“Todo está unido. El hombre blanco ignora que el agua cristalina del río y el aire limpio de la está unida a la vida del hombre y de todos los seres que forman la Madre Tierra”. Más o menos así definía el jefe indio, un salvaje, la ecología en su carta al gran jefe de Washignton. Ese es el recuerdo que me vino a la memoria cuando se nos informaba sobre la llegada de la navidad. Desde el más de un millón de luces que empezaron a deslumbrar en la adelantada ciudad de Vigo y de unas cifras poco menores en Sevilla o Málaga, no dejo de cuestionarme varios aspectos. Hace unas semanas, trataba del daño a los campos con fungicidas y a todo el planeta con los plásticos. Lamento ser algo cenizo por mantener este molesto discurso en el que relaciono la sabia, aunque aparente ingenuidad del indio con la del niño que ha de sufrir con más rigor el mal que sembramos hoy. En más de una ocasión me he referido a la sociedad actual tildándola de deseducadora. Por mucho que hablemos de palabras amorosas, nuestros hechos no lo son, para el presente de nuestra prole, y mucho menos para el futuro que le preparamos.
Hace apenas unos días hablamos aquí , como en tantos lugares que se dice reflexionar sobre al asunto, que hemos de reducir el consumo. Pues así lo hacemos compitiendo a ver qué ciudad promueve la mayor contaminación lumínica para atraer el máximo personal para que acuda a comprar algo que probablemente no necesita. En ese cambio permanente, alejamos a nuestra gente menuda de aquella agua cristalina o de aquel aire limpio, a la vez que le transmitimos esa prisa que no sabemos a donde nos lleva. Sí, puede ser la fotografía de un paisaje o una escena que no hemos vivido con la intensidad que merecía. Quizá es que nos satisface más llenar nuestra vida le ficciones de vida más que del original de la misma. De la misma manera pareciera que nos preocupamos más de comunicarnos unos con otras para llegar a una sociedad de más gente solitaria. Pero se ha encendido el alumbrado y ya tenemos que llegar a ese viernes para comprar algo barato que luego quedará en un rincón. A los pocos días a llenar la nevera con viandas para preparar esa vuelta por navidad con esa cena o comilona tan parecida a otras,
Un día, estaba yo dándole vueltas a éste y otros asuntos parecidos y me encuentro con mi amigo y compañero Javier. Coincidencias de la vida , pues me recuerda a Manoli, una antigua alumna mía , con la que él comparte aficiones musicales. Pero no queda ahí las cosas, sino que recuerda la confidencia que habían comentado sobre consumismo y navidad. El amigo me recordaba la satisfacción con que Manoli aprendió a esquivar este tiempo de compras compulsivas para esa época y para casi el resto del año. Javier me descibió con pelos y señales “Navidad en mi barrio” aquella obrita que habíamos montado , desde la creación del libreto hasta su puesta de escena. Los sucesos frecuentes y los personajes que los sufren. Una familia con posibles que disfruta el consumismo que parece destinada a un episodio para reducir sus desbocados gastos y a mirar más en su entorno. En el otro extremo dos personajes solitarios de esos que apenas queremos ver o los usamos para cargar sobre ellos la ignorancia y canallesca xenofobia. Por en medio, la gente del pueblo que, como Paca la tendera, trata de sobrevivir malamente frente a las competencia desleal de las grandes superficies que compran demasiado barato y no pagan los impuestos en la proporción que les toca.
En esa noche de tanto amor de mercería, un rayo, tal vez por el cambio climático descarga sobre las casas linderas en que viven la familia consumista y en la otra un mendigo solitario que esta noche ha acogido a un morito refugiado del que se ha ido haciendo amigo. Ese rayo penetra principalmente en la cena de la familia pudiente, dejando peligrosamente herida la niña Marita. De resultas del meteoro, han de acudir al hospital, donde acaba el suceso con bien para casi todos los personajes y enseñanzas para el público. Eso es lo que Manoli le contó con más detalles y que me ha repetido a mí Javier, para que mi escrito de hoy tenga su cuento y alguna ocasión para pensar, entre mantecado y zambomba, en la “R” de reducir los excesos consumistas.
En de luego, Sr. Martinez, algo no, si no bastante cenizos son sus escritos.
La sociedad actual no dudo que es deseducadora de la juventud actual, pero Ud., creo, que su pequeñita parte alicuota de responsabilidad, tendra en ello, no en vano es usted un maestro jubilado.
Los tiempos cambian y su vecina la tendera Paca deberia evolucionar ante la competencia, que Usted llama deseleal, ¿Por Qué? Pondría Ud., la mano en el fuego asegurando que dicha Sra. Paca, cumple al ciento pot ciento sus obligaciones fiscales.
Reducir el consumo, es su objetivo, ¿ha pensado Ud., en las consecuencias de reducir el consumo? Y por último ¿Cuando hace escritos como este? Piensa Ud., en la libertad del ser humano.