A la tremenda guerra en Ucrania no me he referido aquí nada más que para lamentar una víctima habitual: la muerte de la verdad como primera de todas. Después me he indignado como cualquier persona con conciencia ante los inhumanos y execrables crímenes que se vienen cometiendo en Ucrania. Dicho esto y expresada mi profunda repulsa por Putin, el máximo asesino responsable de tanta barbarie, creo necesario volver a intervenir en el mismo sentido para que la humanidad en se conjunto y las personas más influyentes en cualquier bando o país unan a su lógico dolor la serenidad e inteligencia que su cargo les exige. Como enemigo de todas las guerras creí entonces y creo ahora que esa serena sabiduría sigue ausente de los foros donde se permite o no, que se llegue a estas masacres. Un ejemplo: ¿Es razonable que en el parlamento se le exija el aplauso a un diputado para un discurso? Ese es el monolitismo de pensamiento único al que se llevan a las sociedades cuando se pretende una adhesión incondicional. Creo que esa actitud estaba en el ambiente antes de que llegara a esta hecatombe. Otra pregunta: ¿Era razonable que Josep Borrell, primer diplomático en la UE se dirigiera a la ciudadanía pidiendo ahorrar gas, en lugar de aunar los países de la Unión para la mayor influencia hacia la paz? Hasta aquí dos indicios de esta deriva. Pero hay más.
Volvamos a la verdad. Y es que la verdad antes de morir en la guerra, ya estaba muy malita y creo que su enfermedad se iba inoculando a la sociedad. No voy a repetir que cada día el buen periodismo, y por tanto la verdad, tiene la vida difícil. Van desapareciendo aquellas normas de responder las preguntas esenciales que se debiera hacer la ciudadanía bien informada. Algunas de esas preguntas me hacía yo antes de llegar a esta situación. ¿Nos contaron bien la guerra de Afganistán terminada hace poco? Creo que poca gente se enteró cómo surgió, qué la había, si se habían conseguido los fines aducidos o por qué se acabó así y con las secuelas que colean. La de Irak con la “verdad de las armas de destrucción masiva quedó en el olvido como tantísima muerte. Pasa el tiempo o llega otra noticia que, con razón o sin ella, se convierte en “comidilla única” para la inmensa mayoría del gentío que acaba arrumbando y desatendiendo otras también importantes o relacionadas. La guerra en Yemen, la de Palestina o la del Sáhara. Creo que había suficientes noticias que no se debieran haber apartado para tener el contexto más completo para opinar con más fundamento.
Claro que a lo mejor no interesa tanto el pensar lo que ocurre como el sentir, para vivir de manera más primaria. No ha costado mucho, pues Putin lo ha puesto a huevo, lo de fijar el malo de la película, como diría El Roto: “ya sabemos quién es el malo y el bueno de la película, ahora nos falta saber quién es el director”. Y no es que yo hurte el increpar a Putin, que bien que se lo merece y desde hace mucho tiempo. Ya era abominable personaje desde que con Yelsin, propiciara la caída de Gorbachov y la llegada del capitalismo salvaje enriqueciendo de manera monstruosa a una minoría de personas que, como él, controlaban los resortes del poder y empobreciendo al puablo. Claro que como ya era rico, era digno de pleitesía de jefes de estado de todos los países, hasta tener una buena conexión con Bush, Aznar, Merke. Macrom, Trump y otros líderes reaccionarios cercanos.
Está claro que en la guerra en Ucrania la humanidad hemos seguido cometiendo muchos de los mismos errores habituales. El primero desentendernos de un verdad más completa, dejando así que se sigan lucrando quienes de un lado o de otro siguen fabrican armas. Debemos recordar cuando vemos las terribles desgracias, intentar que ni el dolor ni el odio ni el miedo nublen nuestra inteligencia para responder con más acierto que las veces anteriores en situaciones parecidas. Rebelarnos para que los medios de masas no nos lleven como a un rebaño impidiendo hacer cuantas preguntas se nos ocurran. Pedir que la verdad no siga muriendo porque desde toda la verdad se podrá mantener una paz más compartida y duradera. Preparar la guerra no trae la paz, como se nos quiere inculcar, vivamos la paz ya.