Hoy martes 19 de abril hemos podido ver que en la Comunidad de Castilla y León ha tomado posesión el gobierno elegido en ya unas casi lejanas elecciones. En el acto estaban presentes casi todas las personas implicadas en el acontecimiento con la destacada ausencia del máximo mandatario del PP, partido al que pertenece el Presidente. Tras analizar la noticia, echo muy en falta la buena nueva que se ha difundido por todo ese país llamado España, con motivo de la elección de don Alberto Feijóo. Se hablaba de que entrábamos, más bien entraba el PP; en una nueva etapa. No, no esperaba que se acabara la corrupción, este asunto aunque Casado tratara de hacerlo pasar como cosa del pasado, intentando cambiar de casa, no prosperó. Tan ni prosperó que el partido se revolvió en mayoría como partidarios de aceptar el santo y seña que los apartó del gobierno antes que tildar a la popular lideresa de la libertad. Sí parece que hay algún insulto menos, pero lo de dar la cara como esa derecha europea que defiende la democracia aparece muy poco o nada. La verdad es que no hay que pedir peras al olmo en el momento que nos ha tocado vivir por estos lares. Y es que lo de dar la cara por aquí no se lleva. Aquí lo que se lleva es decir las cosas tratando de que puedan complacer a la mayoría, no meterse con nadie y si se tiene amistad con el bloque mayoritario de medios de ¿información?, miel sobre hojuelas. Pese ha habido alguno que han dado la cara sin insultar y no sólo se la han partido, sino que le ha seguido el alma y la familia. A otro, que incluso hablando poco y con rigor, lo mandan a casa.
Y es que, como en la granja, incluida la de gallinas de Orwel, es difícil entenderse ya que los ruidos taponan las verdades. Aquí está casi olvidado aquello de “más vale caer en gracia que ser gracioso”. Está claro que para el coro que dicta quien es gracioso, o moderado, que es de la última gracia de la que se habla, todos caen en la misma parcela. Los mayores recordamos a un acalde madrileño, teóricamente enfrentado a la señora Aguirre, que cuando sacó la patica del aborto alucinó el personal. Se trataba de Ruiz Gallardón, quien ya parecía a su señor padre de extrema derecha. Y es que el PP han convivido y conviven muchas personas como el presidente de Violencia, Odio y Xenofobia. Y es que al seguir hablando de alcaldes, recordaremos que el actual lo parecía con relación a la señora Ayuso, pero no se arrugaba para decir “seremos fascistas pero sabemos gestionar bien”. No está claro si se refería a las mascarillas y los guantes. Podíamos seguir comparando entre fascistas de antiguo o nuevo cuño, reaccionarios, conservadores que escuchan con sentido democrático, quiero decir algo más que tolerantes mientras son ellos quienes ganan elecciones. De eso hay para hablar sin parar en lo que estamos viviendo. Y es que para vivir en democracia se necesitan demócratas. Sí. Y de ahí nacen mis dudas y el título de arriba.
Vuelvo al Vicepresidente elegido el mismo día para Castilla y León. Este señor ha dicho que quiere acabar con las autonomías y la gente se ha espantado por ello. Irresponsable es esa gente por mostrar un espanto que era previsible. Así se vota, así se presentan programas y así nos va el pelo. Por supuesto que a los de España, España, España y la banderita en el reloj están en contra de las autonomías, pero no a la hora de pagar impuestos o de cobrar más que el presidente del gobierno de España cuando pueden. Mírense los sueldos de los elegidos. Tampoco lo habían puesto o explicado en según qué ámbitos electoral, eso sería un inconveniente para colocar a tanto personal privilegiado, es decir a tanto partidario de la democracia orgánica, la que le salga a cada cual de sus órganos genitales, que se decía con ironía a la del anterior régimen. Ojalá lo hubieran dicho con la cara descubierta ante unas elecciones. Eso hubiera sido una medida de la gallardía de la que dicen presumir, gallardía que no les sirve para montar un discurso faltón, machista, racista y excluyente. Sí, fuera espanto y menos hipocresía. Lo que ahora decimos que nos extraña es algo que no hemos querido ver como sociedad. No es solo el Estatuto de Autonomía de Castilla y León, ni la Constitución, es la democracia entera, la que está gangrenada. Sería muy conveniente que, ahora la sociedad en conjunto, nos paráramos a pensar cómo ha llegado esta enfermedad. Esa enfermedad es de la ciudadanía en su conjunto, no sólo de políticos, como decimos con frecuencia cuando queremos mirar para otro lado. Hemos mirado para otro lado cuando hemos votado al deshonesto porque era de nuestra cuerda, o no hemos pagado los impuestos que proporcionalmente nos correspondían. Se ha presumido de constitucionalista, de demócrata, aunque no para legitimar el Pode Judicial “porque el votante no me lo pide” Sí, se ha ido gangrenando poco a poco y con desigual responsabilidad, por acción u omisión, en conjunto la ciudadanía ha de responderse. Si que hemos de pedir cuentas a quienes sintiéndose demócratas han permitido que las instituciones y los valores democráticos se hayan deteriorado tanto. Pero es una verdad mayor que quienes han venido luchando en contra de la democracia, que no es más la convivencia razonada y solidaria, no son una solución alternativa. ¿O lo es acaso, ese personaje exageradamente retribuido de las Cortes de Castilla y León?
En uno o en cualquier otro caso, no nos podemos llamar a engaño. Ya sea por acción u omisión, hemos de admitir que no nos podemos seguir engañándonos cada cual a o al resto de la ciudadanía.
La gangrena está ahí como mal colectivo y que nos lleva a la ley de la selva del dinero que esclaviza. Y que, si lo miramos bien, no es sólo cuestión de compartir situaciones de privilegios económicos, es algo que va más allá: podemos estar hablando de salud, verdad, e incluso de seguridad como necesidades sociales más compartidas.