Cuando el presidente Bukele se ha quitado la careta, ha vuelto en todo su esplendor la doctrina Monroe de América para los norteamericanos como solía. Este presidente favorecedor y favorecido por el modelo Bolsonaro ha devuelto este país centroamericano a donde solía: tierra de los escuadrones de la muerte impunes. Ahora, al amparo del poder gubernamental, se vuelven a hacer añicos los Derechos Humanos en el suelo donde fue asesinado el cardenal Óscar Romero. Sí señores, desde el propio campo de la religión, en este caso llegada del norte, con vitola democrática se tildan de terroristas a toda persona que resulte incómodo al bendecido nuevo régimen.
Probablemente, al amparo de la guerra de Ucrania que tanta canallada tapa, aparezcan muy poco más o nada en nuestras las impactantes imágenes de estos días. Con esas breves asomadas se justificarán las engañosas, por insuficientes, libertades de este nuestro democratísimo mundo occidental. Mundo, que de nuevo quedará inmerso en el casi monotemático asunto del dolor por tantas personas, especialmente con clara blancura de piel, cruelmente damnificada en Ucrania. Sobre los aspectos apenas ahí señalados como víctimas bélicas ya volveremos con más detalle en otra ocasión. Ahora, por si no aparecieran más, les describo las imágenes salvadoreñas que tratan de difundir asociaciones internacionales defensoras de los Derechos Humanos. Unos policías provistos del oportuno aspecto antiterrorista, arrastraban y, en su caso, golpeaban a numerosos hombres jóvenes algo tapados por una insuficiente prenda blanca, para colocarlos en un grupo rigurosamente ordenado que sólo mostraba las espaldas que ocultaban el resto de los cuerpos. La voz del periodista hablaba del plan antiterrorista en contra de las “maras” o grupos de delincuentes, y de las denuncias sobre los innegables abusos, que al amparo de tal consideración, se permitían tales fuerzas del “orden”.
Lo de las “maras” es una realidad que se dan en el continente centroamericano, al parecer como el único camino de respuesta que ven una parte de la juventud ante el negro futuro que les espera. Negro futuro que viene dándose con desigual intensidad en los distintos países de la zona.
Hemos citado los “escuadrones de la muerte” y podemos citar los muchos golpes de estado que se han dado en el subcontinente, como el inicial habido en la Guatemala, para señalar uno de los últimos con el desalojo del presidente Zelada en Honduras. Si eso lo relacionamos con las prioridades “democráticas” del presidente Bukele como el establecimiento del bitcoin, moneda capitalista en dicho país, podremos intuir las posibilidades de progreso y emancipación que quedan al alcance de las capas sociales más deprimidas de estos países. Quizá cualquiera pensaría que hay otra alternativas para evitar las mencionadas “maras”, más eficaces o al menos respetuosas que las del señor Bukele.
Comparto una experiencia personal relacionada con este asunto. Tras un viaje reciente, al bajar del tren se me acercó un joven preguntando por el autobús hacia Linares. Le ofrecí venir en el coche que me esperaba allí y tuvimos una charla en el viaje. Él me contó que era salvadoreño estudiante de una carrera técnica en la universidad de nuestra ciudad y de las dificultades que iba superando para su adecuación en sus estudios. Preocupado por lo que me había contado una de mis amigas asociadas a los Comités Óscar Romero, le pregunté cómo se vivía ahora en su país. Me respondió que ahora mejor y que curiosamente el nuevo presidente había establecido la citada novedosa moneda. Un poco escamado, le pregunté si además de ese adelanto, habían desaparecido los escuadrones de otro tiempo. Me respondió que ahora no los había y que la gente vivía mejor, algunos emigrando fuera y otros, como él, pueden estudiar en el extranjero. El viaje no dio para más.
Después le di vueltas a la conversación y muchas de aquellas cuestiones a mi mente con motivo de las impactantes imágenes comentadas. El asunto religioso no es la menor de ella. La imagen de don Óscar Arnulfo Romero lamentando tras salir de una entrevista con San Juan Pablo II porque éste la había dicho que hablara con el gobierno de su país sobre la matanza de obreros allí. Otra imagen es la muerte de tan bien intencionado clérigo y unos cuantos más asesinados en defensa de los pobres. La tercera y, tal vez, varias imágenes más, tenían que ver con la elección democrática del actual y resolutivo presidente masivamente apoyado por sus fervorosos y evangélicos seguidores. No hay que ser un genio para relacionar esta realidad con brasileña. En ambos países se había repetido el mismo proceso: la llegada del norte otra versión del evangelio acompañada de cierta lluvia de dólares dio ocasión para que aquellos Óscar Romero y Hélder Cámara, por incómodos para ciertos poderes, se perdieran de la memoria popular colectiva local y mundial.