La vida del otro, debe ser como la mía. Y eso si no es así, justifica la base para toda indignación. Es más, yo no soy yo, sin ti. Y en los ojos del otro, es cuando puedo reconocer al “Otro”nos dice el filósofo Emmanuel Levinas.
Se me revuelven las entrañas cuando soy tratado injustamente, cuando me discriminan; se me agita el corazón cuando percibo que me humillan, cuando me niegan la dignidad. Igual que a mi prójimo, sea quien sea.
Lo primero que se requiere para superar este sistema, es reaccionar contra una cultura que favorece el olvido de las víctimas. Vivimos cocidos, alienados en la “sociedad del bienestar” e ignoramos esa otra “sociedad del sufrimiento” convirtiéndonos en espectadores vacíos de compasión. Dice el sociólogo Rafael Díaz Salazar, que vivimos en la cultura de la ceguera y del olvido. Ocultar (cuando no negar u olvidar) el sufrimiento de las víctimas es el objetivo del poderoso, pues los gritos del que sufre evidencian su enorme fracaso. El poder político, desentendido del sufrimiento de las víctimas, se deshumaniza y se convierte en rehén del poder financiero.
Somos cómplices sí. En nuestra Tierra, teniendo recursos suficientes, dejamos que haya millones que mueran de hambre; lo somos cuando nos conformamos con un sistema que nos beneficia, pero que produce mucho sufrimiento; lo somos cuando apoyamos un sistema de producción que nos sumerge en el mundo de las necesidades superfluas y nos aleja de atender a las elementales de todos, porque mi prójimo es quien se presenta como necesitado. Las categorías de nación, religión, lengua, color, sexo o condición social, no sirven para decidir quién es mi prójimo.
La compasión demanda hacer justicia y ésta debe comenzar por los últimos, porque hoy hemos de trabajar para quienes la vida no es vida… Los que no interesan a nadie, los que sobran en los imperios, los que no cuentan en los cálculos de la economía oficial. La justicia, es mucho más que dar a cada uno lo suyo, que así deber ser, pero sobre todo, consiste en dar primacía a las necesidades perentorias de los excluidos sociales. Esta primacía de los últimos, plantea retos radicales a una política humana con justicia para todos: Nuestra sociedad sobrante de bienes producidos, se confronta con los países del Sur en que aumenta la pobreza extrema y el número de hambrientos (840 millones según datos de la ONU) aumentando inconmensurablemente los gastos militares (más de cuatro mil millones de euros diarios).
Nuestra opción por los más necesitados requiere crear un bloque fuerte en recursos, energías y estrategias a su favor, lo cual no es posible a nivel nacional ni internacional sin poner en primer plano la solidaridad, única capaz de cambiar esta situación. Pero nuestras democracias muestran una gran ausencia de apoyo, que se esconde bajo la creación de un darwinismo social: La supervivencia de los supuestamente más “aptos”, de los más fuertes, de los más poderosos, de los más ricos.
La solución a la crisis no viene de las decisiones y medidas del sistema financiero internacional que administra el dinero injustamente repartiendo más a quienes menos lo necesitan y golpeando a quienes más carecen: inmigrantes, personas dependientes, excluidos, desahuciados, asalariados de miseria, pensionistas de miseria. La solución a la crisis, tiene que venir del fomento de una cultura diferente, basada en la igualdad de todos los seres humanos y en compartir lo que tenemos.
Vacíos de compasión, pasamos con indiferencia ante los que sufren.
Una sociedad democrática, justa y libre, requiere primero de toda la verdad de los que gobiernan y dirigen.
Hemos de informar y actuar con libertad, estando cerca y en unión con los sin voz.
Y primero de todo, introducir y experimentar la compasión en nuestra conciencia y la imperiosa necesidad de una nueva y globalizada moralidad. El desafío está en cómo logramos llegar a esta mentalidad (dice Forcano)
Muchas cosas hemos hecho avanzar, en muchas hemos mejorado. Nos falta la principal, que nadie se exima de responsabilidad en cuanto hace u omite. La actual situación no está perdida. Desde un sentido ético propio y universal, todos juntos, podemos revertir esa situación, todos podemos hacer efectiva una ética mundial común, un mejor entendimiento mutuo, unas formas de vida socialmente conciliadoras, que aseguren un mínimo de justicia, de bienes y derechos, a la luz de la ética y del derecho humano internacional. Lo creo firmemente.
¡Qué tendrá la humanidad insensata y traicionera
que redacta sus principios, y los cubre con salmuera…
¿Qué tendrá la humanidad de fanática y de ciega?…
¿Qué tendrá
la humanidad
que lo humano
no tolera?…
Fuentes:
-Estrofas finales del Poema DESHUMANIDAD. Autor : Enrique J: Valdivia Ocón. Grupo poético linarense “Rima 2”
– Benjamín Forcano, teólogo sancionado por el Vaticano en 1993 y expulsado de la Orden Claretiana por el “Santo Oficio” en tiempos del Papa Ratzinger.
-Emmanuel Levinas, sociólogo.
-Rafael Díaz Salazar, filósofo.