Bien es sabido que la luz solar, al atravesar un prisma de cristal transparente, o una gota de agua, por el efecto de lente sufre una refracción, convirtiendo la luz blanca o solar en el espectro de los siete colores que vemos en el arco iris.
Esto, llevándolo al acontecer diario en nuestro mundo impregnado de ideas políticas, sociales, religiosas y filosóficas, es exactamente igual. Cada uno tiene derecho al librepensamiento, y puede hacerlo de un espectro de amplia gama, pero sin crispación a la hora de defender una idea.
Los colores del arco iris por el efecto del Prisma de Nicol, son divergentes pero coexisten tan juntos, que no quedan marcadas con claridad sus líneas divisorias, de forma que si faltase algún color en ese espectro, ya la luz no sería tal, es decir, luz blanca.
Entonces, si el ser humano se considera a sí mismo la cúspide de la evolución, de la inteligencia… ¿por qué se empecina en separarse de sus semejantes llegando incluso a matar por sus ideas? Suele decirse que las ideas (dicho mejor, las ideologías) son el arma más destructora, de la historia de la humanidad, cuando podían ser un motor humanizador.
Dice Francisco: “ ¿ La Paz? No bastan los grandes encuentros si los corazones están en guerra”
Todos tenemos derecho a equivocarnos, sí, pero caminando. No desde nuestro sofá, sino intentando buscar nuevos senderos para lograr la integridad moral y la justicia para uno mismo y para los demás. Pero hacemos el mundo demasiado complicado porque no actuamos con la autenticidad necesaria; vivimos un grado de histeria y crispación hacia los demás, que realmente llega a deshumanizarnos. Entonces, ¿de qué sirve el encuentro con el otro?
Y todo es por ideas que creemos desde nuestro punto de vista inamovibles, incuestionables, o al menos es lo que creemos, cuando en realidad hipotecamos esas ideas para que otros, piensen por nosotros. Es más cómodo y así personalmente no arriesgamos nada y siendo aceptados socialmente no se nos marginará…estaremos bien vistos por la sociedad.
Se cuenta que a un hombre andando por la calle se le rompió un zapato y como consecuencia, el caminar se le hacía muy complicado. Vio un taller de reparación de calzado y entró para que el zapatero se lo arreglara y poder seguir su camino. El zapatero al ver el zapato roto hizo una muesca con la boca y le dijo al hombre: Me llevará tiempo, así que venga mañana a estas horas que ya lo tendrá arreglado. Ahora tiene una situación embarazosa porque sin zapatos…Pero no se preocupe Vd. que le dejaré unos zapatos arreglados que llevan aquí meses olvidados para que pueda llegar a su casa. El hombre de forma altanera contestó al zapatero: ¡Qué se cree Vd. que yo me voy a poner unos zapatos usados por otro! El zapatero respondió: ¿Por qué no quiere llevar los zapatos de otro cuando muy posiblemente lleve en su cabeza las ideas de otros?
Esta pequeña fábula me dio bastante que pensar cuando la leí por primera vez y la llevé a los terrenos en los que socialmente nos movemos. De ahí saqué la conclusión de que muchas personas hemos perdido la asertividad, la valentía para decir lo que pensamos, y nos hemos vuelto cada vez más pusilánimes, más miedosos porque queremos caer bien a todo el mundo y eso es absolutamente imposible. Además son buenas y necesarias las diferencias de opinión porque esas diferencias son las que realmente nos enriquecen si sabemos escuchar y valorarlas. Hoy se habla mucho y se acusa al otro, del manido pensamiento único. Quienes así hablan, o lo hacen por desconocimiento o porque sufren inseguridad en ellos mismos porque han sido incapaces de escuchar y tamizar las ideas del otro y formar su propia opinión, porque en sus cabezas llevan las ideas de otros.
Imaginemos que estamos sentados escuchando una conferencia, o a un grupo de personas se les da simultáneamente un artículo de opinión para que lo lean y después opinen. ¿Cuántas de ellas habrán sido capaces de ver el auténtico planteamiento, el nudo de esa conferencia o ese artículo?
¿Cuántas personas también se habrán detenido sólo en lo que no están de acuerdo, sacando una frase del contexto general para meter al otro los pollos en el corral sin argumentaciones ningunas y además sin respeto?
Existe una gran diferencia entre el que critica con un espíritu analítico con intención de construir, aunque pueda que esté equivocado y el que lo hace sin argumentar, cayendo en la descalificación, por el insano deseo de hacer daño.