Son los pequeños detalles del día a día los que, la mayoría de las veces, nos conducen a las mejores reflexiones. Con frecuencia, es un hecho fortuito el que hace que vuelva a sumirme de nuevo en esta dolorosa realidad de la desigualdad entre hombres y mujeres. Y de nuevo con frecuencia me enfrento a los “Y vuelta la burra al trigo”. Pues si vuelve la burra al trigo, como no puede ser de otra forma, porque nos queda mucho trayecto que recorrer. Un trayecto que no haremos, a no ser que creamos que lo tenemos que hacer. Nadie se pone en marcha para ir a ningún sitio.
Hace unos días me invitaron a participar en una charla para parejas que estaban esperando un bebe o, que acababan de tenerlo. El tema de la charla era la sexualidad en esta etapa de la vida de la pareja, como vivirla de forma saludable y no renunciar a ella. Dialogando entre nosotras surgió la reflexión de la lactancia natural en espacios públicos. Comprobé, con bastante asombro, que es la mujer la primera que considera inapropiada esta práctica. ¿Que hace que una conducta tan normal, natural y maravillosa como amamantar resulte un hecho vergonzoso e inapropiado?
Tantos años de ausencia de la mujer en la vida pública es lo que ha llevado al hombre a ocuparlo por entero. La no presencia de la mujer en los espacios públicos durante muchos siglos hace que ahora, que nos incorporamos a ellos, se consideren inapropiadas conductas y prácticas asociadas a nuestra naturaleza femenina. Esto tiene su explicación, en psicología está demostrado que los estímulos que se presentan por primera vez siempre producen sorpresa y captan la atención del sujeto. También nos dice la psicología que si ese estímulo se presenta repetidas veces termina produciendo habituación, deja de sorprender, de captar la atención del sujeto.
La mujer sigue sintiendo que molesta e incomoda en el espacio social. Aún no hemos entendido que medio mundo es nuestro, que la mitad de ese espacio, donde antes no aparecíamos, ahora es nuestro y lo tenemos que ocupar, sin complejos y sin pedir permiso. Debe llegar el día que no sorprenda ni capte la atención, observar en espacios públicos a una madre amamantando a su bebe. Para que esto ocurra lo primero que necesitamos, paradójicamente, es que suceda. Las mujeres debemos atrevernos a hacerlo convencidas de que es normal y natural que nosotras estemos en este espacio, haciendo lo que es normal y natural que hagamos las mujeres. Nuestros hombros, piernas, brazos, ropas y conductas deben convertirse en estímulos habituales y estaremos más cerca de la igualdad. Es necesario que ocupemos nuestro espacio.