El libro de poemas Bajo la piel ceniza de Juan Olivares González, que edita Playa de Ákaba, se sustenta en la temporalidad. Puede decirse que en la mayoría de sus poemas hace referencia al tiempo, así en su poema “Como se pierde el viento” nos dice :/donde el tiempo es ausencia/. En cuanto al ritmo fónico versal del cómputo silábico  hace gala del heptasílabo como quebrado del alejandrino , siendo el ritmo fónico versal de la rima totalmente libre, como aparece también en su silva libre impar, es decir, su poema titulado “De vuelta” con un verso pentasílabo y el resto heptasílabos y endecasílabos, donde dice de la temporalidad de la tarde: /Sólo la tarde/desnuda de silencios,/acoge nuestros miedos/.

En su poema “Bajo la piel ceniza” expresa un tiempo abandonado: /Bajo la piel ceniza,/la huella de los días/como mármol flotando/en las tranquilas aguas/ del tiempo abandonado/. Podemos decir que en este poema se mantiene el ritmo fónico versal de la estrofa, pues este poema se compone de cuatro quintillas con versos heptasílabos de rima asonante i-a y a-a.

 En el poema titulado “Futuro” la temporalidad se expresa, entre otros recursos a través de la comparación: /Este incierto futuro que nos persigue siempre/como amenaza firme o velado temor/. Y sigue haciendo uso de la silva a la que añade a los versos heptasílabos y endecasílabos versos alejandrinos con el ritmo fónico versal de la rima totalmente libre.

 En el poema titulado “Siempre” nos dice del tiempo: /por cumplir, un resquicio del tiempo/donde esperar, alguna puerta abierta/. Se expresa también a través de versos blancos endecasílabos, uno nada más heptasílabo y otro tridecasílabo que se expresa como lo hicieron los poetas modernistas Enrique González Martínez y José Santos Chocano a cuyos tridecasílabos Navarro Tomás llama ternario, con apoyos rítmicos en las sílabas cuarta, octava y duodécima: /En el jadín hay un olor de primavera, /himnos de zumbos en el viejo colmenar (González Martínez, “La canción de la vida”), y del poema “Siempre” de Juan Olivares González el verso tridecasílabo: /nos llevará hasta el esplendor del mediodía/.

Del poema titulado “La palabra” nos dice aludiendo también a la temporalidad:/yo moriré, comenzará el silencio/ pero tú vivirás…¿eternamente?/.  Destacamos versos blancos también de endecasílabos, heptasílabos y alejandrino; pero especialmente destacamos el uso del endecasílabo dactílico en uno de sus versos con acento en cuarta y séptima sílaba: /Inalte-rá-ble, su-blí-me palabra/.

Del poema titulado “Septiembre” se resalta su valor temporal implícito como mes del año e indicándonos que si escribimos un libro de poemas influenciado por Bajo la piel ceniza  podríamos escribir poemas sobre cada uno de los meses del año, “Septiembre” alude a la claridad, a la luz, a una tregua que se alarga despacio y parece que nunca se acaba, a la sinestesia o fusión de distintos sentidos físicos aplicados a una misma realidad: /Agridulce septiembre/de jardines nocturnos/que rezuman el néctar/de la fruta madura/ y el olor de la lluvia temprana. En este poema Juan Olivares González sigue haciendo gala de la silva de versos blancos, con una relativa aparición de la asonancia en a-a dispuesta en cuatro estrofas de cinco versos, que tratándose de versos heptasílabos de arte menor podríamos hablar de quintilla, y tratándose de versos endecasílabos de arte mayor podríamos hablar de quinteto, para dar a cada estrofa un nuevo núcleo temático dentro del poema.

