Hace unas semanas leí en estas páginas, no sé si en el lugar apropiado, un escrito en defensa de las becas. Después, como si aquel escrito firmado por el parlamentario andaluz Daniel Campos fuera una premonición, la Consejería de Educación de la Junta ha aprobado la gratuidad total para las matrículas universitarias. Como quiera que los asuntos de educación me tiran mucho, pese a mi propósito de administrar mis silencios, vuelvo a pronunciarme sobre equívocos, confusiones y becas.

Agradezco al paisano Campos que informara en estas páginas sobre su trabajo parlamentario. Al hacerlo, aprovechó para citar las Misiones Pedagógicas durante la República así como el rico legado que para la educación supuso la labor de la Institución Libre de Enseñanza. Más allá de coincidir con él, y por supuesto con Bartolomé Cossío, sobre el valor liberador personal y social de la educación, dudo de tan grandilocuente cita desde el actual socialismo andaluz. Hace bastante tiempo que la educación pública andaluza ha entrado en un proceso de degradación privatizadora que se comparece poco con los desvelos de la República.

Hablando sobre las becas, asunto sobre el que versaba su propuesta no de ley, convendría matizar algunas cuestiones que parecen no tener muy claro en el PSOE Andaluz. Recuerdo a la señora Díaz hablando de las becas “como premio a un esfuerzo”. Creo sinceramente que la Presidenta de la Junta empezaba a errar en el concepto. Desde hace mucho tiempo, incluso antes de la democracia, las becas habían llegado con el pomposo PIO Plan de Igualdad de Oportunidades. Esto es, para facilitar que los hijos de la clase trabajadora pudieran también llegar a la universidad. Claro que se les exigía esfuerzo, pero no sólo desde la administración sino desde la propia familia. Pasa que a lo mejor doña Susana se mezcla demasiado con “el discurso del esfuerzo que la derecha exige a los demás”. Luego ella, donde dije digo ahora digo Diego. Resulta que, no en las becas sino a la hora de afrontar la subida de las matrículas universitarias, para la Junta ya no hay miseria y se pondera desigualmente el esfuerzo. Ahora en principio, casi gratis total para el pobre y el rico. Luego sí, a quien suspenda una asignatura que pague aunque tenga que dejar la carrera. Así que mientras se ayuda a familias pudientes, quienes han de simultanear trabajo y estudios a casa. Ya se impide hasta la posibilidad que otros u otras tuvieron de tardar casi un decenio en obtener título. Claro, puede ser que ni el paisano ni yo nos hayamos enterado bien de si en uno u otro caso, la medidas contradictorias de la Presidenta eran asuntos de alta política o del socialismo “a lo Macrón”. El caso que a última hora también han tenido el acuerdo de ampliar la ayuda de matriculación para quienes han de completar la equiparación en idiomas. En éste y otros aspectos tiene cierto sentido, pese a su cortedad, la proposición de Daniel Campos. Por supuesto que está bien aumentar las ayudas para la formación de postgrado, o para Erasmus, y Séneca. Es posible ayudar a mantener en parte las aspiraciones universitarias del pobrerío, aunque sólo sea para emigrar con título. Y es que se habla de educación para mejoras de calderilla, siguiendo con viejas rebajas.

“El sistema educativo público se fundamenta en promover el aprovechamiento del talento y la capacidad intelectual de las diferentes generaciones para crear una sociedad del conocimiento que propicie el bienestar de todos y todas” decía Daniel Campos antes de citar las Misiones pedagógicas y a las maestras de la República para salvar España. Lástima que ese sistema público haya decaído tanto para que, por vía LOE, se considerara como educación pública la ofrecida por muchos centros confesionales con ideario propio. La degradación ha seguido con la LOMCE que da amparo legal para la segregación por sexos, como era frecuente en el pasado, en bastantes colegios acordes con el “ideario”. El citado deterioro que en Andalucía se denuncia, viene acompañado por otros: los recortes en la escuela pública, en beneficio de la red concertada ,y/o de empresas de empleo temporal en quienes se delega la contratación de personal, que interviene directamente en el ámbito educativo. Es una lástima que hable de las maestras de la República quien cita la educación como el “aprovechamiento del talento” para la “sociedad del conocimiento” que propicie el bienestar. La educación de la República tenía fines menos utilitaristas y más centrados en el humanismo de Giner y Cossío. Puestos a emular los avances educativos, se haría bien recuperarlos de manera menos retórica. La pasión por la educación y la cultura, que venía de lejos, cristalizó a partir de 1.931 en la emancipación cultural de jóvenes y mayores. Tal era el compromiso colectivo que, al promulgarse el Plan Profesional de Maestros, muchas personas estudiantes optaron por esa tarea en detrimento de otras preferencias. Eso explica la cruel depuración que este colectivo sufrió a partir de 1.939 y la merecida admiración del amigo Campos.

Para superar el actual situación educativa, además de las pequeñas mejoras del día a día, conviene que se retome la pedagogía social acompañada del rigor ético en lo que se dice y se hace. Creo que la mejor manera de elogiar los aciertos pasados es tenerlos presentes en nuestras conductas más allá de retóricas o celebraciones, que devalúan lo ensalzado si sólo quedan en palabras.