Cuando se llega al desierto y se contempla su infinitud, su nada y su todo, en esa soledad buscada, es cuando uno llega a tomar conciencia plena de su inmensa insignificancia. Es cuando, el ser humano empieza a tomar conocimiento pleno de su existencia. Una existencia prestada, que sólo desde esa pequeñez, puede valorar en su infinitud. Y es entonces, en esas puestas de sol, en esas noches limpias en las que tienes la sensación de tocar las estrellas y en esos días, que se producen esas “fatamorganas” que te abducen y hacen sentirte en otro mundo, cuando se toma conciencia de lo que es el universo y lo que es el ser humano, que busca el sentido de su existencia en un cosmos infinito, creado y/o evolucionado, por alguna entidad de energía, que somos incapaces de comprender e identificar. Es similar planteamiento el que tienen los cosmonautas cuando ven esta frágil esfera azul a miles de kilómetros ante la insignificancia e intransigencia del ser humano que provoca las guerras, el hambre, la miseria de una humanidad que va autodestruyéndose sin ser consciente de ello. Es el silencio del desierto el que te envuelve y subyuga, porque estás sólo, frente a ti mismo, frente a tu yo, frente a tus miedos, tus fracasos, ante tu conciencia… Esa conciencia de la que nos hemos hecho especialistas en adormecer y que por tanto no nos pide nada, no nos exige nada, porque nos hemos vuelto tan intolerantes, que no soportamos sus exigencias. Acaso no hayamos caído en la cuenta de que cuando dudamos es cuando empezamos a crecer humanamente.
Todos atravesamos el desierto a lo largo de nuestra vida, de una forma u otra.
No, no hay que irse intencionadamente al desierto físico, geográfico, geológico, para saber lo que es esa travesía, aunque la experiencia de esto último es única. Desde luego, quien está en él, en medio de ese infinito mar de arena por un motivo u otro de forma consciente ante su yo, sale fortalecido ante la vida, porque ha “catado” algo insustituible y difícilmente trasmisible. Entonces, se produce una lucha entre nuestros “yoes” uno un yo real, el otro, un yo aparente.
….. O BUSCAR EN LUGAR EQUIVOCADO….
Un vecino encontró a otro, cuando buscaba algo de rodillas. ¿”Qué andas buscando”? Pregunto el primero. “Mi llave; la he perdido”. Y arrodillados los dos, se pusieron a buscar la llave perdida. Al cabo de un rato, preguntó al vecino:¿”Donde la perdiste”? “En casa” respondió el primero. ¡Santo Dios…Y entonces porqué la buscas aquí”!
Y el otro respondió: “Porque aquí hay más luz”
¿De qué vale buscar la Verdad en determinados lugares, si donde la has perdido es dentro de ti?
….Y MIENTRAS, PASEABAN EL DIABLO Y SU AMIGO…
De pronto vieron a un hombre inclinado sobre el suelo, tratando de recoger algo. ¿”Qué busca ese hombre”? Pregunto el amigo al diablo.
“Un trozo de Verdad”, respondió el diablo.
¿”Y eso no te inquieta”? Volvió a preguntar el amigo. Y respondió el diablo: “Ni lo más mínimo; le permitiré que haga de ese trozo de Verdad, una creencia religiosa o una ideología”
Una creencia es muchas veces como un poste indicador que señala el camino de la Verdad. Pero muchas personas se obstinan en abrazarse a ese poste indicador, viéndose impedidas en avanzar hacia la Verdad, porque tienen la falsa sensación de que ya la poseen. Sólo quien busca la Verdad sin abrazarse nunca a nada, es capaz de encontrarla.