Ahora que ya han pasado unas semanas de los sucesos de Cataluña o de la exhumación del general Franco, tratemos de rumiar algo sobre tal avalancha de no noticias. Creo que no insistiremos suficientemente sobre lo que hay detrás de tales empachos manipuladores de la tele como medio más accesible. Siempre se ha dicho que los árboles no dejan ver el bosque y ese podía ser el resumen del asunto que no hemos de dejar pasar sin tratar ya que en él volvemos a recaer una y otra vez. Tratemos de ver si encontramos pintas nuevas sobre el problema viejo.

En la insistente noticia sobre el cambio de tumba hay una evidente motivación política y unas innegables razones que debieran abordarse en su justa medida. Lo de la justa medida es algo que se practica poco en la mayor parte de las propias situaciones. Tal hace que lo oportuno se convierta en oportunismo si se abusa del momento u otra ventaja que nos ha presentado. El presente gobierno o los anteriores podrían haber sido más oportunos si hubieran procedido a la solución de esta irregularidad en su tiempo como se hizo en su momento en Alemania. Por ello que no haya faltado quien diga a buenas horas mangas verdes. Ese comentario se podría abordar con mayor información, lo que obligaría a explicar por qué ahora y no antes. También si valen las razones de los últimos tiempos o de aquellos pasados. Lo mismo si la fecha ha venido impuesta por algún imponderable o se ha elegido por alguna conveniencia. Eso cada cual debiera descubrirlo valorando lo que ha venido ocurriendo y las implicaciones que el hecho puede tener.

Aparte del aspecto político está la componente mediática. Ésta, por un lado, viene determinada por el lucro que las cadenas pueden obtener a través de la mayor publicidad cuando crece la audiencia. Ni que decir tiene que para aumentar el seguimiento público, los medios no reparan en rodear del máximo morbo la noticia cubierta, en lugar de ponderar lo más destacable. En esta tendencia hacia lo menos importante y supuestamente más divertido, parece haber un círculo vicioso: el público se acostumbra a este tipo de programas o son los medios lo que ofrecen lo que se les demanda. Hablan los expertos de que hay una suma de ambas tendencias que bien articuladas por los medios, acaban haciendo a la audiencia más dependiente y menos crítica con lo que se le ofrece. En tal situación, hay una estrategia general de los medios tendente a convertir las noticias en espectáculo. En ese ambiente de evasión apenas se repara en separar el trigo de la paja y a no relacionar la historia que nos cuentan con nuestra propia vida. En otra ocasión hablábamos de los trucos que el poder político venía usando para que acabáramos aceptando como soportable lo que en principio teníamos por indeseable. Hoy vemos que además del dinero de la publicidad los medios tratan de conseguir lo que el poder global que los controla les pide personas más acríticas.

El resultado de tal manipulación es ver que a Franco lo sacan del valle de los caídos y no perciben que allí quedan más treinta mil personas a quienes sus familias no han podido sepultar ni en la más humilde tumba. Tampoco se llega a relacionar a los fanáticos de aquellos reportajes con quienes no reconocen a la violencia contra las mujeres, cuya muerte nos crispa o entristece. No reconocemos a quienes piden que no se acoja a esas criaturitas que perecen en el mar huyendo de la muerte que les ocasiona la guerra o el hambre. No llegamos a reconocernos en esas situaciones en que emociones contradictorias nos hacen dudar de lo que realmente sentimos.