Querido lector, entre los papeles de Panamá y los duelos de la Liga de Campeones, probablemente tu subconsciente ya esté pensando en una nueva cita electoral, otra más. Si no cambia mucho el devenir de los acontecimientos, el 26 de junio los españoles tendrán que ir a votar otra vez.

He de ser sincero y entiendo perfectamente aquel que hoy se sienta decepcionado con la política, la teoría no sigue a la práctica en la mayoría de ocasiones, en esta tesitura parece idónea la reflexión de Jane Austen (escritora de Orgullo y Prejuicio) que asignaba la existencia del egoísmo humano con la práctica y la inexistencia del mismo con la teoría. El mismo 20 de diciembre cuando aún no había terminado el escrutinio recuerdo en el colegio Tetuán, al que acudí como apoderado de Ciudadanos, que muchos veían difícil algún tipo de acuerdo y, el tiempo, como siempre, parece que ha sido el juez de aquellas reflexiones.

El ir a votar de nuevo nunca tiene que ser un problema, la participación ciudadana activa es necesaria en una sociedad contemporánea como defiende el republicanismo cívico, lo que sí es un problema que nos tiene que hacer reflexionar a Todos, es la incapacidad para haber llegado a acuerdos y, por tanto, el pésimo ejemplo que se ha dado al ciudadano, siendo incapaces de seguir el ejemplo de los Padres de la Constitución, aquellos que hicieron estrecharse la mano a Fraga con Carrillo.

En 2016 algunos hicieron más esfuerzos que otros, pero dicha afirmación parece poco consuelo en comparación con el ejemplo que se nos dio en 1978. Resulta muy relevante que aquellos que no nacieron en democracia y vivieron una Guerra sí fueron capaces de llegar a acuerdos mientras que los que nacimos en una democracia no hemos sido capaces. Esperemos que la suerte permita que España algún día deje de tener un Gobierno en funciones y tenga un Gobierno capaz de asumir los innumerables retos que tenemos por delante, pero claro suerte es lo que sucede cuando la preparación y la oportunidad se encuentran.