El día 7 de Noviembre asistimos a un hecho histórico en nuestro país. Cientos de miles de personas de toda España se manifestaban en Madrid, convocadas por el movimiento feminista, para provocar una llamada de atención a la sociedad entera en contra de la violencia de género.

            La violencia machista es un problema de estado. No podemos dejar, ni un minuto más, de considerarlo como lo que es, un modelo de terrorismo al que hay que hacer frente como se hace frente a los grandes problemas de estado. El principal error que estamos cometiendo es no  considerar los factores y contextos de donde surgen estos “hombres”. En nuestro modelo de sociedad, cimentado en el patriarcado, tenemos que hacer florecer del subconsciente colectivo los obstáculos y resistencias que nos impiden alcanzar la igualdad. Como denominan autores y autoras como Miller, Bourdieu, Glick, Castañeda, Bonino, las pequeñas tiranías, el terrorismo íntimo, la violencia “blanda”, “suave” o “de baja intensidad”, las tretas de dominación, el machismo invisible, el sexismo benévolo, o los micromachismos.

            Son estos micromachismos que vamos interiorizando desde nuestra más tierna infancia, tanto hombres como mujeres, los que hacen que se vayan instalando en nuestro subconsciente, y nos resulte tan difícil detectarlos y erradicarlos. Un micromachismo es, apelando a la función cuidadora de la mujer, el que fija en nuestro subconsciente que las tareas domésticas las hacen mejor las mujeres y de esto se siguen valiendo los hombres para no responsabilizarse de su parte en estas tareas con el clásico “Tu lo haces mejor” o el “Si es que no sé hacerlo”.

            Un micromachismo es utilizar los silencios y el aislamiento para ejercer el dominio, y fijar los tiempos de resolución de conflictos. El malhumor manipulativo que provoca en la mujer ese sentimiento de culpa e indefensión, que la lleva a buscar complacer a su compañero consiguiendo éste sus objetivos. El victimismo y los olvidos selectivos que inocentemente vuelve a llevar al hombre a alzarse con la victoria. Es machismo invisible el control del dinero, sin hacer partícipe a la mujer de los recursos de la pareja, y la toma de decisiones sobre él sin contar con la opinión de la otra parte. La dependencia que crea el tener que pasar la vida pidiendo el dinero a tu pareja.

            Son estas tretas de dominación las que terminan convirtiendo a las parejas en adversarios y al hogar en campo de batalla. Sin ser conscientes, la mujer se va sintiendo cada vez más agotada emocionalmente e infeliz, y el hombre ni siquiera es capaz de entender lo que está pasando. Es aquí donde radica el verdadero problema, y es ahí donde hay que empezar a buscar soluciones. Luis Bonino nos invita a realizar un trabajo de concienciación, en la sociedad en general, aprendiendo a detectar y neutralizar estas pequeñas tiranías que actúan como caldo de cultivo de la violencia de género. Los hombres abandonando su rol de superioridad y la mujer no aceptando la subordinación.

            Como sociedad tenemos la obligación y la necesidad de hacerlo.

Por una igualdad real. Ni una menos porque igual no da.