El señor González, Isidoro en la supuesta clandestinidad, tenía llamativas y eufóricas ocurrencias en sus tiempos de “estadista”. Una de las más célebres, de conveniente recuerdo en estos tiempos sería: “En las cloacas también se defiende al Estado”. Claro que su concepto del Estado estaría muy cerca del de su “honrado” socialismo. De guardián de las cloacas de Interior, aunque hay otras, puso al señor Barrionuevo quien cayera con su equipo, aunque sin la “X” en el caso del GAL y la guerra sucia. Como entendía que necesitaba cloacas él no tuvo problemas en mantener a Billy el Niño y demás colegas del pasado franquista. Cuando tuvo que buscar sustituto a Barrionuevo, encontró al compañero Corcuera, el de ley de la patada en la puerta. Y es que el tipo de transición que se había acordado incluía ministerios de Estado- supongo que franquistas- como ejército, interior, justicia, economía y alguna más. Así para que si al gobierno llegaban quienes no estaban en la tostada de la “modélica transición”, que al menos hubiera un filtro.
Y tanto que lo hubo, la realidad dejó de ser tan modélica y en el PSOE se coló Zapatero, “Bambi” para el entorno de González. Ya como presidente tuvo que poner en Interior a un juez moderado, una ministra discreta en ejército y duró poco cuando en economía tras que le leyeran la cartilla los de la pela en Europa. Así que tuvo que rendirse con lo del 135 de la Constitución. En el resto del camino quedó una buena televisión, no al tabaco, legalización del aborto y matrimonio del mismo sexo. Es lo que buenamente se pudo en aquella situación, con apoyo limitado en las estructuras del Estado, y no mucho mejor dentro del PSOE, donde la mano de González seguía siendo fuerte. En el caso de Sánchez, no hay que olvidar el “golpe de partido” y la actitud dudosa, si no adversa, de algunos barones al ejecutivo. Además de un PSOE dividido, Sánchez encuentra a la maquinaria estatal franquista que se cierra a una versión de izquierda no felipista. Tras noviembre sin la diálogo posible con esa derecha, a Sánchez no le queda más remedio que el gobierno de coalición. En los primeros meses la oposición, como contra Zapatero, no acepta la voluntad de las urnas. Llegada la tragedia COVID19, cuyo análisis sereno cuestionaría aun más los recortes del PP en sanidad como causa de mayor mortandad, arrecian sus ataques ignorando que está de por medio la vida de muchas personas. Ataques que contrastan con la habitual colaboración de la oposición en las democracias. Como habían adelantado, harán una oposición usando todos los medios a su alcance: políticos, jurídicos, mediáticos, económicos y religiosos. Por si faltara algo, ahí están las cloacas bien coordinadas en sus vertientes policial, judicial y más. El ministro Fdez. Díaz ya habían dejado un reguero de afines que formaban la denunciada policía política. Quién la dirigía, Coisidó, además tenía determinante influencia entre los jueces y fiscales que podían llegado el caso “afinar” documentos. Exquisita separación de poderes por entonces.
Marlaska al llegar a Interior se toma con excesiva prudencia, si no con miedo, la formación del equipo de confianza que destierre con rigor la cloaca de Fernández y Zoido en Interior. Han pasado casi dos años y aún siguen en sus puestos Fuentes Gago, Pérez de los Cobos y las respectivas redes de la anterior “confianza” en Policía o Guardia Civil, bien relacionados con jueces como Rodríguez Medel. Las componendas de los Cobos en contra de Franco, el Delegado del Gobierno en Madrid sigue adelante como si gobernara Rajoy. El responsable de la Policía de Madrid es quien manda los muy discutibles operativos policiales en barrio de Salamanca, o en Ferraz. También al subinspector Perdiguero acusado confeso de difusión de bulo promovido por VOX, se le hurta a la Fiscalía. La excesiva prudencia de Marlaska retarda la lógica y- a todas luces- necesaria remodelación en el equipo policial, en que se mantiene aún al significado Fuentes Gago. En Hacienda se mantiene cierta inercia anterior. También en la RTVE, apenas quedan profesionales de los nombrados por el comité elección parlamentaria, eliminado con la llegada de Rajoy a favor de sus adeptos que en ocasiones mantienen su fidelidad. Esa realidad en cargos directivos ayudan a las resistencias que, desde los poderes económicos, religiosos, al cambio del gobierno nacido en las urnas. Grupos de presión y cloacas con mayor o menor influencia que dificultan la labor del gobierno en su beneficio: la reforma laboral o fiscal tantas veces prometida, evitar las puertas giratorias y otros mecanismos que favorecen la denostada. Puertas giratorias que defienden Aznar y González, quien no tienen inconveniente en influir en el nombramiento de director de periódicos que favorezcan su interés.
Lamentablemente, acabamos por donde empezamos, por las cloacas más o menos influyente y medios de presión que pretenden desvirtuar la propia democracia. Democracia que de ser el poder en manos del pueblo, quedaría en manos quienes tras unas elecciones dictan que gobierno es o no el adecuado. Democracia que tratan de cambiar quienes han accedido a una responsabilidad, ya sea de funcionario, ya sea por su relevancia en el pasado que quieren mantener privilegios hoy contrarios al bien común. Frente a esa realidad no hay mejor remedio que más democracia y la fortaleza de la ciudadanía que con claridad se oponga realmente a la corrupción y a la impunidad que la mantiene.
Congreso de los Diputados – Foto: Oriol Salvador (Licencia Creative Commons)