Foto: Antonio Marín Segovia (Licencia Creative Commons)

 

Atrás quedan las experiencias de Atenas, o de las repúblicas italianas, así como los “Concejos Abiertos” con la participación o democracia relativamente directa. También hemos visto el acceso al derecho a votar, hasta hacerlo universal en las democracias reconocidas como tales hoy. Nos hemos acercado a altas cotas de democracia como en la Suecia de Olof Palme. Sin embargo, no podemos decir que el voto de una persona es igual al de otra. Sigue ocurriendo que bastantes votos se pierden y que, según donde, unos valgan más que otros a la hora de tener más representación. Sí, y todo ello sin que haya fraude de por medio. Y es que en todo ello puede ser decisivo el sistema electoral que rija en el país donde se vote. Ese es el aspecto que vamos a abordar aquí sobre la democracia representativa, dejando de lado la democracia presidencialista, aquella en la que el voto para el presidente si es directo. Aquí se trata de elegir representantes a una asamblea de tres tipos: concejales de un municipio, diputados del parlamento autónomo, diputados del Congreso Nacional. Es siguiendo la realidad electoral concreta de España como tratamos de ver algunas de las irregularidades anunciadas.

En España, como en cualquier lugar. las elecciones se rigen por lo que dispone la Constitución y la Ley Electoral. Aquí las dos leyes se aprobaron hace más de cuarenta años y apenas se han reformado. Como la realidad ha cambiado mucho desde aquellas fechas, hace tiempo se vienen pidiendo cambios. Para ver esa necesidad y algunas maneras de abordarlas con éxito, sigo a Urdánoz y del Olmo, autores de “Reformar el sistema electoral” que forman parte del foro “Más Democracia”. En el mencionado foro se reconoce la conveniencia de cambiar la Constitución, también para este asunto, pero ante la hoy difícil mayoría necesaria, se busca una solución centrada sólo en la Ley Electoral. Se vienen barajando modificaciones en torno a la circunscripción o distrito electoral de hoy, la provincia. Esta situación ha propiciado un mayor valor del voto rural, pues mientras para elegir un diputado en Teruel un voto contará como 3,8, en Madrid cuenta como sólo uno. También la fórmula de distribución de los escaños en cada provincia puede disminuir la deseable proporcionalidad de votos y escaños. Eso ocurre con la fórmula D`Hondt, o de la división entre dos, que es la aplicada en España. En el asunto de la pérdida de votos y de la mayor igualdad del valor de los mismos, se habla de eliminar barreras o porcentajes mínimos a las pequeñas o nuevas formaciones y no negarles la entrada por principio. También se viene reclamando una mayor democratización de los partidos para que los representantes estén más cerca del electorado que de la estructura partidaria. También se cuestiona con más razón la función del senado y crece la necesidad de convertirlo en cámara de representación territorial.

Una mirada global a esa realidad viene a confirmar la concepción preferente para el bipartidismo y la oposición al exceso de partidos deseados al poner en marcha la democracia. Hoy como quiera que el modelo de los dos partidos mayores se va perdiendo, ya se habla de reformas que vengan a atenuar la indefendible desproporción entre votos, el desigual valor de los mismos, así como las pérdidas de porcentajes mínimos y de restos impuestas como barreras a los pequeños y nuevos partidos para su freno. Las mejoras democráticas se convierten en una necesidad ineludible ante las señales de desafección del electorado también en este aspecto