Ya vengo escarmentado desde que, hace unos años, me surgieron dudas más que razonables sobre el supuesto reciclado de los contenedores azules. Alta horas de la noche, un diligente empleado de la basura limpiaba la calle, arrojando al camión de la orgánica los cartones del lugar. Pese a mis observaciones, el hombre hizo caso omiso y siguió en lo que le habían mandado. El otro día, dí con una lectura que me trasladó a mi niñez. Aparecía el corral de mis abuelos en el que las gallinas picoteaban en el montón donde las sobras, que no se había comido el cerdo para el año, se iban convirtiendo en estiércol. Por la mañana, mi tía esperaba al lechero para comprar los dos litros de leche desde que quitaron las cabras. Poco después me mandaban a la bodega con una garrafilla de tres litros de vino. La dicha lectura puso en común los tres momentos, tan cotradictorios como aleccionadores. La estampa del empleado mezclando la basura ya seleccionada, junto a los turbios manejos que van a arruinando nuestro el planeta con tanto plástico y tan poca vergüenza, me hacían más bucólico aquel muladar. Y es que la sociedad avanza que es una barbaridad, siempre que se adapta al beneficio de los pudientes, sin reparar en los perjuicios dejan a su paso tales fijaciones. Si echamos la vista atrás, apreciaremos junto a los justos lamentos de Greta, la manipulación y males de los que venimos siendo víctima.
El texto de “La societé ingouvernable. Une genealogie del neoliberalisme autoritaire” obra de Gregoire Chamayou, relaciona los momentos ante señalados y el papel de la persona y sus sentimientos con relación a la materia sobrante. Son los poderes económicos quienes sacaron a la persona del habitual buen uso de sus bienes hasta el despilfarro contaminante de hoy. Convencieron de la comodidad del usar y tirar sin más. Cuando la situación se vuelve insostenible, son las mismas empresas que disuadieron del uso de envases retornables, las que hoy le proponen el reciclado. Así como suena, sin responsabilizarse del problema creado por ellas mismas.El envase duradero, más barato y menos contaminante ya es historia. El problema se intenta resolver con la recogida parcial de envases a cambio de un valor simbólico para que, sea el que sea, entre como materia prima. A eso seguirá el formateo de cada marca y producto. El otro, el reciclado a partir de los residuos clasificados, es si cabe aún peor. Aparte de la dudosa recogida señalada al principio, lleva consigo el aumento de gasto municipal-que siempre paga el consumidor-al ampliar la red de recogida (gris,verde amarilla o azul). Ahora, además tendremos que ayudar clasificando en la cocina los desechos que pagas una y otra vez. A la aceptación de tal situación, han contribuido de nuevo los mismos causantes del problema. Ya, con su “cara medioambiental” nos sugieren lo que podemos hacer: hasta elaborar nuestro propio compost. Así se va elaborando ese “neoliberalismo ético” que oculta otros muchos aspectos: la contaminación por transporte menos necesario, el aporte en trabajo voluntario en beneficio de las grandes compañías. De esa manera se va expropiando a la ciudadanía del sentido común de que “no es más limpio quien más limpio, sino quien menos ensucia”. Por contra , se llega al chantaje hasta psicológico detrayendo del quehacer personal la visión más amplia del proceso interesado. Se va ocultando que lo “personal también es político y cada día más global”.
En la mayoría de los países se acabó con la industria cercana en favor de la lejana en la que se concentraba con la envasadora. Tanto las empresas de bebidas o de alimentos, con su publicidad, convencieron en unas décadas de la comodidad del “usar y tirar” o del reciclado tramposo. En este aspecto, como en tantos otros de nuestra vida, vamos entrando sin mayor reflexión. Luego, ante nuestras narices, se nos presentan las consecuencias de nuestra atolondrada aceptación. Hay casos en que, como en la información, cada cual tiende a ser la voz de su amo. Sobre ese asunto hemos de volver una y otra vez, cuando damos más creibilidad a lo que dice la tele que a la persona más fiable de nuestro entorno. En el caso que nos ocupa, hemos de volver al contundente razonamiento de Creta, esa chica que podía ser nuestra nieta. Ella, tras comprender la realidad científica, con el apoyo de tanta gente como respalda su razonable discurso, ha zarandeado nuestro adormecido conformismo. Consecuencia del mismo, ahí tenemos el planeta amenazado para su supervivencia.