Avanzamos, pero desconozco hacia dónde. De la muerte de Paquirri recuerdo sus palabras tranquilizadoras, toda vez que ya estaba herido de muerte; y el gentío en la plaza de toros, aplaudiendo durante la vuelta al ruedo que le dieron en su ataúd; y el llanto irremediable de Isabel Pantoja, la tonadillera; y el “Marinero de luces” de Perales, que llegó poco después; y a Paquirrín estrenándose en un escenario. Por el contrario, si dentro de veinte años aún recuerdo a Víctor Barrio, se me vendrán a la cabeza las muestras de alegría por su muerte y el agrio debate que éstas han suscitado.
Poco va quedando de esa España rancia, que situaba a sus toreros y a sus tonadilleras como protagonistas y pregoneros de su historia. Ahora nos atrevemos a juzgar con dureza la barbarie que arranca cada 7 de julio en pamplona; y hemos conseguido que decaiga un tanto la bestialidad de Tordesillas; y tenemos ciudades y regiones enteras que han dicho “no” a los festejos taurinos, algo del todo impensable, hasta no hace mucho. Sin embargo, cuesta descubrirnos mejores; porque nos estamos acostumbrando a luchar tan fuerte que no resulta raro ver a gente que, para conseguir su bien, no dudan en desear el mal de otro.
Está claro: un mundo que se preocupa y cuida el modo en el que se sacrifica un animal para nuestro alimento y que, en ningún caso, festeja su muerte, se antoja infinitamente más hermoso. Y en absoluto tan rápido como deberíamos, pero, pasito a pasito, vamos camino de lograrlo. Por contra, un mundo que no se cansa de defender con manifestaciones violentas sus derechos y que engrosa a las víctimas, según convenga, en una lista de éxitos o en otra, conforma seguro el peor de los mundos imaginables.
Lejos de la oficialidad, las guerras no acaban nunca, porque los caídos de ambos bandos reviven en nuestra memoria. Y, en la mayoría de las ocasiones, tras la contienda prevalece un odio simple, que coloca en un escalón muy inferior el conflicto que la originó. Lo sabemos por experiencia y por un sentido común que no usamos. Pero nunca es tarde. Dicen
Intolerancia y falta de reflexión acerca de lo que hacemos y decimos por parte de ambos bandos. Ya se sabe, es más cómodo que otros piensen por uno.
Abrazos cordiales.