Acabo de leer “Los disparos del cazador” casi la única novela que me faltaba de la obra del gran escritor valenciano. Desde que leyera «Mimoun», la primera publicada, he seguido su obra con gran atención. En el escenario marroquí presenta en primera persona una historia que, sin más citas señala a través de un joven profesor de español, ese alejamiento de quien quiere rumiar lo que registra en su avatar. Al acabar la lectura reciente, he reconocido la continuidad narrativa con un trasfondo austero que no ha faltado en las siguientes entregas. Con las variantes en las distintas épocas, al menos yo, he percibido ese relato de conjunto. Con una prosa medida apunta, hechos significativos usando voces de personajes con las que destilar algún sentir del leninsta comprometido desde su dura infancia. Lo sigue siendo a la par que con su obra,y pese al descreimiento que pronto lo invade.

Tanto en su obra ensayística, principalmente de crítica literaria, como en su narrativa es cronista de la derrota. Desde el principio aborda textos sobre la guerra, sigue después relatando la posguerra. No falta también la poética de las ruinas de la historia. Ya desde el principio, como en “El novelista perplejo” aparece su memoria incómoda, que reincide en “Por cuenta propia” para seguir relatando la transición. Su novelistica de gran altura siempre , se apoya en el tratamiento de los personajes. A través de ellos marca las distintas sensibilidades que van apareciendo con el paso del tiempo. Ya en “Los disparos …” presenta el del protagonista pobretón que, apoyado por colega astuto hace fortuna para ser aceptado en la familia más refinada de la mujer. Ese salto hace que se vayan rompiendo los primeros vínculos. Episodios de ese tipo con evoluciones dispares se dan también en “La lucha final “ y “En la larga marcha” . La crónica de la transición se va contando también “La buena letra” y en “Los viejos amigos”.

Sin embargo será en la época casi final llamada “Territorio Crematorio” donde el reflejo de esa sociedad de nuevos ricos ofrece unos contrastes que Chirbes describe con esa macerada maestría que ha venido acrecentando en las pinceladas menos notorias ya señaladas. Sería en 2.007 con la publicación de “Crematorio” cuando crítica y público con clamorosa unanimidad reconoce su condición de máximo novelista español de nuevo milenio y se le acumulan reconocimientos y premios. En 2.013 aparece “En la orilla” que sin ofrecer un cuadro tan representativo de la sociedad de este tiempo, mantiene el altísimo nivel narrativo y hondura literaria adelantada en su obra anterior. Muy poco después moriría dejando una obra póstuma.

Afortunadamente nuestra sociedad no se ha quedado sin juglares que, con otros registros sigan recogiendo lo que viene sucediendo y poniendo ante nuestra vista y para mayor reflexión lo que ha sido el pasado más o menos reciente, como Almudena Grandes, quien con “Corazón helado” y las demás entregas que sobre la posguerra viene entregando como la más reciente de Los enfermos del doctor Campos”. En otro registro, a mi modo de ver, es muy recomendable la obra de Isaac Rosa. “El vano ayer” en 2.004 otro escorzo hacia la memoria reciente. “El país del miedo” es una novela en que plantea un análisis de lo que pasa a esta sociedad. Siguiendo una estrategia parecida en 2011 publica “La mano invisible” en que el trabajo aparece como protagonista. “La habitación oscura” de 2.013 es la última que me ha llegado a mis manos. En este caso plantea la vida y manera de enfocarla de un grupo de jóvenes y menos jóvenes de estos años.