En mi información diaria trato de no quedarme en los titulares y procuro de entrar al “por qué” de la noticia, un aspecto que no debiera faltar al periodista digno de su pofesión. Otra cuestión necesaria es mirar la relación que cada hecho pueda tener con lo que acontece a aparece a la par. Algo de eso me ha ocurrido en poco tiempo. Hace unos días leí una interesantísima entrevista al catedrático de la universidad de Córdoba especialista en Alimentación y Hambre. Lo que expresaba este experto no podía encontrar mejor contraste o complemento que el artículo que hace unas semanas titulado “De la nevera a la basura”. Por supuesto que no se trataba de la nevera que le preocupaba, o no, llenar en su canción a “El Arrebato”. Aquí se trataba de relacionar y saber lo máximo posible entre el derroche y la carencia de alimentos para sobrevivir. Así que empecemos por lo que ocurre sobre la abundancia aquí en España, ya que nos pilla más cerca.

El 84% de los alimentos se desperdicia en España, gran parte de ellos sin siquiera cocinar. El caso es que casi nadie tiene conciencia de que desperdicia, pues aunque ocho de cada diez despilfarra, la gran mayoría no tiene conciencia de esa realidad ni en su propio caso. Sólo en el 16% declara que si tira comida, que no siempre está deteriorada. La realidad es que en 2.018 han ido a la basura 1.339 toneladas de comida . Éstos y otros datos se publican en informe anual del Ministerio de Agricultura y Alimentación que se empezó a publicar desde 2.016. Ya desde el inicio se ha producido un incremento del 2,7 en 2.017 y 8,9 en 2,018. Según el estudio, la distribución de basura por clases sociales es de 305.000 toneladas en la clase media baja, 242.000 la clase media alta y 180.000 en el caso de los pobres. En 2.017 el Congreso aprobó la propuesta a la población de que donara la comida estancada, con la que el 84% estaba de acuerdo. Sin embargo, como vemos se refleja muy poco en los hechos. Han surgido dos plataformas preocupadas por la cuestión como “Prosalus” por un consumo colaborativo y “Yo no desperdicio”a las que poco se ha escuchado . Además las autonomías están dictando normas al respecto, que no siempre se coordinan y en ocasionan pierden su eficacia. A la hora de fijar responsabilidades hay quienes hablan de una responsabilidad colectiva, pues en conjunto hemos deteriorado el concepto de alimentación. También ocurre que nos gusta probar de todo, ello nos lleva a desperdiciar parte de la porciones tomadas. En el sector de producción y distribución se cae en la tentación del marketing en detrimento de la ética de alimentadores. También tiende a dar más salida a los productos más abundantes. En cuanto al desperdicio, no se restringe a la hora retirar algún producto que ha agradado menos al público. En cuanto la administración, ésta deja en su beneficio que sea la iniciativa privada quien asuma funciones públicas. Por ejemplo, en el caso del etiquetado debiera, además de la seguridad alimentaria, fijar con rigor datos que beneficien al consumidor. Ejemplo, al marcar fecha de consumo podría añadir a la de “ preferente” otra como “válida”, impidiendo cierto desperdicio. El informe concluye con el compromiso, como país, de reducir el despilfarro al 50% para 2030 recordando que el desperdicio de alimentos tiene una importante incidencia en el cambio climático.

La entrevista de Esquinas empieza diciendo que cada día mueren 40.000 personas solo de hambre. Sigue diciendo que eso ocurre por el crimen de la especulación, hecho que aún tan maligno sigue siendo legal. Recuerda su lucha durante los veinte años que ha permanecido en la FAO y la limitación de presupuesto de esta institución para hacer frente a las grande multinacionales agroindustriales que van acaparando tierras combustibles y cuanto necesitan para concentrar la producción de alimentos en pocas manos. Estas grandes empresas funcionan como las de otros sectores con sus mercados de futuros en los que marcan los precios. Al hablar del hambre en esos países, empieza por decir que eso se podía haber resuelto con voluntad política como decía Kennedy en los sesenta. Pero no la ha habido porque con el 2% del gasto de armamento bastaba. Al hablar de hambrunas distinguía entre las coyunturales y las crónicas. Las primeras, originadas por la naturaleza tienen fácil solución. Las crónicas no tanto porque la multinacionales producen alimentos para quienes puedan pagar. Les conviene que ciertos países sean pobres para acaparar las tierras de los mismos. Claro que todo es política y nos invita a que al coger el carro de la compra lo convirtamos en carro de guerra frente a tanto especulador sin escrúpulos.