Del poema “El silencio” nos dice del tiempo: /para escuchar los sonidos del tiempo/que brotan incesantes/del limpio manantial de las palabras/…/para vivir la vida que me queda/ y la que ya no tengo/. En el poema “Pequeño juego de la verdad” el valor temporal continua apareciendo aludiendo al ayer: /Si digo ayer/ desaparece el tiempo/ envuelto entre los sueños/que nunca se han borrado/; sin embargo el poema también contiene una variedad temática dispuesta entre sus estrofas con la anáfora “Si digo…” aludiendo a la luz, a la vida, al ayer, al amor ,a la paz y a la fe. En sus poemas “Silencio” y “Pequeño juego de la verdad” deberíamos hablar de nuevo de silva libre impar, tal vez influencia de Juan Ramón Jiménez, pues junto a los versos de siete y once sílabas aparecen los versos de cinco sílabas. Estas silvas libres impares, como he señalado anteriormente, se agrupan en estrofas bien de cinco versos o de cuatro, conteniendo cada estrofa un nuevo núcleo temático dentro de cada uno de los dos poemas.

 Sin duda su poema “Oración por un suicida” también tiene como temática a la luz: /Sin duda hay una luz/que ha sabido acogerte,/ese sutil destello/que nos protege a todos/.Y continúa métricamente hablando dentro del discurso del uso de la silva dispuesta en estrofas de cuatro versos blancos.

 De su poema titulado “Soledad” destacamos la metáfora con el verbo ser: /es la región oscura del desierto/, según nos indica Eduardo García en Escribir un poema que identifica fundamentalmente el uso de las metáforas con la aparición en un poema del verbo ser, y también en el mismo poema identificamos la figura retórica de la sinonimia, identificando los siguientes conceptos a la soledad: /donde todo es ausencia, desencuentro/humo, silencio, nada/, destacando que el objetivo de esta sinonimia de conceptos es aumentar la precisión descriptiva dentro de las figuras retóricas de pensamiento a la que pertenece la sinonimia. Además de la esencia de la silva aparecen versos de arte mayor que son impares como el tridecasílabo: /o la que dice ser refugio deseado…/ o el pentadecasílabo o decapentasílabo: /pero la de un solo nombre, la soledad desnuda/, si bien por lo que atañe al uso del endecasílabo podemos decir que Juan Olivares González ha usado un endecasílabo que no entra dentro de las medidas tradicionales de este verso, esto es, que sea bien heroico (con acento en 6ª sílaba), bien sáfico (con acento en 4ª y 8ª), o bien dactílico (con acento en 4ª y 7ª sílabas); todo lo contrario, ha usado un endecasílabo que acentúa en 5ª sílaba: /a pesar de  -tán-tas matizaciones/ del que también  analiza los acentos en 5ª silaba Isabel Paraíso en su obra La métrica española en su contexto románico.

 Su poema “Hijo” canta a la ausencia de un hijo, a realizar personalmente más y mejor la relación entre un padre y un hijo, y a no poder realizarla porque ya no está junto a él. Discurre en general entre versos de arte mayor.

En su poema “Tiempo” el autor se confabula con “lo posible a realizar”, y es así con este criterio de posibilidad como define al tiempo: /y con trozos reales de nuestras ilusiones/ construyamos un mundo que parezca posible./. En su poema “Tiempo” aparecen doce alejandrinos, dispuestos en versos blancos y tres estrofas, que por ser de arte mayor, se podrían agrupar como si fuesen un cuarteto, un terceto y un quinteto.

En su poema “Sin retorno” el autor sigue haciendo gala el heptasílabo como uno de sus versos más utilizados en este libro, y en treinta y seis versos aparecen tres estrofas, cada una de ellas con doce versos en los   que puede aparecer una asonancia irregular o esporádica. El autor en “Sin retorno” termina invocando a los dioses, que no se definen como mitológicos, y les invoca contra el abandono: /que no nos abandonen/en las tierras inhóspitas/de sol abrasador/,… contra la soledad: /o en las heladas tierras/donde habita el silencio/,… e invoca el espacio que da cabida a” los olvidos” para que otras personas habiten los espacios en los que ya no se retorna: /y que viertan el bálsamo/de todos los olvidos/en nuestros corazones./.

Con el poema titulado “El recuerdo” Juan Olivares hace gala del uso de la silva de endecasílabos y heptasílabos, tal y como lo viene haciendo a lo largo de este libro de poemas; si bien, el verso: /como tersos pétalos de rosa/, que es una comparación con “como” como figura retórica, es un verso de diez sílabas, no compuesto de dos hemistiquios, dentro del conjunto de esta silva, en la cual aparece otra comparación: /que acabó diluyéndose/ como espuma en el viento/, además de la metáfora con el verbo ser: /éramos sólo días,/una débil estela que se pierde/ con cada amanecer/.

