Es cierto que nunca ha sido el español un pueblo culto y laborioso, pero hubo un tiempo, durante la llamada transición del franquismo a la democracia, en la que se vislumbraba un rayo de esperanza.

Es cierto que los fenómenos que nos ocupan son muy similares en países de nuestro entorno geográfico y político, si bien, me parece que en ellos, la tradición intelectual y revolucionaria de los años, así como una gestión política encaminada a sentar las bases de quienes un día habrían de dirigir la economía y la política de los mismos, los ha hecho diferentes, más inteligentes diría yo.

Hablo por supuesto de la gran masa ciudadana y no de esas pocas personas que, por unos motivos u otros, están concienciadas de la necesidad de disponer de un potencial intelectual y social de calidad para sustentar el futuro de un país y que, por desgracia, hoy están ocultos, en el extranjero o en desuso.

¿Pero, qué se puede esperar de un país en el qué un operario de la construcción o de la fontanería (con todos mis respetos hacia ellos) ganaba hasta hace bien poco tres veces más que un/a maestro/a, (y en ocasiones se jactaba de ello) pilar fundamental de la educación, el saber y el futuro, y que hoy siga ganando más en “B” seguramente?

¿Qué esperar de un país dónde, a pesar de la crisis, sus banqueros se jubilan con cifras astronómicas a los 55 años y los políticos que hicieron una mala gestión se premian con puestos muy bien pagados en distintas empresas, en el que no se puede juzgar a los aforados, aún sabiendo todos que han delinquido, en el que unos pocos cada vez son más ricos y unos muchos cada vez más pobres?

¿Qué se puede esperar de una juventud que prefiere comunicarse por WhatsApp antes que hablar con otro ser humano (y no tan jóvenes) o se dedica a cazar gamusinos, perdón, Pokemons Go, por las calles en lugar de admirar sus bondades o criticar sus defectos?

¿Qué se puede esperar de un país en el que un Diputado gana sustancialmente mucho más que un científico, obviando que las investigaciones de éste pueden servir para salvar muchas vidas y que la gestión del anterior es de total inutilidad en gran número de ocasiones, vistas las elecciones pasadas y la falta de acuerdos para levantar el país, o que, en el mejor de los casos, siendo persona trabajadora, a la hora de votar en el Congreso, sigue las directrices de su partido, esté o no de acuerdo con ellas, ante una ley de cuyas consecuencias van a participar todos los ciudadanos, incluidos los que le votaron?

¿Qué se puede pedir a un pueblo que conoce a la perfección la vida de “los Matamoros” y sin embargo ignora quien es Mariano Barbacid (La mayor autoridad en investigación del cáncer en España) O que sabe el número de operaciones de nariz que ha sufrido Belén Esteban, pero no quien es Carmen González Sotelo (Directora del Instituto de Investigaciones Marinas que está haciendo importantes investigaciones sobre la conservación de los alimentos y sobre los alimentos procedentes del mar)?

¿Un país que adora a Jorge Javier Vázquez y no se pierde ninguno de sus programas y, si conoce a Antonio Muñoz Molina, cosa improbable, al menos no se ha leído ni un libro suyo?

¿Un país en el que todos opinamos de Educación, pero no hemos leído ni a José Antonio Marina, ni a Fernando Savater (que no es el padre de Leticia Savater, que no), filósofos ambos con enormes aportaciones, la mayor parte de las veces obviadas por las Administraciones, acerca de cómo debe ser la educación con futuro, ni a Miguel Ángel Santos Guerra (Catedrático emérito de Didáctica y Organización Escolar en la Universidad de Málaga), persona de gran valía para establecer un sistema educativo digno y duradero, a través de sus más de 60 libros publicados.

En fin, un país donde se ve normal, la corrupción política, donde se prefiere el subsidio de 400 € a un trabajo digno y bien pagado, donde no se cuestiona la subida de impuestos paralela a la bajada de prestaciones en sanidad y en escuela, y admite como “normal” otras cuestiones menores como  la contaminación acústica (las motos a todo trapo a las 3 de la mañana), el destrozo del mobiliario urbano, la suciedad en las calles, y donde la mayor preocupación es el partido del sábado o la procesión del domingo, etc. etc., sencillamente es un país que no tiene futuro, ni quiere tenerlo.

¿Les suena algo de esto en Linares?