Finaliza el 2015 y comienza el 2016. Es momento de hacer balance, clarificar propósitos, fijar metas, eliminar hábitos perjudiciales sustituyéndolos por otros más saludables. En definitiva es momento de cambios. En este contexto me gustaría hacer una propuesta: ¿por qué no revisar también nuestras relaciones? Echemos un vistazo a nuestra vida en pareja. ¿Cómo andan nuestras convivencias? ¿Estoy siendo todo lo feliz que quisiera? Es momento de preguntarse si soy yo, o la sombra de la persona con la que convivo. Si digo, hago, me visto, me relaciono como me gustaría o si en realidad me comporto como a mi pareja le gusta.
Con demasiada frecuencia se puede comprobar cómo las parejas se acomodan a rutinas que se han quedado obsoletas para ambos, pero sin ni siquiera reconocer que esto esté sucediendo, sin el impulso necesario para generar cambios, pero percibiendo que en su vida y en su relación faltan y sobran cosas. Acostumbrándose a vivir una vida insípida y de soledad compartida. Como escribe Ramón de Campoamor.
“Sin el amor que encanta
la soledad de un ermitaño espanta.
¡Pero es más espantosa todavía
la soledad de dos en compañía!”
No podemos olvidar que vivir en pareja no es convertirse en la persona que la otra persona desea, no es hacer que la otra parte coincida con las expectativas que yo he ido volcando a lo largo de los años en ella. Vivir en pareja es encontrar una persona totalmente distinta a mí que me hace feliz, con la que quiero estar y que le da color a mi vida, solo formando parte de ella. Consiste en aceptar que la otra persona no es mi mitad, ni yo la mitad de ella. Somos personas distintas e independientes con vidas distintas, con deseos, intereses y motivaciones distintos que comparten parte de esa vida. Es en esa zona compartida donde ambos deben nutrirse de amor, placer, sentimientos de pertenencia, que llevan a la persona a percibirse valiosa y a dar plenitud a su existencia.
A veces todo esto no es fácil de alcanzar o de conservar. Por esto, de vez en cuando, es necesario apearse de la rutina, tomar conciencia, revisar acuerdos. Es importante detectar patrones de conductas erróneas que se han podido establecer entre los miembros de la pareja mientras cabalgaban a lomos de esa rutina sin apenas darse cuenta, revisar y actualizar la vida sexual y afectiva desempolvando la motivación de los comienzos o aprendiendo nuevas formas de relacionarse. Es momento, como dije al principio, de actualizar los discos duros y acomodarlos al momento presente. Es momento de generar cambios hacia una vida más plena y que esté llena de matices, de luces y colores intensos. Mi recomendación para estas fechas es que apartemos unos minutos para reflexionar, primero individualmente, sobre dónde estoy, cómo me siento, y hacia dónde me gustaría dirigirme. Cuando tengamos nuestra reflexión individual y hayamos alcanzado algunas conclusiones, hay que ser capaz de crear el espacio íntimo para poner en común las conclusiones de ambos y actualizar nuestro contrato de convivencia, si es necesario.
Os aseguro que con pequeños cambios observaréis grandes beneficios. Merece la pena intentarlo porque, como decía Einstein, “Si buscas resultados distintos no hagas siempre lo mismo.”
FELIZ AÑO NUEVO Y FELIZ VIDA EN PAREJA.
Carmela, una bendición tu artículo. Aire fresco frente al sufrimiento y desaliento, que muchos respiramos en algo tan vital para nuestras vidas, que nos hace al menos intentar abrir la ventanas para que ese aire de malentendida libertad posesiva, torne en entrega mutua, para crecer juntos, sin sentirnos dueños/as de nadie, en absoluta igualdad y respeto al otro, a la otra.
Has conseguido emocionarme.