Sé que es un tema muy incómodo, y además no me gusta nada, pero se está hablando tanto estos días del maltrato animal y en concreto de esta “celebración” de Tordesillas, que es muy recurrente hablar de ello para pulsar la opinión. Incluso ya me gustaría a mí que la pasión que se pone entre sus defensores y detractores, fuera la misma que la que brilla por su ausencia en el maltrato y asesinato de mujeres. Pero no se preocupen que no voy a entrar por ahí de momento sino para decir que desde luego los seres humanos somos muy complicados, nos hemos dado leyes, nos hemos dado derechos y deberes, por encima de todo están los derechos humanos que bien podrían extenderse a los derechos de los seres vivos, y sin embargo nos lo saltamos a la torera, y no es que abunde en ello pero es la palabra que entendemos, cumplimos las leyes que nos interesan, cuantas menos mejor, los derechos según para quienes y los deberes para el resto. Y así no hay quien se entienda ni quien razone.
Yo, voy por delante, no estoy de acuerdo en maltratar a los animales, a ninguno, pero eso es lo que nos tendríamos que plantear todos. No estoy de acuerdo pero no se me ocurriría ir a ese pueblo y formar una batalla campal allí mismo cuando se sabe que nos metemos en la boca del lobo y no nos van a entender. Esos son los gobernantes, que deberían mojarse de una vez y cumplir las normas según la razón. Es muy doloroso contemplar ese toro masacrado para ganar un rabo y una pegatina, un animal que ha sufrido lo indecible para llegar ahí. Yo, desde luego, no lo soporto.
Sé que las costumbres, la cultura, los ancestros, la tradición y todo eso de nuestro querido país, en muchos casos, no sólo en este, llevan implícitos ese componente de maltrato, flagelación y sangría que hayamos podido ver. Somos sanguinarios. Supongo que hay civilizaciones que también juegan con sangre y sufrimiento, pero el nuestro desde luego. Nos centramos mucho en las costumbres de la Edad Media porque todo esto viene de ese tiempo oscuro, para nada libre sobre todo interiormente, con un miedo incrustado y con una conciencia escrupulosa terrible. Fue la época de la inquisición, de los cristianos viejos y nuevos, de las delaciones, de las torturas horrorosas, del románico (con lo que a mí me gusta) y de la picota. Y para llevar esas costumbres o culturas no nos hemos apropiado del culto al sol o a la luna, de las danzas de primavera o el recuerdo de Baco. No nos hemos ido a conocer a Imilce o a tantos restos que también nos pertenecieron. O a la época de la ilustración o del romanticismo, o de cuando no había guerras fratricidas o simplemente algo sedante como las fiestas de la Virgen de Linarejos, con su aparición y su voto. Muchisimas cosas a las que recurrir, pero algo alegre, por favor.
Pues no, somos masoquistas y además nos gusta y nos matamos, o morimos, por ello y entonces surge el conflicto como el que ha sucedido en Tordesillas, entre los partidarios y los que no, que encima han ido a enmendarles la plana. No sabemos, pero deberíamos de saber que no es posible convencer en esto como en mucho, porque aunque fuera lo más horrible del mundo y hasta lo supieran, bonicos somos para que nos enmienden nada. Y así estamos.
Mercedes, comparto totalmente tus sentimientos respecto al maltrato de animales. Dice un proverbio oriental: «Quien maltrata a un animal, tiene el corazón sucio»
En este aspecto, resultan deprimentes las leyes en Arabia Saudí, que condenan con la muerte a quienes tengan perros en su casa. En Irán, ocurre lo mismo, aunque el presidente Amadineyab, puede tener y tiene cuatro perros en su casa, que a través de una fatua, le autorizan a tenerlos para su seguridad. Estamos locos.
En cuanto a las corridas de toros, entendidas como Fiesta Nacional ancestral (curiosa la calificación) es una cosa en que toda la sociedad tiene que mojarse para ver que pasa con ésto.
Yo respeto al mundo taurino, aunque a mí precisamente no me apasionen los toros. Creo que todo debe ser una evolución del pensamiento y un debate que puede ir para largo.
Hace muchos años, yo iba a los toros acompañando a Modesta, pero desde que tuvimos en casa a Eolo, después a Leda y a nuestra gatita Ágata, me he vuelto mucho más sensible para con el tema de los animales. Ya me conoces. Hay muchas salvajadas que se hacen en los pueblos de esta todavía oscura España.
Pidiendo disculpas de antemano, no puedo estar de acuerdo con usted. Primero compara la pasión que pone la sociedad en general, con otra o todo tipo de injusticia ( en este caso, el maltrato a la mujer), como si eso quitara razón a quien se opone al maltrato animal. Después dice que jamás se le ocurriría ir a ese pueblo y según usted «formar una batalla campal». Con esto, culpa de la batalla a los defensores de los animales.
Sin el valor de «esos» que se exponen a esa «batalla» y a otras, la sociedad nunca avanzaría en derechos ni en justicia. El maltrato a la mujer, también era una costumbre, pero contra esa barbaridad y otras muchas, hay que estar en lucha permanente. Y por favor, no me vale con el argumento de que hay cosas más importantes.
Efectivamente las hay, pero eso no quita, que se pueda estar en desacuerdo con ambas.
Un saludo.
Estoy en contra del maltrato animal, sea del modo que sea y donde quiera que se produzca. Teniendo en cuenta la reacción popular, ante las barbaridades que se hacen en distintos puntos de nuestro País, amparados en tradiciones o cualquier otra justificación, creo que lo que realmente falta es valentía política, para avanzar en la ley de protección animal, una ley marco, que ampare a los animales en todo el territorio nacional y no dependiendo de la comunidad autónoma donde se encuentre el animal o el “bárbaro” que lo maltrata.