“Buena siesta en la biblioteca” es el título de un intersante ensayo de los expertosEric Dussert y Cristina Ión. La palabra “siesta” aparece como irónica provocación junto a biblioteca.Está claro que los tiempos avanzan que es una barbaridad y habrá que adecuarse a ellos. Claro que entre cambiar para sobrevivir y perder la esencia de la cosa, hay un gran trecho. Por eso, como tantas veces que acerco al asunto, recuerdo el sabio elogio a la biblioteca de mi admirado José Luis Sampedro y a una cita lorquiana. La mente nos lleva al humanismo renacentista en que con la imprenta y los mecenazgos crece la biblioteca para adquirir la legitimación pública en “el siglo de las luces”. A partir de aquellas fechas, la biblioteca y la escuela públicas son templos del saber. Desde el principio se reconoció la importante labor de quien cuidaba de que tanto los libros más eruditos como los más populares, se ofrecieran en fácil orden a estudiosos y profanos. Luego a lo largo de los tiempos, bibliotecas y escuelas tuvieron desigual fortuna y difusión. Como consecuencia, desde el siglo XIX el gran analfabetismo hubo de combatirse también desde las bibliotecas de ateneos republicanos y otros obreros de distintos signo.
Lo de la siesta viene a colación a la situación de la biblioteca actual, ya medioteca en la que el libro comparte la difusión del saber con internet y diversos audiovisuales. La proliferación de todos estos medios a muchos ambientes, así como los distintos tiempos y sentimientos de la persona de hoy piden esa puesta al día. Por un lado las grandes superficies venden libros incluso desde máquinas expendedoras. De otro las librerías que se resisten a desaparecer, ante las competencias de las anteriores, ofrecen el saber bibliófilo que orienta la elección de lectura y promueve tertulias y otros eventos. De una u otra manera en la actual civilización de masas, la biblioteca se va convirtiendo en ese terecer ambiente alojado entre el propio domicilio y el lugar de trabajo. Ambiente en el que junto a la necesidad de querer saber o entretenerse, se ofrece la función socializadora, necesidad creciente en esta época un tanto impersonal.
Quizá esta disyuntiva, entre las varias opciones que ha de elegir o combinar la biblioteca, sin olvidar la oroginaria, merezca una reflexión detallada. En el citado ensayo se llega a la conclusión del nóbel Morrisón “las bibliotecas son el pilar de nuestra democracia”. Tal opinión vino tras recorrer las noventa bibliotecas que Nueva York tiene diseminadas desde la Quinta Avenida al Bronx. Otro aspecto siempre presente es el de la rentabilidad social, tan desigual según una mecenas multinacional o una propuesta ministerial populista o un sociólogo crítico. Se habla bastante y con ambigëdad de la necesaria apertura de la biblioteca. Ésta es distinta si atiende a la demanda sin más, que propicia popularidad a quien la promueve o si se combina con el objetivo de seguir siendo “templo del saber”, más acorde con la cita de Morrison. Estará siempre bien estos establecimientos amplien sus horarios para atender a todo tipo de lectores. Vendría bien que incluso el servicio se ofreciera como alternativa de ocio cultural joven. Claro que el aprender deleitando y en contextos más adecuado y placenteros, no han de desprender a la biblioteca de su fin esencial.
Al hablar de bibiloteca y de lectura, es adecuado y propicio tratar de la realidad local. Es encomiable que desde hace tiempo existan en Linares numerosos grupos de lectura propiciados desde la Biblioteca Municipal. Contrastar lecturas es un ejercicio de descubrir la magia de algún autor que nos había pasado desapercibida. Este tipo de reuniones, además de animación a la lectura son ocasiones para acercarse a determinada obra y autor visitando lugares con ellos relacionados. Qué decir del hecho innegable, si de paso se cambia la cháchara habitual de alguien sobre personajillos famosos por méritos sperficiales y dudosos. Desde esa perspectiva y desde el deseo de que las personas neolectoras se adentren por la magia del poema, la narrativa y el ensayo, nos felicitamos. De la misma manera deseamos que se vaya incrementando la condición de medioteca, el crecimiento del horario, a la vez que de personal amante del libro.
Con ello no se hará más que seguir el consejo del universal Federico, quien al ser preguntado por los instrumentos que ha de elegir una persona ignorante hambrienta, recomendó el disponer de medio pan y un libro. Esto atender por igual las necesidades de ese animal racional que somos.
Bravo Antonio. Estupendo artículo……….aunque ya sabes, alguno te pondrá pegas. Un saludo.