Su poema “El juego” se expresa a través de dos sextetos de alejandrinos con versos blancos, que es otro de los versos utilizados  usualmente por nuestro autor en Bajo la piel ceniza, en donde expresa que sigue esperando a quien en su infancia jugó con él:/ abandonada al sol del espléndido otoño/sobre un lecho de hierba del dorado jardín/, y de quien espera otra vez su proximidad o cercanía: /Desde la lejanía del tiempo compartido/necesito creer que sigues esperándome/.

“El deseo” es otro de los poemas en los que continúa utilizando el alejandrino en seis estrofas de dos versos, entre las que existe asonancia en a-o y a-e. El poema se destaca también por su uso de la anáfora y polisíndeton con la conjunción /y/: /Y te busco despierto, carne contra tu carne,/y te encuentro y me encuentras, frente a frente, despacio./…/Y los cuerpos se funden y se detiene el tiempo/y no queda resquicio donde penetre el aire/.

En su poema “Distancia” aparece un claro uso de la silva libre impar, esta vez también con un eneasílabo además de los heptasílabos y endecasílabos, y un tetrasílabo del que me atrevo, sin lugar a dudas, a exponer la influencia clara y definitiva de Juan Ramón Jiménez: /Un instante/. En este poema hace referencia a “la noria”:/como noria del tiempo inabarcable/ tal y como lo hace Antonio Machado en su poesía.

“Otro otoño” es otra silva libre impar en donde nos dice del tiempo: /Yo deseo que pase ligero/este tiempo intermedio/que me lastima siempre./Naturalmente el poema contiene el ritmo fónico versal de la estrofa, pues agrupa por núcleos temáticos dentro del poema, las estrofas que suelen ser de cuatro versos, de tres, de siete, etc.

“La verdad” es otra silva agrupada en dos estrofas de cinco versos sumida en el más absoluto silencio, del que nadie responde, verdades de luces o tinieblas adecuada a la farsa de las conveniencias. Poema en el que se define la verdad con una precisión lírica muy exhaustiva.

“Contra tiempo” otra silva con alejandrinos que contiene la palabra tiempo en su título para expresar: /el tiempo nos desvela lo que ya conocemos: /que los plazos se acababan/que no somos eternos/  y para expresar por parte del autor que no hay que abrumarse por las circunstancias sino:/Ya no cuento los días ni los años./Lo que debe llegar ocurre siempre/al margen de los miedos o el deseo./ dejando que las circunstancias sobrevengan minuto a minuto, segundo a segundo aceptando lo inmediato.

“El terruño” hace referencia al pasado del autor dentro de un ambiente rural, también con alejandrinos y  heptasílabos: /mi terruño es un hoyo de profundas raíces/ y de pan con aceite y de juegos sin límite/el inmenso verano los voces de la calle/desvanecidos rostros la lumbre del hogar.

“La vieja casa” continúa expresando  las vivencias de una casa rural: /suave, inalterable,/un olor a verdad/ se extiende por la casa…/el olor penetrante/ del bálsamo sagrado/que derraman los dioses/ sobre los elegidos,/olor a gente honrada./

El poema “La amistad” es un conjunto de cinco estrofas de versos todos heptasílabos, salvo únicamente un verso que contiene diez sílabas debido a que es una “enumeración” como figura retórica en la que incluso no aparecen comas:/una voz una brisa una roca/ si lo analizamos con su sinalefa “bri-sau-na”, o bien se trata de un verso de once sílabas si tenemos en cuenta el hiato, y entonces el poema al completo seguiría decantándose como silva, como digo con un único verso de once sílabas en el conjunto de los veinticuatro heptasílabos que aparecen. En este poema y aludiendo también a su poema “la verdad”, la amistad se configura como un espacio donde puede llevarse a cabo verdades esenciales al corazón y a la mente del ser humano lejos del interés: /estrellas que se acercan/en un cielo convulso/y forman un espacio/de verdades y afectos/donde nadie se pregunta/ni duda ni se ofende/ lejos del interés./.

