Mítin de Pablo Iglesias en Málaga – Foto Cyberfrancis (Licencia Creative Commons)

Cierto día se me acercó un prójimo con cierta sorna para que habláramos de quien la gente llamaba El Coletas, al que citó con el aristocrático título. Intuyendo el cachondeo de la ocasión, repuse con ironía que tal vez se refería a uno cualquiera de los lugareños de tal pueblo, ya que, despojado de mayor nombradía el más destacado y acosado vecino, el común, ya ennoblecido, descansará. Ahora que el profesor Iglesias vuelve a ejercer su trabajo, para cuya cualificación no precisó vergonzante ayuda. Sigue el ejemplo de comunistas “malos” como Anguita y otros. Qué deshonra no pasar por las puertas giratorias para llenar su bolsillo con una paguita extra de las empresas eléctricas como antes otros políticos que abrieron la senda para los precios que ahora nos han puesto. Mi contertulio que, por otro lado mantiene conmigo civilizado, me iba diciendo con el gesto que ya está bien y que todo eso lo habíamos hablado bastantes veces. Yo iba a seguir, pero viendo en su rostro especial aprensión, callé para que soltara cuanto parecía haberle agobiado mi filípica, aunque algo más formal que en otras ocasiones, no iba exenta del tono irónico habitual.
Cuando callé y esperé sus palabras, tras una sonrisa me reprochó el casi discurso que con aparente guasa le había indilgado, uniendo bastantes cuestiones que él también lamentaba. Por eso él entendía que yo sentía me había excedido en mi discurso. Para compensar, hice un gesto que él entendía de sobra como una interrogación amplia pidiendo que adivinara el porqué de mi perorata. No hizo falta insistir más para que él siguiera recordando lo que tanto le he repetido sobre los tópicos que sueltan los medios del poder para que se les siga la maldita gracia, incluso por quienes saben la falsedad que encierran. Ya me ha dicho más de una vez que comparte conmigo que si los periodistas, medios, y la ciudadanía honrados no dieran pábulo a tanta patraña, otro gallo nos cantaría. Una vez más le hago ver que el mencionado tratamiento aristocrático, ha secuestrado o condicionado nuestra tertulia de hoy. Pero puestos en esa tesitura, hablemos del mencionado pueblo y del vecindario que increpa o calla ante la canallada dedicada a las criaturas del señor Iglesias. Se le condena, sin más, su traslado de Vallecas a dicho pueblo, sin considerar que puede tener sus razones o derechos, incluso el de equivocarse. No, aquí no vale el razonamiento, aquí lo que vale es el odio puro y duro para que quienes no tienen ocasión de razonar encuentren alguien contra quien despotricar lanzando su odio fallido e impotente. No tuve que seguir con mi razonamiento. Claro, ahora viene lo de todos los políticos son iguales, como lo de las pagas…, me decía sonriendo. Luego continuó con los varios infundios o denuncias judiciales que quedaban en nada y sin olvidar Venezuela siempre presente.
Llegado a ese punto, le pedí a él, como ciudadano moderado, que opinara sobre la retirada de Iglesias. Recordó que escuchó con atención, aunque desde lejos, algunas de las cosas que se decían en el 15M que coincidían con la regeneración de que hablaba Anguita. Por mucho que se quiera decir que todos los políticos son iguales, eso es algo que a Pablo Iglesias no se le puede aplicar. Renunció a ser vicepresidente al principio, luego dejó de serlo para acudir a unas elecciones ingratas, para acabar retirándose cuando entendió que era lo más conveniente para la izquierda. Que pudo ser arriesgado en sus decisiones y equivocarse, sí. También tendría que haber callado en alguna ocasión, para concitar menos tirria entre la gente de su cuerda y del público en general. Le insinúo Anguita. Con otra sonrisa me da la razón con aquello de “programa programa” que con sarcasmo se le reprochaba a la vez que se le tildaba de utópico o iluminado. Mi contertulio tuvo que aceptar, desde su perspectiva que hay poca escapatoria ante tanto odio que propicia un acoso desalmado que lleva la violencia ajena a la verdad y del mínimo respeto a la persona.
Reconocida dicha situación, se quiera que no, la sociedad en general, tenga la ideología que se tenga, tiene el reto previo: la defensa de la propia democracia. Lo ocurrido con Iglesias, algo que podía haber sucedido con más personas, es más clarificador si cabe. “El Coletas”, pese al desprecio con que se le llamaba, ha sido el artífice de la moción de censura a un gobierno corrupto. Esa es una realidad irrebatible. Desde muchos rincones y en bastantes momentos se ha pedido la regeneración de quienes “no nos representan”, porque a esto “se le llama democracia y no lo es”. Vino alguien que pareció mancharse como los demás, pero al final ha resultado de lo más limpio que se puede ser en este mundo y este momento. No ha sido “marqués”, mucho menos “rata”, como trató de llamarle la gente de la Violencia el Odio y la Xenofobia. Sólo un demócrata inquieto que busca el bien común a través del esfuerzo intelectual y de la palabra, algo que parece inquietar a ciertos poderes.