No pasa un día sin que lamente la colectiva mordaza aplicada de manera simbólica al compañero Andrés Bódalo. Como puedo, trago mi gota de cicuta por la pena ajena y la impotencia propia. Cuán poco resuelven los pensamientos que no pasan de tales en esta tierra de caprichosas libertades.

Con la llegada de Mayo no hay que mirar a Chicago buscando ejemplos heróicos. Tenemos bien cerca tres casos en que la reivindicación del derecho a un trabajo digno, generan  situaciones amargas a superar. Lo mismo  surgen prohibiciones arbitrarias de derechos, condenas discutibles, que la sincera impotencia y autocrítica dentro y fuera del movimiento sindical.

Uno.  En Úbeda aún se recuerda la rabia de los trabajadores de Emdasu (recogida  basura) cuando, tras ser injustamente despedidos, el Subdelegado del Gobierno Lillo arbitrariamente les impidiera manifestarse. Luego hubo resoluciones judiciales que desautorizaran tal prohibición y los despidos previos. Sin embargo el agravio y el desánimo a la clase trabajadora bien que  se hizo notar.

Dos. En la prisión de Jaén II  Andrés Bódalo permanece recluído . Se le acusa de una agresión tras desestimar el Juzgado posible prueba exculpatoria de la propia guardia civil. Se le ha condenado a rigurosa por considerársele reincidente de otros delitos/luchas (manifestarse en Mercadona) o abanderar movilizaciones por el empleo y la dignidad de trabajadoras y trabajadores. Cualquiera que conozca a Andrés y haya coincidido con él, como el abajo firmante, puede dar   testimonio de su actitud prudente, a la vez que decidida, evitando fricciones o enfrentamientos con la policía.

Tres. Pepe Álvarez, el máximo dirigente de UGT recién elegido, quien se lamenta de manera autocrítica sobre la lamentable situación laboral diciendo: “Así es muy difícil negociar porque ahora (las patronales) ya lo tienen todo”. Frase en la que expresa la esclavitud de trabajadores y trabajadores despojados de antiguos derechos. Circunstancia de pobreza y precariedad que pueden explicar las dudas ante  escarmientos como el infligido  al compañero Bódalo   y para quienes como él defienden la dignidad obrera, desistan en el empeño y acaben ignorando o avergonzándose de la condición de quien busca su sustento y el de su familia con su esfuerzo.

En estas circunstancias y en algunas más lamentables ha transcurrido este primero de Mayo y otras ocasiones en que se va deteriorando la convivencia familiar y  social. Hay quienes tratan de defender las mínimas mejoras de las cifras de paro, sin reparar apenas en que se puede ocupar un trabajo para ser apenas muy poco menos pobre que en la situación anterior. A la vez quien se fija en las explicaciones, que se dan a las bajadas salariales y a los despidos, llegan al convencimiento de que en gran parte no son reales. Por contra, vemos a una minoría que vive con más desahogo si cabe que antes y que son impunes a la hora de ser juzgados por repetidos delitos de cuello blanco.

Tan desigual trato la ha venido a ilustrar estos días la excarcelación del Sr. Fabra, expresidente de la Diputación de Castellón. Este afortunado delincuente (le tocaba la loterías con   “pasmosa” frecuencia) también “tenía la suerte” de que en el Juzgado de Nules los titulares, que habían de sentenciar sobre sus varias causas, eran trasladados con inusitada rapidez. Consecuencia, las causas se alargaban y algunas llegarían a prescribir. Al final fue condenado a una pena muy benigna, según medios jurídicos, habida cuenta de la acumulación de causas. Pero no acaba ahí tan  favorable e injusto trato. Apenas cumplida poco más de un año de su condena, obtiene beneficios penitenciarios en contra de los criterios de quienes habrían de valorar los méritos para acceder a tal situación. Suponemos que sería esperado a la salida de la cárcel por su “respetuosa” hija, aquella parlamentaria que hizo la peineta cuando se endurecían las condiciones de la clase trabajadora.

Esperemos que la ciudadanía y el movimiento sindical en general, se tome conciencia de la realidad creada por las dos últimas reforma laborales. También sería deseable que desaparecieran políticos como el Sr. Lillo al estilo de gobernadores franquistas. Estaría bien, además, que en el poder judicial se tratara con la misma probidad a los jornaleros y a políticos corruptos de la “casta” como el Sr. Fabra, el de la lotería y el aeropuerto sin aviones.