Foto: Manuel Puentes Rojas (Licencia Creative Commons)

 

No es nada personal, pero ya sabes que no podemos seguir en la empresa y que como responsable me toca a mí decírtelo. El trabajador despedido se queda mirando a quien antes era compañero y ahora han encumbrado a la sofisticada tarea de “recursos humanos”. La insistencia en la mirada del trabajador despedido obliga a desviar la propia. Antes siempre que hablábamos era siempre personal, pues no cabe otra entre la gente que se considera entre iguales y más si hay o había lazos de amistad. Bien sabes tú que a mí me fastidia comunicarte esto. Ya sabes tú que la cosa está muy mal. Vale, vale no sigas por ahí que eso es algo discutible y que antes lo discutíamos, pero ahora esa es una decisión que en origen la ha tomado alguna persona, y entonces si era personal. Si, si, bien sabes tú que yo no te he quitado nunca la razón, pero tengo prisa pues me están esperando. Vale hombre vete ya pero por el camino no olvides que todo lo que nos viene pasando son decisiones de personas y de don Dinero. Eso no lo debes olvidar ni ninguno de quienes por aquí veníamos hablando de esta sociedad. Cuando el antiguo colega se alejaba los demás trabajadores siguieron el razonamiento allí iniciado.

El más cercano comentó la historia de su vida laboral. Cuando yo trabajaba en una gasolinera me habían exigido que antes de entrar hiciera un curso de manipulador de materias peligrosas. Al cabo de diez años, la empresa, que seguía teniendo las mismas o mayores ganancias, me vino con el cuento de que “la cosa está muy mal” y que por ello iba a quitar el turno de la noche y que pondría autoservicio. Aunque litigamos que aquella decisión la había tomado una persona, el dueño, que se escondía tras un empleado y la complicidad de la administración que de la noche a la mañana entendía que los carburantes ya era una mercancía sin peligro. Así hubo una reducción de plantilla que siguiendo por ese camino dejó la empresa al conjunto de surtidores que controla en la mitad del personal que tenía cuando la cosa se empezó “a ponerse mal”. Tras ello invitó al conjunto para que se juntaran a tratar el asunto tras la jornada, aunque mostró su experiencia casi fallida.

Cuando se reunieron, entre las explicaciones sobre la legislación sobre el despido y las razones que se venían arguyendo de la patronal, se comentaba la deriva económica de esta sociedad y sus peligrosas contradicciones. Una compañera cuyo marido era prejubilado de banca dejó al margen lo de los cajeros que ya lo había repetido mil veces, hoy comentaba la situación de la España vacía en la que siguen viviendo sus padres. Ahora, después de cerrar la oficina del único banco que había en el pueblo, el empleado que seguía yendo una vez a la semana ha dejado de ir. Se han manifestado con el alcalde por delante y le han prometido que van a poner un cajero automático. Ya me dirás como se van a arreglar la mayoría de personas de edad para aquellas operaciones que le obligarán a hacer más allá de sacar dinero. Lo que dicen cuando se juntan, que maldita la ocasión en que hicieron caso para abrirse una cuenta, que más valdría que hubieran seguido con el dinero en el colchón, como era costumbre por allí.

Lamentablemente el remedio para los despidos que vendrían después terminar pronto, pues no veían más que aclarar las verdaderas razones de los despidos y siguieron dándole vueltas al fondo del asunto. Aparte de un mundo lleno de máquinas que acabaría con el trabajo, sólo habría el contacto personal de tarde en tarde. Ya sea el teletrabajo, las compras por teléfono o por internet, apenas quedaría trabajo para los repartidores. Alguien comentaba la experiencia de la tienda de su madre a la que llegaban las vecinas o los niños pidiendo fiado cuando las temporadas de paro y crecía la lista de la libreta. Más allá comentaban la falta de contacto con el médico de familia que cada vez tenía más cartillas familiares. El asunto de la escuela y la necesidad de que el alumnado aprenda a razonar en el contacto entre iguales sobre los problemas fundamentales para el mundo tan negro que ya asoma la oreja. Alguien sacó a colación a Orwel y la visión del Gran Hermano. Ese poder cada día más lejano que controla riquezas, máquinas y pensamiento de la gran mayoría. Esa gran mayoría que ha dejado en gran medida de ser personas, como tales y con su propio criterio y no un inmenso rebaño de seres solitarios que no filosofan. Es decir que piensan sobre la importante de ser personas autónomas solidarias y creativas.