“El más limpio poema” trata del testigo que pasa una generación tras otra, entendida la poesía no como un texto escrito, sino como tal vez unas vivencias, recogidas acaso en los testimonios orales: /Mi padre no escribió nunca un poema/y puede que tampoco lo leyera./ Como tantos hombres y mujeres/ que recorren el camino en silencio,/lo vivió cada día/ y lo dejó en la memoria de los suyos/y esparcido por la amada tierra./.

“Ideario” es un poema que trata sobre lo que evoca la patria al poeta a través de las siguientes metáforas expresadas también con la figura retórica de la enumeración: /Mi patria es este cielo azul que me rodea/y me llena de gozo y aviva mis recuerdos,/esta luz del verano y esta lluvia de otoño,/estos recios paisajes que llevo tan adentro./.

“Ubi sunt?” es un poema de seis estrofas de heptasílabos, verso utilizado por excelencia en todo el libro Bajo la piel ceniza. Ubi sunt? Es un tópico literario mediante el cual el poeta se pregunta por el paradero de los que han muerto. Viene de la frase en latín “Ubi sunt qui ante nos in hoc mundo fuere?”(¿Dónde están o qué fue de quienes vivieron antes que nosotros?”). Ubi sunt? Significa literalmente “¿Dónde están?” y hace referencia a la fugacidad de las glorias mundanas, de los elementos del mundo terrenal y sensorial. Se usa para preguntar por personalidades y bienes ya desparecidos. Este tópico, empleado en numerosas obras literarias medievales y modernas, refleja una forma de pensar que fue dominante a lo largo de la Edad Media, y que enlaza con la concepción de la vida en la tierra como un simple tránsito hacia la vida eterna, la que sigue a la muerte. Entronca ideológicamente con las danzas macabras, en el sentido de entender que al finalizar la vida, la muerte es un elemento igualador. Un ejemplo excelso de su formulación en lengua castellana se puede encontrar en la obra de Jorge Manrique Coplas a la muerte de su padre y en “Oda a la vida retirada” de Fray Luis de León. Y así Juan Olivares nos dice:/Presentidas ausencias/que, inexorablemente,/llegan y nos golpean/y agrandan el vacío/en este desolado,/hostil y frío páramo/que fue tierra de todos./.

“Locos” es otra silva más con alejandrinos que se vale de las siguientes anáforas y paralelismos sintácticos como paradigmas del verso libre contemporáneo a principio de los versos: /de su lento desgarro,/de su alma entre rejas./…/con su extraño discurso,/con su obscena presencia,/sin luz que les alumbre,/sin ángel que les guarde,/sin dios que los proteja./

“Poco más” es un poema de dos estrofas de alejandrinos y eneasílabos basados en el paralelismo sintáctico de final de verso de la primera estrofa: /poco más me queda que decir./ y en el paralelismo sintáctico de la segunda estrofa: /poco más me queda que vivir./ Poema basado en la anáfora del primer verso de la primera y segunda estrofa “Después de haber…” y en las anáforas sucesivas en ambas estrofas con la preposición “de”. El poeta habla de la experiencia, de las palabras, de la verdad, de Dios, del dolor, del amor y la nada, de la muerte.

“A Francisco García Cecilia, hortelano” es un poema dedicado a un campesino como su título indica, también de endecasílabos, alejandrinos y heptasílabos, versos utilizados por excelencia en este libro de poemas. Con sus dos metáforas por excelencia: /Orfebre de la tierra, arquitecto del tiempo,/ el poema discurre entre versos descriptivos como son estos dos versos en que utiliza la comparación con “como”: /Erguido como un junco o doblado hacia el suelo,/como un dios cotidiano de la fertilidad/. El poema mantiene entre sus cuatro estrofas una asonancia con e-o de huerto, en algunos de sus versos.

En “Invierno” el alejandrino se recrea como único verso existente en sus diez versos, concluyendo el poema con un pareado con la asonancia e-o de invierno:/Miro a mi alrededor y de pronto comprendo/ que es invierno esta tarde, que siempre será invierno/, en donde el poeta hace del invierno, por sus evocaciones líricas, la única estación vivencial del año en la que se vive  el silencio de las noches, el campo en soledad, y los pasos presurosos que se pierden ajenos a cualquier sentimiento; es decir, todo parece indicar que nos habla de la vivencia de la soledad.

