Escucho con atención el discurso “negacionista” o de quienes niegan la pandemia y la necesidad o modo de abordarla. Este colectivo, por muy heterogéneo tantos en sus razones, intereses o actitudes, a mi parecer, ha de atenderse de manera más compleja, aunque en conjunto significa otra tensión a la propiciada por la oposición irresponsable. Como se ha dicho y se viene haciendo desde los medios sociales y científicos estas disensiones han de abordarse con información y diálogo que eludan bulos y argumentos menos fundados. Eso es lo que he venido haciendo en mi entorno y lo que me propongo en este escrito. Trato el asunto con algunos ejemplos, ya que el total sería imposible aquí. Veamos.

Empiezo aceptando la razón de su desconfianza, ya que en nuestra sociedad el poder tiende a un mayor control de la ciudadanía. No se puede negar que desde los medios de información social, o de los aparatos policiales, pese a la intención de quienes gobiernen, tienden a disminuir garantías democráticas. Si fuera así, que para mí lo es, sería responsabilidad también de la ciudadanía, que no hemos defendido ante ocasiones tan palmarias como la aprobación o mantenimiento de la ley “mordaza”. Ante ella y otras pérdidas de libertades, no hemos reaccionado, dejando así la tierra abonada para situaciones como la denunciada.

Hablan de informes de científicos que son marginados o que en el mejor de los casos se ven en un programa de lo sobrenatural o de fenómenos misteriosos en general. Sugiero que, pese a las trabas que puedan encontrar para exponer su versión ante la administración o en los medios de mayor audiencia, que perseveren. En ese sentido he sugerido y mantengo que lo hagan ante cuestiones concretas citadas por la oficialidad, para un debate ordenado.

Citan a los poderes económicos y su afán de lucro, cuestión innegable en esta sociedad capitalista, en la que todo se vende, a ser posible con máxima ganancia cuando algo escasea. Tampoco el poder de las farmacéuticas que establecen precios injustificables e imposiciones sobre gobiernos y entes internacionales como la O.M.S. Como decíamos es el tributo a la lógica del mercado en perjuicio del bien común. ¿No es la defensa de la economía por encima de la vida humana la que defienden Trump y Bolsonaro causantes de más muertes de pobres?

Desconfían de las vacunas, además de las razones ya citadas, por el miedo al control que a través de ellas se pueda ejercer en incluso sobre su posible inutilidad o ineficacia. El afán de lucro se podría aminorar obligando al control que los estados debieran ejercer. Por ejemplo, la mayoría de medios para las nuevas vacunas proceden de los estados. Si los propios estados hubieran obligado a un uso más popular otro gallo cantaría. Es más, hay el precedente de la vacuna para la malaria que el doctor Patarroyo cedió sus derechos.

Es verdad que en la industria bio farmacéutica hay procesos en los que pueden aparecer elementos patógenos. En este caso, como en el uso bélico de ciertos progresos, habría que establecer un control. Sobre la utilidad de las vacunas, como en el caso de ciertas medicinas, el mismo control. Está claro que han servido para la erradicación de enfermedades. En cuanto al origen de del propio virus, habrá que aceptar la rotura cadena biológica actual y la que puede anunciar nuevas pandemias para el futuro, como consecuencias a las agresiones a la naturaleza.

Podríamos ver más aspectos, pero dejémoslo ahí. Entiendo que hay con frecuencia razones para la desconfianza, incluso para la rebeldía, ante los peligros para la libertad y otros derechos de las personas. Pero, como he tratado de demostrar, eso no es cuestión de ahora sino el resultado de una acumulación paulatina. Lo que si conviene es un análisis serio y permanente. De no ser así, por juntar las churras con las merinas, acabemos sustituyendo las mascarillas, para aumentar mordazas de varios tipos y probablemente más irreversibles.