Decía Goebbels, ministro de información de Hitler, que una mentira mil veces repetida se convertía en verdad. Hay quienes repiten hasta la saciedad el mismo mantra, y no tengo claro si en busca de tal fin, o de que nadie crea en nada. El caso es que una situación tan dramática como la actual del COVI19, por aquí hay quien sigue despreciando al gobierno, como tras varias elecciones democráticas con la misma mayoría. Lo que sí es cierto que de uno y otro lado, hay una continua lucha por su verdad. Como tengo dudas sobre el aprecio que la ciudadanía podamos tener al respecto, se me ocurre revisar el título por si viera luz.
Está claro que entre españoles y españolas cada cual forma su opinión como quiera, crea conveniente y contrastando o no la información que quiera. Como consecuencia, cada persona tiene su opinión tan respetable como las demás. A la hora de relacionarse, es lógico y posible discrepar de opinión. Dentro del respeto debido se puede intentar buscar la verdad. En su legítimo derecho, cada cual entiende que la suya es más verdad que la ajena En esa situación, valdría el dicho machadiano: “ni tu verdad ni la mía, vayamos juntos a buscarla”. Como la verdad exacta e indiscutible no es fácil, si no llegamos al acuerdo, que prevalezca la respetuosa amistad, y cada cual con la suya, que san Pedro se la bendiga. Claro, que cuando urja, no se podrá dejar la cosa así y buscaremos un remedio. El art. 20-1 de la Constitución nos asegura el derecho a la verdad, pero cuál: la mía o la ajena. Como quiera que es muy difícil determinar una verdad como indiscutible, estamos en las mismas. A eso hay que añadir la contraposición de los derechos a la verdad y a la información, sin que medie la censura. Y además dando prioridad al derecho de información en caso de verdad dudosa. Se entiende que en la realidad actual, es necesario un marco legal para impedir la perversión que ampara la mentira o el bulo. El jurista Pasquau Liaño sugiere dos vías. Una a través de la adaptación del derecho de rectificación en la Ley Orgánica 3/ 1.984. Otra, la eliminación por vía civil del bulo a costa del fabricante, una vez demostrada la falsedad del mismo.
Un grupo de periodistas que sienten como un daño para la profesión la proliferación de tanto bulo, y pensando además que sería también un servicio a la sociedad, han creado una revista con este fin. Me parece que hay al menos dos, pero sólo recuerdo la llamada maldita.es . Éstas funcionan recogiendo la noticia que entienden como falsa, y añadiendo tras la misma las suficientes evidencias que demuestren que la primera es falsa, e incluso infamante. Yo, como lector me alegré mucho de ese servicio, pues supongo que toda persona se alegrará de que se despeje el ambiente de toda falsedad. Pues no. Hay determinadas personas u organizaciones a quienes molesta que ese servicio exista. Quien se pica, ajos come, dice un refrán de mi pueblo, pues me cuesta mucho entender la animadversión a esa ayuda a la verdad. Si tuvieran desconfianza a la existente, siempre podrían fundar la propia.
Es triste que se empiece tratando a desprestigiar a personas y se acabe logrando que la gente desprecie la verdad de la política, que bien entendida es la organización de la vida en común. En estos días de confinamiento, hemos sido capaces de acercarnos al vecindario con menos prejuicios. Hemos compartido dificultades y opiniones sobre el COVID19. Un paso más sería poner en común alguna manera de pensar hasta la respetuosa discrepancia. Así lograr que las verdades sean cada vez menos tendenciosas. Esperar que esa reducción de prejuicios vaya a más en cuanto nos rodea: medios de comunicación y en las propias opiniones. Quizá si entráramos por esa senda podríamos ir eliminando la crispación de este país, en todos sus ámbitos. Sería ideal para salir con bien de esta pandemia y de las que se puedan presentar que vaya a saber usted lo que nos espera.
magnífico artículo, como siempre……..gracias Antonio