Al hablar de salud, uno de los problemas notables es los medicamentos. Nos preguntamos si el servicio de los mismos es hoy el más adecuado tanto para la patología de cada persona o para la de cada país. Dejando de lado el repetido debate entre el igual o distinto efecto del genérico u otra marca, así como las dudas sobre las relaciones entre farmaindustria y los médicos, hay más. También en Europa surgen dudas sobre los fármacos que realmente son los necesarios. Lo mismo si los frecuentes cambios atienden a auténticas mejoras y se acompasan con los avances en investigación. Miremos también si el incremento real del gasto impuesto con motivo de la crisis a las las familias más pobres se revertiendo, ahora que se dice que va pasando. Siguiendo los datos facilitados por Germán Velázquez, experto de Ginebra, trataré de responder a la mayoría de las preguntas formuladas por aquí y en otros países.

La subida de la factura de cada país, en cada lugar trata de afrontarla de desigual manera el gobierno. Aquí ya sabemos, con la exclusión de algunos de la gratuidad acostumbrada, o con el copago o repago en otros. De esa manera, serán las familias quienes habrán de pagar, si es que pueden, por lo que el problema sanitario se hace también económico y social. Tanto es así, que se entendió como un Derecho Humano más firmado por 72 países en 2.016. Ante esta necesidad, las personas y los países en su nombre, preguntan a la Organización Mundial de la Salud (OMS) por los fármacos realmente necesarios. En 1.977 la OMS respondió que 260 que en su revisión de 2017 elevó a 433. Pese a esos datos, la realidad es que han aparecido muchos más, desde unos 7,500 en Suiza, hasta 56.664 en 2.010. Eso ha hecho que el gasto por persona en un año se haya puesto, entre 300 y 375 dólares en Dinamarca e Inglaterra, 633 en Alemania, 641 en Francia y 995 en EEUU. Los estudios dicen que esas diferencias no significan que donde más se gasta tengan una mejor asistencia sanitaria. Eso nos invita a averiguar qué pasa.

Primero, se nos dice que tantos cambios o apariciones de nuevas medicinas ni son tan nuevas y apenas curan más. Los nuevos avances en biología molecular, en la genética y otros aspectos de los últimos diez años han tenido escasa influencia en los fármacos. Mientras que en oncología se avanzó bastante, en el resto la innovación real está en punto muerto. Un estudio en Francia dice que entre 2.007 a 2.015 encontraron uno como “excelente”, dos como”interesantes”, 14 que “aportan alguna cosa”, mientras que 524 productos no aportan nada nuevo. La mayor parte de la innovación se hace a partir de uno anterior a los que se les cambian algunas proporciones en sus componentes o se les busca nuevos usos. Otros apenas se les cambia la prsentación o el nombre comercial y el precio. Por lo señalado, se puede deducir que en el sector farmacéutico predomina el negocio sobre el interés sanitario. Hay datos que la rentabilidad del sector supera a empresas de armamento o financieras.

Por contra, la rentabilidad sanitaria y social para el sector público viene descendiendo. Hoy la hepatitis C es un ejemplo de insensibilidad empresarial, ante los más setenta millones de personas que padecen la enfermedad según la OMS.Se venía tratando con “interferon”, medicamento costoso y con efectos secundarios. Los nuevos fármacos orales, Sofosbuvir y Simeprevir, de acción directa llegaron al mercado hace cuatro años, podrían revolucionar el tratamiento de la hepatitis C. Los estudios hablan de una curación superiores al 90%. Desgraciadamente los precios son exorbitantes. En EEUU el tratamiento de doce semanas cuesta 84.000 dólares o 1000 dólares una pastilla. Un estudio de los gastos de producción por expertos de Liverpool habla de entre 68 y 136 dólares por el tratamiento de doce semanas. Esa diferencia quieren explicarla con los costos de ivestigación, las posibilidades del país comprador e incluso con un trasplante de hígado. Hay otro aspecto del que se habla poco como es la peligrosidad de algunas medicinas, entre sus efectos secundarios y otros. Unos se han descubierto años después, como en el caso de la talidomida hace bastantes años y otros más recientes como “avandia” contra la diabetes o el antidrepesivo “Paxil”. Alguno de estos fármacos, como la talidomida, que no debieran haberse fabricado nunca. Otros tener un control y seguimiento más riguroso. Para completar los riegos a veces se deja en manos de los gobiernos el seguimiento, como ocurrió en 2.014 con la “domperidona” (por riego de arritmias o muerte súbita) al ser reevaluada por la Agencia Europea del Medicamento (AEM). Según comunicado de este organismo se sometió la decisión a la votación de los 28 Estados de la Unión Europea, de los que sólo 11 votaron a favor de retirar el medicamento del mercado.

Este es un episodio que viene a explicar resumiendo lo que ocurre con los medicamentos y en tantos otros asuntos que repercuten en la vida de la ciudadanía. O sea que una cuestión, científica, social y económica, como vimos al principio, se deja en mano exclusiva de políticos de los Estados. Tanto la propia AEM como la comunidad senitaria, y los propios Estados quisieron ignorar el conflicto de intereses. Pues se sabe bien que la mayoría de los gobiernos se someten al poder la las multinacionales y a la lógica mercantil que éstas imponen en el conjunto de la medicación, olvidando la condición pública del servicio que manejan.