Coinciden muchas cosas para que yo haya elegido este tema para hoy. Y estoy segura de que nadie se va a llamar a engaño sobre a qué arco iris me refiero con la que está cayendo, porque no hay ni una gota de agua en el ambiente que pueda provocar ese maravilloso  fenómeno de la naturaleza que descompone la luz blanca del sol en siete colores y sí hay un ansia de libertad y de respeto tras el prisma de la diversidad. Diversidad es la palabra, somos diversos, diferentes, distintos, variados, múltiples. Todos. Y todas. Eso es un hecho, nadie es igual a otro, tenemos variedad de culturas, razas, sexos, lenguas, de todo y en todo, lo monolítico no existe en nuestro mundo, aunque se pretenda, y consecuentemente ni el monopolio ni la preponderancia de algo o alguien sobre lo mismo, de nada sobre nada. Todo lo demás es discriminatorio y construido para perpetuar poderes. La naturaleza nos enseña lo que es obvio y reconocemos como sentido común, aunque el ser humano se empeñe en lo contrario. Las cosas son como son. Es así.

Pues según esto, que se va imponiendo en contra de la cerrazón y aquí sí me voy a divertir con las opiniones rebuscadas o sistemáticas, estamos celebrando en estos días la conmemoración del Orgullo LGTB, banderas arco iris ondean en casi todos los ayuntamientos importantes, con un par, añadiéndole a ello que se cumplen 10 años de la Ley del Matrimonio Igualitario. Tomémoslo como una ocasión, una oportunidad anual para que la sociedad acepte la diversidad y apueste por la igualdad. Parece que dijera algo contradictorio pero no, la igualdad se refiere a los derechos. Ese es el paso.

Este año la manifestación del Orgullo Gay el 4 de julio, ¡que cucha qué casualidad que nos recuerde al Día de la Independencia de Estados Unidos! reivindicará un paso más en leyes para una igualdad real, concretamente una Ley Integral de transexualidad y otra ley antiLGTBfobia. Porque no está todo conseguido. El colectivo LGTB al igual que las mujeres, siempre llevan a cabo rebeliones silenciosas y contundentes y así, aún cuando los vaivenes de gobiernos retrógrados nos hagan retroceder, siempre seguimos en la brecha hasta conseguirlo. Y que aunque siempre tenemos el peligro de lo reversible, se conseguirá, lo verán quienes lo vean pero será así, como ver la bandera del arco iris en Valladolid, por poner un ejemplo, que cualquiera lo esperaba. Hay muchas cosas para celebrar este año el día del orgullo con optimismo, porque sabemos de la constancia y de las reivindicaciones justas. Y que seguimos. Y quien tuerza el gesto, peor para él.

En cuanto al matrimonio igualitario se cumplen 10 años desde que se legalizó, siendo el tercer país del mundo detrás de Bélgica y Holanda. No fue fácil, incluso se vetó en el Senado, mira tú por dónde que parece que no sirve, y hubo que volver al Congreso. Luego el PP lo mandó al Tribunal Constitucional que ratificó su constitucionalidad en 2012. O sea que intentos ha habido, pero la ley había salido adelante, una ley que equipara en derechos a quienes se casen, una ley que iguala la adopción conjunta, la herencia, las pensiones, los derechos jurídicos… Todo igual, la misma figura jurídica, hasta los divorcios y las separaciones. Todo. Bien.

Sin embargo todavía se levantan voces de la caverna en contra de la adopción, en contra de la palabra matrimonio, muchas excusas para camuflar lo que verdaderamente se piensa: por parte del machismo que lo que vale es lo que vale y  por parte de la Iglesia que se ataca el matrimonio “sólo” destinado a procrear. Y yo me digo: ¿Por qué no? Vamos a ver… ¿Por qué no? En fin, ni caso, hay diversidad en todo y la vida sigue. Ya he dicho que nada de monolitismos y que aprendamos a no juzgar y a respetar. Discrepemos, pues, y respetemos. Pero con el derecho de que sea mutuo.