Como ciudadano español, una de las cuestiones que más me preocupa es la situación que vivimos o sufrimos en nuestra patria es el discutible uso, o abuso, de la libertad de expresión. Viene esto al caso con los recientes reproches que se le están haciendo al Papa francisco. Los transcribo aquí tal cual lo pronunciaron destacadas personas con proyección pública. Bertín Osborne: “No lo puedo ni ver (al Papa Francisco), es un bocazas y no hace más que lanzar estupideces”. Antes, el señor Marhuenda, tertuliano y director del diario La Razón había escrito: “A estas alturas existen pocas dudas de la escasa simpatía que tiene el Papa Francisco por España. Estoy convencido de que el Espíritu Santo se confundió y los cardenales eligieron a un catastrófico Pontífice”. En EEUU la señora Ayuso: “Me sorprende que un católico que habla español hable así a su vez de un legado como el nuestro, que fue llevar precisamente el español y, a través de las misiones, el catolicismo y por tanto la civilización y la libertad al continente americano”. Aznar, el ex presidente del PP, mostraba su acuerdo al decir: “Yo no voy a pedir perdón”. Desde la escisión del PP, también la derecha más extrema se pronuncia a través de sus responsables. Uno: “No entiendo muy bien qué hace un Papa de nacionalidad argentina disculpándose en nombre de los demás”. Otro, tratándolo como “Ciudadano Bergoglio”, cual si hubiera apostatado. Para que se vean tantos excesos, valgan las palabras nada sospechosas en la COPE de Carlos Herrera: “Francisco no pidió perdón por la conquista de los españoles. Pidió disculpas si se consideraba que la Iglesia cometió irregularidades hace 500 años. No ha dicho nada nuevo. Liarse a mandobles con Francisco, al que se le tienen muchas ganas, por simplemente calmar las cosas es exagerado”.
Los anteriores rifirrafes han tenido lugar entre facciones católicas, en función de sus desiguales intereses y coincidencias con el Papa actual. Está claro que Francisco no es del agrado de la derecha extrema de España ni de allende las fronteras entre el clero con relativo poder también en el Vaticano. Y es que hasta en la “silla de San Pedro las cosa cambian. Pío XII en los treinta del siglo pasado se decidió por estar más cerca Hitler, Mussolini y Franco, apoyando la “Cruzada” de éste en España. Luego Juan XXIII se pronunció en contra de la guerra ni aunque fuera fría. Pablo VI le puso sordina al plan de su antecesor. Tras la extraña muerte del Papa Luciani y de unas cuentas que al parecer no cuadraban bien, llegó Juan Pablo II, muy distinto al brevísimo Juan Pablo I. El Papa polaco no tuvo problemas con las cuentas ni con occidente y ayudó a eliminar el muro de Berlín y a debilitar la Teología de la Liberación. Favoreció en su catolicísima Polonia anteriores tradiciones, hoy de dudosa democracia. Benedicto XVI siguió la estela de su antecesor hasta que la confrontación entre dos catolicismos contrapuestos lo hizo dimitir. Parece que, como dicen Vargas Llosa y Marhuenda, los cardenales no supieron votar bien y llegó este Papa argentino que no es tan amigo del neoliberalismo más cercano al mundo de los ricos.
Vuelta la Iglesia Española a la senda papista, que en su momento fijó el cardenal Tarancón, el nacional catolicismo de Aznar, Casado y Abascal, lamenta la marcha atrás. Importa un comino que las decisiones de la Iglesia de aquel purpurado, que quisieron llevar al paredón, pretendían rectificar la imagen belicista de Pío XII, y apoyar la senda democrática para España. Parece ser que a los tres mencionados demócratas y seguidores constitucionalistas de nuevo cuño no placen las propuestas del “bocazas” Papa Francisco. Ni siquiera valoran la opinión del admirado Carlos Herrera al decir: “Liarse a mandobles con Francisco, al que le tienen muchas ganas, por simplemente calmar las pasiones es exagerado”. Pese a las opiniones de algunos vividores del espectáculo, el asunto que nos ocupa tiene bastante trascendencia allende nuestras fronteras. Además de la confrontación dentro del catolicismo en lo doctrinal y sobre todo en lo ideológico o económico con flujo de importantes inversiones, hay una estrategia religiosa más amplia. Sectores ultras del catolicismo y evangelismo vienen articulando una instrumentalización de la religión en pos del poder político como se puede observar en diversos países americanos.
He tratado de ampliar la información sobre lo que el gran público percibe como un simple desencuentro entre la actual derecha española ante el Papa Francisco, al que sus rivales dejan en el camino el calificativo de “bocazas”. Devaluado así la máxima autoridad para quienes se consideren católicos, sus rivales pueden ensalzar su propio discurso nacional católico más neoliberal. Así, con argucias como esa, con la complicidad de mayoría de los medios de comunicación y otros poderes, lanzan a la ciudadanía versiones tendenciosas. Valga de ejemplo una información en RTVE hace unos días con una entrevista al señor Casado. En un telediario con titulares muy discutibles, sin que ni quien entrevistaba o presentaba la noticia hiciera la menor precisión. Se debe entender que informar hoy con honradez sería representando bien a la audiencia ante el periodista o medio que envía el mensaje para que éste no sea tendencioso. Eso en general no ocurre y lo que se repitió de la entrevista de Casado en dicha entrevista llegará a millones de tele oyentes sin la conveniente aclaración como la de Herrera sobre las verdaderas palabras de Francisco en la colonización América.
Volviendo al título, como corresponde a cualquier información contrapuesta, es siempre deseable buscar la información más rigurosa posible. Aquí hay algunos datos sobre los “españoles españoles” entre cuyas apreciaciones nunca falta la ofensa, bocazas en este caso, a quien no acepta la opinión de tales. Al otro lado queda la información alternativa sobre lo que en verdad se dijo y los difíciles caminos por donde transita la que no es afable con el poder. No se reproche a quien escribe calificativos de papista, revisionista de la colonización, ni de monárquico que la honra. En todo son ajenas las palabras que entiendo cargadas de sentido.