menos de lo debido, las estructuras del Estado como la justicia, el ejército, las fuerzas del orden. Para ello contaron con la complicidad de la Iglesia Católica, los poderes económicos y a través de las citadas estructuras y de los medios de comunicación. Así han venido ocultando, o no denunciando, como se debería la corrupción del conjunto, incluida la de la monarquía, hasta que no ha podido ser más. Al final no se ha podido mantener el tuno previsto en el gobierno. A la vieja guardia felipista del PSOE se le desperdigó parte del partido, que en un intento desesperado, ha intentado atraer el descontento externo al PPPSOE sin descomponer demasiado la estructura de 1.978, cuya Constitución, que pese a las apelaciones hipócritas va quedando cada día más en papel mojado. El propio gobierno, que tuvo que acabar en coalición, es la muestra propia de esa mixtura entre el aparato que se ha salvado del antiguo régimen defensa, interior, justicia, y más burocracia, junto a los poderes económicos más las carteras renovadoras con escaso poder. Aun así no deja de aparecer la debilidad representada por las fuerzas vivas como un juez de derechas y quienes apenas escenifican regeneración del PSOE. Pero el estudio del gobierno en estas nuevas circunstancias habrá que hacerlo con más detalle después.