En el año 2.015, mientras en España sufríamos las consecuencia de los grandes recortes impuestos por el gobierno Rajoy que seguía al pié de la letra la orientación de la troika, en Portugal el gobierno Costa. El socialista propuso suavizar la austeridad y obtuvo el apoyo de los comunistas y el Bloque de izquierdas portugueses. En los primeros años se alabó al gobierno porque se creía que había hecho frente a la Comisión Económica y por haber estimulado el crecimiento. Pese que a la coalición se le llamaba chapuza, jerigonça en portugués, hubo su ilusión. Por eso en aquellos momentos apenas se informaba aquí del vecino portugués y de su tránsito menos penoso. Además del crecimiento se logró bajar el déficit y aumentó el empleo. De alguna manera se consideraba la mejor situación entre los gobiernos del sur de Europa. Se creía que el socialismo portugués se adaptaba sin mayores problemas a las medidas neoliberales.
Pasados los primeros años, las restricciones legales dictadas por los gobiernos anteriores y las imposiciones de la Troika para el desarrollo turístico y la atracción de dinero extranjero, indujeron a otra burbuja inmobiliaria. Lisboa se acercaba a la situación de Madrid o Barcelona y agravando la situación para las viviendas de familias modestas. La nueva ordenación urbana, de corte neoliberal, enfrenta a los vecinos tradicionales de la ciudad con el turismo llegado. Con esta situación ya no se puede seguir haciendo frente a la deuda, ya que ello supone a renunciar al dinero que, invertido en el sector público, permitiría más empleo .Por el contrario, el ministro Centeno, como liberal, ha rescatado también un banco. El crecimiento hasta el momento se ha basado en la precariedad social que no se ha recuperado de los primeros recortes. Para más inri los incendios de 2017 en 30.000 hectáreas de bosque causaron la muerte de 68 personas y pusieron al descubierto reducción de un tercio de los medios de extinción. Esa medida se ve como muy grave en un país con el 32% de su superficie cubierta de bosque y que devasta cien mil hectáreas de media cada año. De todos esos bosques el eucalipto ocupa la cuarta parte. Pese a que la Liga para la Protección de la Naturaleza denuncia esta tendencia, ya que el eucalipto, árbol de origen australiano, es muy inflamable y empobrece los suelos. Sin embargo, por su crecimiento rápido, esta especie es vendida como materia prima para la industria papelera. Pese a que los incendios con su reguero de víctimas y al deterioro que causa al suelo, el eucalipto se sigue plantando en una tendencia por la ganancia rápida. En las zonas poco pobladas, de las que los jóvenes han huido hacia Lisboa, las envejecidas gentes siguen plantando de eucaliptos los campos que debieran cultivar quienes emigraron. Así se ayudan en su vejez, en lo que los ecologistas llaman el “eucaliptugal”.
Cuando se acercan las elecciones, los aspectos de moderación de la crisis se han ido evaporando. El avance turístico se ha estancado y no llega a encontrar una armónica convivencia con los moradores de las ciudades atractivas. Por otro lado las medidas restrictivas que el gobierno socialista ha aprobado con el apoyo de la derecha, ha hecho disminuir el apoyo que la izquierda le venía prestando desde fuera. Y es que los deberes neoliberales impuestos desde Bruselas se van imponiendo a las medidas sociales de que se hablaba. El desarrollo y mejora social se sigue buscando con las subcontratas, el trabajo precario y mal pagado. Se llegan a alcanzar jornadas de diez y seis horas y huelgas frecuentes como la promovidas por la SEAL, sindicato de estibadores.