Cuando  tenía  entre diez y doce años, en el cole y en clase de religión, en que teníamos que aprender Historia Sagrada de memoria, Antiguo Testamento (Jesús y su Humanidad eran lo menos importante) con 3 faltas a misa los domingos te expulsaban del colegio, además de obligarnos a  aprender la lista de los Reyes Godos. Era  el Nacional Catolicismo,  era la veneración y exaltación a Santiago Matamoros , martillo de herejes moros. También se nos amenazaba al tiempo con las penas del infierno. Bueno, muchos curas, porque otros, nos decían que con nuestra edad, era imposible que cometiésemos pecados que nos llevaran a las Calderas de Pedro Botero.    Los que nos acojonaban y amenazaban con el fuego eterno, nos decían  que de nuestro cuerpo  ardía más, con lo que más se pecaba. El pecado más inmisericorde era tocarse la pilila y por tanto eso, era lo que más ardería y además ¡”por la Eternidad”! si esa noche te morías sería en pecado mortal.  Con lo cual, todos nos echábamos instintivamente la mano a la entrepierna, pensando el dolor eterno de nuestro pobre aparato de miccionar.

No nos podíamos cruzar de piernas, porque se comprimían los genitales, ni dormir boca abajo, para evitar la tentación de tan grave pecado. En fin, un desastre. Cuando el “Padre Espiritual” nos hablaba de la eternidad, un alumno se atrevió a preguntarle qué era eso de la eternidad, a lo que el buen ministro del Altísimo respondió cabreadísimo con un tono y potencia de voz que casi provoca un micro terremoto: ¿¡¡¡Que qué es la eternidad…y tú bellaco, me preguntas qué es la eternidad!!!? Ni entendíamos lo de la eternidad, ni mucho menos lo de  bellaco.  Al  oír su estruendo de voces ante tal e inocente pregunta, casi  todos nos meábamos en los calzoncillos. ¡¡¡Pues yo te voy a decir qué es la eternidad, so ignorante!!!  ¡Imagínate una hormiga dando vueltas a la Tierra siempre por el mismo sitio. Pues cuando el roce de las patas de la hormiga, parta el planeta Tierra en dos, como si fuera una sierra de metal, todo ese tiempo que ha tardado la hormiga en partir el planeta, sólo es un segundo de la eternidad.  Y recuerda,  que en toda la eternidad lo que más arde y con más dolor es con lo que más se peca!  Las colas en el confesionario de los imberbes como yo, eran interminables. Luego, como penitencia, nos inflaban a Padrenuestros, Avemarías, Señor mío  Jesucristo, Salves, Credos, Rosarios con sus letanías correspondientes, “sabatinas”, una hora de rodillas en un banco de la capilla, y  la madre que pario al cordero.  Además, teníamos que hacer una buena obra al día para rematar la penitencia, como por ejemplo ir a comprar el pan todos los días… y de ahí que yo sea en mi caso, el encargado todavía de ir a la panadería todos los días, que ya me ha quedado como reflejo condicionado operante, como se dice en psicología. Teníamos una patulea de curas que eran la hostia: El Látigo, el Pocho, el Piano, el Pistolas, el Legionario (había estado de Pater en la Legión y que un día se lió con cinco quinquis que nos querían quitar la pelota y los molió a palos). Luego teníamos a profes como: El Mosca, El Almocafre ( porque almocafre era su palabra favorita) que colgaba a algunos de la percha toda una mañana o los encerraba en el armario ropero y se olvidaba de ellos (sin sacarlos para que se fuesen a comer a mediodía) El Negrillo, el Gacholíbiris, que diluviando, nos sacaba al patio, nos ponía en formación y nos tenía la hora entera bajo la lluvia. En fin, toda una legión de buenos y piadosos maestros que hacían honor a su mote. Luego, si te habían puteado y llegabas a casa llorando (que no se te ocurriera) lo primero que recibías era un par de hostias (eso sí, sin consagrar) sin darte tiempo a una explicación, porque… “algo habrás hecho cuando te han castigado.” En fin, recordar para comparar aquella excelente educación católica, con la  educación de hoy, que los maestros no enseñan ni ná. ¡Qué coles los de entonces. Aquellos sí que eran verdaderos coles, sobre todos los religiosos! Demasiado cuerdos estamos algunos después de aquellas insufribles vivencias infantiles y juveniles!

Luego ya en la FP, sí que tuvimos un excelente abanico de docentes, profesionales sin parangón, como mis queridos: El Chaquetas, El Viti, El Bombillas, El Sito, El Quero, El Nubes Blancas (su pelo parecía algodón) Éramos auténticos canallas con algunos, hasta el punto de echarle pegamento al sillón donde se sentaban. Qué tiempos aquellos. Pero lo que fue la EGB del Chache, de auténtica pesadilla.