Los libros son como las abejas, que llevan el polen de una inteligencia a otra. (James Russell Lowell)

Así es efectivamente, todos aportamos nuestros conocimientos, y todos nos enriquecemos.

«Un mundo sin fin», de Ken Follett

Esta novela de Ken Follet no te va a dejar indiferente. De momento te va a introducir en el mundo de la edad media, te va a inundar de su historia, sus costumbres: la construcción de puentes y catedrales en ese momento, la pañería (como llevan a cabo su teñido y la obtención de los colores), la ganadería y la agricultura de la época: como se organizaban por gremios con su mayordomo al frente. Si bien es una novela de ficción, también encuentras datos históricos (como en la mayoría, si no todas, las novelas de este escritor).

La obra está ambientada en la ciudad inglesa de Kingsbridge, en los años 1327 hasta1361. También narra las crueles guerras a las que se enfrentan Francia e Inglaterra, dos grandes potencias del momento. En estas guerras, como en todas, las sufre el pueblo indefenso, que también verá la población diezmada por la peste.

A lo largo de sus páginas, seremos testigos de las luchas por el poder en el seno de la iglesia, de su corrupción, de los impuestos abusivos que impone a los habitantes. De su tremendo poder, que a veces sobrepasa al de los gobernantes, tanto en mandato como en economía.

Basa el escritor sus tácticas literarias: en ¡¡¡oposiciones!!! El muy bueno-el muy malo, el muy inteligente-el muy torpe… y lleva todas las estrategias “in extremis”: el bueno es muy bueno y el malo es malísimo (además son hermanos), estira las escenas al borde del infarto. Las secuencias crueles y de sexo las describe magistralmente. Los personajes secundarios, los cuida tanto como los principales.

Suele escribir sus libros en tercera persona, con un narrador omnisciente que da una visión detallada del entorno y te mete en la piel de los personajes, con lo que engancha rápidamente al texto y es difícil abandonarlo.

Aunque la novela ha sido llevada a la televisión, recomiendo leerla, pues una obra tan larga (más de mil páginas) tiene difícil adaptación. Siempre es preferible leer la obra, porque, en las adaptaciones a la televisión o al cine se pierden descripciones.

Portada del libro