En “Madrid marzo 2004” vuelve a aparecer la silva libre impar con sus pentasílabos: /hasta esta noche/ y /la realidad/ donde el poeta se vale de la sinéresis   –rea- para contar su verso impar con cinco sílabas, en lugar de seis. El poema está dedicado a la víctimas del atentado terrorista y cita entre sus versos: /Pero acecha la fiera del horror y del odio,/la inhumana impiedad que a nadie reconoce/y detiene las horas y congela el aliento/y destroza de golpe/la realidad/ y todos los resquicios de los sueños/ entre cuyos versos citados se aprecia la anáfora en el artículo determinado “la” y con la conjunción “y” también valiéndose del polisíndeton en estos versos.

“Nada sobre fondo blanco” es un poema que responde a las lagunas en blanco que le quedan a un poeta cuando se decide a escribir, escuchando música clásica, como es el Adagio for strings, de Samuel Barber, y no surgen versos escritos que se materialicen; sin embargo, en una de las estrofas del poema, Juan Olivares se vale de la figura retórica de la enumeración para invocar y que surja la inspiración de temas como: /El amor, la muerte, los silencios,/los recuerdos que se van desgranando,/el tópico del tiempo que nunca se detiene,/o el miedo o las preguntas sin respuesta./Cualquier cosa me sirve o me parece/ materia que me puede servir, pero no alcanzo/ a escapar de lo más inmediato./. Tiene el poema un verso tetrasílabo: /Se me cierran/ que recuerda de nuevo la influencia de Juan Ramón Jiménez cuando al utilizar la silva libre impar, también se valía del tetrasílabo.

“Desencanto” es un poema que nos habla de las decepciones que sufre el ser humano en su vida y de cómo recurrimos una y otra vez a la esperanza para no ser unos descreídos. Siguiendo con la silva el poeta se vale en sus tres estrofas de la aparición de ciertos versos que riman en asonancia a-a, como es esta estrofa en la que también aparece la anáfora con la conjunción “y”: /Y la noche tan negra, /y la luz apagada,/y el dormido silencio/ que nos lleva hasta el alba./

“Mujer” expresado todo el poema con versos de arte mayor, endecasílabos o alejandrinos en cuatro quintetos con rimas asonantes, alude a la mujer como visión amorosa y como madre: /son una sola carne tu mitad y la mía:/yo soy tu padre y he sido tu hijo/y tú eres nuestra madre, nuestra vida./,pero también es un alegato contra la violencia de género a través del recurso de la enumeración, del paralelismo sintáctico y de la anáfora con quién: /¿Quién desata su ira contra ti?/¿Quién levanta la mano y te amenaza?/Mujer, esposa, madre, ¿quién te ofende?/¿Y quién te desconoce y quién te hiere?/ Hermana, amiga, hija, ¿quién te mata?/.

El poema final de nuestro libro se titula “Flash-back”, y lo dedica “a todos los integrantes de aquella generación dorada”. Esta vez el flash-back es un recurso literario que vuelve al pasado, a través de la analepsis o fase restrospectiva (flash-back en inglés) para hacer mención de los que crecieron con la década de los Beatles (1960-1970), participando en los guateques o adoptando poses de hippies avanzados:/sólo porque escuchábamos/a Barry McGuire, a Jefferson Airplane, /a Scott McKenzie o a Mama`s and the Papa`s,/y alguien tenía un póster de Woodstock./…viviendo ajenos a la primavera de Praga, o del mayo francés que también les tocó vivir, al rock and roll y al twist and shout…Un poema también descriptivo con sus versos:/-suéter de cuello alto,/pantalones campana,/desmedidas patillas,/rebeca o minifalda…-/.Otra silva más de este libro de poemas Bajo la piel ceniza que con total libertad del verso libre respeta los cánones tan fluidos a nivel comunicativo y expresivo, de ajustarse a los parámetros métricos de los endecasílabos, heptasílabos, alejandrinos,  versos impares y algún que otro tetrasílabo. Como pienso desde el principio un fiel seguidor de la escuela que creó Juan Ramón Jiménez con el uso de la silva libre impar.

Portada del libro

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