“No tenemos miedo” gritaba la gente en Barcelona tras la masacre reciente. “Todos unidos frente al terrorismo” se dijo poco después en el mismo lugar. Por aquí también se apela a la unidad para que algo se mueva en el triste panorama local.

Reflexionando sobre esta avalancha de sucesos y reacciones, también se encuentran otras tan sugerentes y menos manoseadas. Recuerdo las de importante escrito del sacerdote González Faus. Se hace preguntas importantes, que luego responde con la serena sabiduría del estudioso y la valentía de la persona honestamente comprometida con su tiempo. Ofrece ideas para el diálogo interior y colectivo a la hora de manejar los sentimientos, el conocimiento que alumbre, y el compromiso para salir adelante con satisfacción compartida.

Empecemos por los sentimientos. Lo de no tenemos miedo, puede servir como un mensaje útil en el primer momento para cohesionar a la comunidad. Luego, viene la reflexión y la certeza de que el miedo sigue ahí. Cuando parece que ya no nos paraliza, intuimos que podemos vivir con él. A la vez, paradójicamente aparece junto a la terapia para el dolor que es -también- el olvido, el claro reto de impedir los recurrentes males que nos afligen. Lo más difícil del propósito es conseguir que se atenúe el dolor sin que lo sea en detrimento del aprendizaje que acompaña en la desgracia. A veces ponemos en común los distintos miedos: A la pobreza por precariedad o al desempleo. A la inseguridad ante atentados que se vienen repitiendo como en Madrid, Paris, Manchester pese a mayores medidas policiales y recorte de libertades. Ante éstos y tantos más, aparecen al menos dos cuestiones claras. Una es que, los distintos miedos- como los males- de muchos, consuelo de tontos. Qué sabemos si en este caso, como al negar el miedo, es también terapia para avispados. La otra cuestión aclarada es que habremos de transformar en prudencia para que el miedo sea el justo.

Reflexionando y poniendo en común los males y sus causas que aquejan a la humanidad en su conjunto, conoceremos que en esencia no son tan dispares. En el fondo de tanta desgracia y conflicto están la pobreza-incluso acomodaticia si se quiere- de muchos, causada por la perfidia avariciosa y soberbia de otros. De este conflicto secular, se han derivado rebeliones violentas, que, a su vez, han generado un rosario de guerra y terrorismo, con breves periodos de paz incompleta intercalados entre aquellos. En este resumen apresurado, no he reparado en creencias, valores y culturas de los bandos. No ha sido un descuido intencionado. Propongo que, antes de centrarnos en cualquier conflicto, pongamos en la misma mesa los sufrimientos, los valores socioculturales con creencias, sin olvidar los intereses que se enarbolan. Podríamos empezar por los intereses o el poder, cuestión que prima desde la noche de los tiempos en cualquier conflicto. Tanto en la crisis de Linares como en los atentados de Barcelona, lo que hay es lucha de poder, principalmente económico. Luego se revestirá, en un caso con la gestión sociopolítica, y en el otro con integrismo religioso-patriótico.

Para conocer con rigor lo que ocurre, debemos impedir que la terapia de la lejanía o la desmemoria sigan siendo el velo del egoismo arbitrario. Debiéramos conocer que por cada víctima causada por el integrismo islamista en Occidente, en los países de mayoría musulmana son nueve. Conocemos ahora mismo el sufrimiento de tantos inmigrantes, musulmanes o no, que tratan de sobrevivir escuchando “moros fuera” o sufriendo agresiones. Conocemos, aunque se nos olvida pronto, las sufridas oleadas de refugiados al otro lado del Mediterráneo que representaba el niño Aylan. Deberíamos conocer que tanta desgracia viene promovida por Europa y EEUU con cruel colonialismo (incluido el del sigloXIX) y las invasiones y otros conflictos alimentados por Occidente. Debiéramos conocer que, quienes reclaman la unidad por los valores de occidente y contra el terrorismo, como el gobierno y la Monarquía de España, lo olvidan al negociar con Arabia Saudí y Qatar, inspiradores de terrorismo. Cuando se habla de Al Andalus, tanto los fanáticos que dicen desear su reconquista como toda nuestra ciudadanía, debiera conocerse que aquella fue una penetración pacífica y de progreso social y de cultura, hegemónica en su tiempo. No no vendría mal conocer que el mismo o guerra santa ha llenado nuestra historia local e intencional.

Es posible que controlando el miedo para priorizar el conocimiento de la responsabilidad compartida, progresaremos con pacífica prudencia. Así, podremos ir controlando los odios seculares y las indignaciones sobrevenidas que ciegan la razón y tantos sufrimientos nos vienen ocasionando.