La religión no es el motor de la moral sino el freno que ha ralentizado su desarrollo, dice el filósofo humanista y evolucionista Daniel Dennett.
El fundamentalismo o integrismo en nuestra moderna sociedad occidental, es una corriente religiosa en principio, sólo en principio, que se desarrolló en EEUU durante la primera guerra mundial y que sólo admite el sentido literal de las Sagradas Escrituras oponiéndose a toda interpretación histórica, aferrándose al creacionismo tal como lo narra el Génesis. Existen infinidad de sectas religiosas de todo tipo de confesiones en el mundo. En concreto en España, surgieron sectas, iglesias o asociaciones, que en torno al cristianismo, fueron progresivamente influenciando la vida social e incluso política de una forma verdaderamente preocupante. Véase la palabra secta en el DRAE.
Es muy importante no confundir sectas con corrientes de pensamiento filosófico, porque no tienen nada que ver. En el S. XX nace también el fundamentalismo islámico, oponiéndose a toda interpretación laica de la sociedad. Tenemos por tanto en lo que se refiere a las grandes religiones, un mismo origen cuasi filosófico y dos maneras de pensar algo similares, dentro de parecidas creencias en cuanto a la trascendencia del ser humano poseedor de alma o espíritu. Pero este mundo occidental va haciéndose más laico, para todo aquello que supone la construcción y la articulación de una sociedad justa, solidaria, de progreso, avanzada científica y tecnológicamente, cultivando conscientemente la religiosidad en un ámbito más personal, privado, como fuente y motor de nuestra actitud para con los demás en la vida, con un claro asimiento en las creencias personales privadas. En definitiva, recordando el Cuatrocento y Cinquecento del gran Renacimiento italiano, hemos tornado en muchos casos a una sociedad más humanista, en la que el hombre es el gran depositario de lo que existe.
Al igual que nosotros en Occidente, hemos ido reinterpretando las Sagradas Escrituras a golpe de prohibiciones, anatemas, hogueras e inquisiciones, lo mismo tendrán que hacer estos países islámicos que hoy viven todavía lo que se ha dado en llamar la Edad Media en Oriente, desde un punto de vista humanista, filosófico y religioso.
Últimamente se habla mucho del fenómeno interreligioso y del acercamiento de las iglesias del mundo, al menos de las que configuran las grandes religiones. Pero esto es una carrera de fondo, ya que si queremos que esto de verdad se dé para acercar mutuamente más a todos los seres humanos, todos tendremos que poner mucho de nuestra parte, porque el conflicto entre Oriente y Occidente no se deriva de una lucha entre religiones exclusivamente, sino de un modo diferente de ver la cultura; por tanto, no debería haber diferencias a causa del fenómeno religioso, ya que Occidente es básicamente laico.
Hoy, Occidente, lo tiene todo a mano; otras culturas como la árabe, otras gentes como los árabes y en general todas las naciones islamizadas lo tienen muy mal, pues a la incultura de los pueblos, el hambre, las guerras, el denigrante sitio de la mujer en esa sociedad, se une la feroz dictadura religiosa de unas clases políticas favorecidas por guerras de intereses petrolíferos, que Occidente potencia y de clanes o de etnias islámicas que imponen su ley de terror, bandolerismo y asesinato, matándose además entre ellos. Cuando no, la castración mental de millones de seres humanos que sin saber leer ni escribir, sin trabajo, con mucha hambre, sin libertad individual para interpretar y analizar sus vidas, para poder realizarse como hombres y mujeres libremente, son utilizados como bombas humanas contra el infiel, que somos nosotros. Estos jefes, imanes, ayatolás, sí que están consiguiendo con sus soflamas incendiarias que Occidente, equivocadamente, meta en un saco común a todo el Islam, haciéndoles parecer a todos terroristas. A estos adoctrinadores de terroristas les interesa ser provocados, para justificar sus perversas acciones. Nunca ha estado más claramente la pelota en el tejado de los países islámicos y en sus gentes, pues si Occidente ha tenido parte de culpa en la génesis de este proceso por ahora irreversible, el Oriente islámico ha de salir de su época de oscurantismo, medievalismo y radicalización teocrática (poder religioso) propio de hace 500 años en Europa y eso lo van a tener que hacer los propios pueblos arriesgando sus vidas frente a los terroristas. Les hace falta una auténtica revolución cultural. Los países occidentales democráticos tienen que, y deben ayudar a los países árabes a salir de su ostracismo por ellos mismos y logren evolucionar cultural y humanamente.
La tolerancia es la mejor religión y una lucha culta el mejor arma. Justamente lo contrario de lo que predica Donald Trump, por ejemplo. Y que Tony Blair, Aznar, Bush, que se vayan a tomar…café… a las Azores y se queden allí Ad Perpetuam. Yo no los lloraré.
Excelente artículo Sr. Parrilla. Permítame sumarle un apunte: El terrorismo islámico potencia posturas como la de Trump y le hace tener muchos seguidores por miedo, lo que origina beligerancia en Occidente… Es un problema difícil de solucionar; la pescadilla que se muerde la cola.