Escribo estas reflexiones tras los ruidos del nuevo chupinazo en Pamplona. En una imagen en picado, la plaza llena de personas-también mujeres-vestidas de blanco, una voz nos dice que la invitación feminista a vestirse de luto no ha prosperado. Se permite luego ver algunos letreros críticos con la justicia. También se ha escuchado el mensaje de otras feministas a favor de los sanfermines de blanco. Está claro que el asunto preocupa a la ciudadanía, ya sea por el aniversario de los hechos, las decisiones judiciales, o las aportaciones más de fondo sobre el tema. Como simple ciudadano interesado en la cuestión, leo algunas de dichas aportaciones. “Libertad provisional para cinco violadores”Begona Zabala,“Feminismo no es punitivismo” Irene Otal, “La caza de brujas y clases populares” Mireia Medina, y “De Alcásser a la manada” Noemi López con interesantes citas de “Microfísica sexista del poder” Nerea Barjola, ofrecen un rico contraste. Espigando en ellas, trato-como en otras ocasiones- de reparar en algunos detalles que a veces pasan desapercibidos. Veamos, a partir de algún dato más sobre las fuentes consultadas, alguna opinión.

Apenas merece la pena insistir en los desacuerdos con la judicatura, que refleja el primer escrito, para destacar lo poco que se avanza en la deseable sensibilidad y conocimiento a la hora de juzgar tan grave problema. Resultan oportunos los apuntes que, a título de precedentes sobre la globalidad del asunto, ofrece Mireia Medina recordando a las brujas. Tal vez sea en “De Alcásser a la manada” con las enjundiosas aportaciones de la profesora Barjola, que en el mismo se recogen, donde encontremos lo más completo e interesante. Además, Irene Otal aporta ideas originales para relacionar el asunto con el de las penas de prisión que tanta audiencia merece para el gran público, sobre todo en caliente.

Tomando como principal referencia el interesante recorrido entre los dos destacados sucesos, encontramos datos esenciales sobre el patriarcado y otros inextinguidos condicionantes sociales. Nos señala, cómo estos sucesos se repiten, pese a los innegables avances en las relaciones sexuales. Pese a ellos, el fondo patriarcal, con la sumisión de la mujer que tal supone, se resiste a desaparecer. Tanto, por intereses ideológicos (¿religiosos?..) o de otro tipo, en torno a la mujer hay una información, ya sea en los media o en general, que ocultan importantes causas. Quizá sea por la tradición religiosa, las relacaciones hombre mujer no han dejado de ser un reto de poder con su trasfondo algo escabroso. En ese escenario no es fácil una información rigurosa y completa para ir desechando prejuicios. Ocurre además que ese rigor informativo es tanto menor en cuanto se llegan a las capas menos ilustradas e iletradas de la sociedad. Dicha porción de la ciudadanía restringe su información a los mensajes mercantilizados de la tele y similares. En ellos, sujetos a la rentabilidad de cada segundo, la verdadera explicación decae en beneficio del morbo y la superficialidad. Otros ambientes apenas ofrecen ocasiones para atender con seriedad importantes interrogantes. La citada mercantilización del segundo, junto con otros aspectos, se cuela también en la publicidad. Publicidad que resulta tanto más nociva en personas menos reflexivas, quizá por peor informadas.

Conviene aquí insistir en los importantes aportes que ofrece la llamada “microfisica sexual” Hemos podido destacar varios capítulos. A uno de ellos lo llaman el espacio de la mujer, que relaciona dos aspectos: su cuerpo con los lugares por donde puede transitar. El último tiene que ver con la sugerida exclusión de transitar por ciertos lugares como persona inferior. Otro capítulo tiene que ver con el distanciamiento que tiene el poder público alegando el que no haya denunciado en su momento. Importa poco si la sociedad ha garantizado o no los niveles de seguridad que han de pretenderse para el conjunto del personal. Podríamos seguir detallando más “micromachismos” en este escrito, así como la escasa voluntad para afrontarlos con más seriedad en este escrito.

No quiero concluir, sin embargo, destacando la propuesta citada sobre el no punitivismo, muy lejano, por contra, de la impunidad. Irene Otal señalaba-en mi humilde opinión con acierto- que más que por el aumento de las penas, el feminismo se había decantado por la prevención, en la educación y en los medios, manifiestamente mejorable. Se entiende que en la pena debieran compaginarse con acierto los objetivos de la rehabilitación del delincuente y final de reincidencia.

Está claro que con el campo de la prevención educativa, incluidas inconveniencias dogmáticas, y funcional sobra tarea. Dejemos las leyes en caliente sobre penas, mientras tengamos tanta carencia.