Por todas partes y a todas horas oigo estas palabras, como si de repente quisiéramos solucionar una carencia de siglos en unos días. Y yo me pregunto: ¿de verdad sabemos lo qué significa esa expresión?
Es cierto que nuestra sociedad tiene una asignatura pendiente con la sexualidad. Parece increíble que en la era de la información y la tecnología hayamos avanzado tan poco en este área en los últimos cien años.
Desde que la sexualidad entró en el laboratorio y empezamos a hablar de sexología a mitad del siglo pasado, se ha adquirido un grueso de conocimientos en cuanto a la sexualidad humana se refiere, pero es cierto que no hemos encontrado la forma de poner al alcance de la población todo este conocimiento. Aún así no podemos olvidar lo que la OMS (Organización Mundial de la Salud) declaraba en 1983:
«La educación sexual debe abarcar mucho más que la información. Debe dar una idea de las actitudes, de las presiones, conciencia de las alternativas y sus consecuencias. Debe de aumentar el amor, el conocimiento propio, debe mejorar la toma de decisiones y la técnica de la comunicación». OMS, 1983.
Nuestro modelo de salud medicalizado sigue empeñado en centrar la educación sexual en transmitir su vertiente física, todo lo relacionado con la enfermedad y con el embarazo, que aunque forman parte de esta y tiene que ser tenida en cuenta, no es la única función de la sexualidad humana, relegando al olvido las otras dos vertientes maravillosas de la sexualidad.
Donde queda la función de la sexualidad ligada a nuestra psicología, donde queda excluida la capacidad de la sexualidad de proporcionar placer y plenitud en la persona. Porque olvidamos, que cuando la sexualidad no produce placer, frecuentemente está produciendo desencanto, tristeza, rechazo y sobretodo sufrimiento. Por no hablar de su vertiente social, ¿por qué se nos olvida remarcar en nuestras clases de educación sexual la capacidad que tiene la sexualidad de servir de medio de comunicación entre los humanos? Comunicación que puede y debe ser una forma de conexión a un nivel especial en la cual me relaciono solo con las personas que yo decido. Intercambio que debe estar regido por unas reglas del juego imprescindibles para una comunicación sana y saludable.
Educación sexual sí, claro que sí, pero completa.
Educación sexual para los jóvenes para que vivan una sexualidad plena, sana y placentera, basada en la igualdad, libertad y consentimiento. Que les ayude a adquirir los conocimientos y recursos necesarios para ser los protagonistas de su película. Educación sexual para que sean capaces de escribir el guión de su propia vida.
Educación sexual para los adultos para que disfruten de la sexualidad plenamente y para que los padres sean capaces de abordar este tema con sus hijos y se deje de eludir la responsabilidad que se tiene hacia ellos.
Educación sexual para los profesores que dejen de tener miedo a tratar este tema en clase y dispongan de los recursos suficientes para poder cumplir con su labor educativa también en este área tan importante.
Educación sexual para los médicos que se olvidan de explicar los efectos secundarios de algunos de los medicamentos que prescriben a sus pacientes y lo que esto puede influir en su respuesta sexual.
Educación sexual para la sociedad en general pero educación sexual completa basada y apoyada en el conocimiento científico y realizada por profesionales.
Educación sexual profesionalizada, democrática y abierta ¡¡¡YA!!!
«Por no hablar de su vertiente social, ¿por qué se nos olvida remarcar en nuestras clases de educación sexual la capacidad que tiene la sexualidad de servir de medio de comunicación entre los humanos?» Muy de acuerdo contigo Carmela, la sexualidad es más que lo que pensamos o nos tienen enseñados. Hay que darle su verdadera dimensión globalizadora, amplia y extensiva. . Solo así estaremos todos, sin distinción, en horizontal, llamados a ella.
Totalmente de acuerdo con Mercedes y Carmela y a modo de ilustración, comentaré dos breves anécdotas, dejando claro que para mí, una cosa es sexualidad y otra genitalidad:
Tendría mi hijo mayor unos catorce años, cuando lo sorprendí a él con un grupo de amigos/as, en la buhardilla de mi casa, viendo un coleccionable sobre sexualidad, maravilloso y completísimo por cierto, que servidor había ido comprando semanalmente. Subí a la buhardilla para coger algo y me encontré a unas ocho criaturas viendo este coleccionable. Cuando me vieron, enseguida pegaron carpetazo a los fascículos, porque pensaron que los había cogido viendo algo prohibido. Yo sólo me limité a decirles ante el miedo general que percibí en ellos: ¡Ah, estáis viendo los libros de sexualidad! Bien, le dije, aprended de ellos. luego mi hijo me comentó que sus amigos/as le dijeron, que si sus padres los hubieran pillado en esa situación, más de una torta les hubiesen dado. ¡Qué pena!
En otra ocasión, con nuestros tres hijos biológicos, porque a nuestro hijo Buley, no lo teníamos aún, tuvimos una conversación una tarde, mi esposa Áurea y yo, por espacio al menos de tres horas sobre la amplia dimensión de la sexualidad en las relaciones humanas y el componente espiritual, afectivo y relacional en su aspecto no necesariamente religioso, sino profundamente humano. la expresión de ellos, cuando dimos por concluída la conversación fué: ¡Y creíamos nosotros que sabíamos acerca de la sexualidad!
No sólo los colegios, sino las casas, los hogares, son el lugar apropiado para que los padres y madres hablen a sus vástagos de estos temas entre otros….y no se hace en los hogares, que es el lugar esencial para comenzar a hacerlo… y así nos va. Porque tenemos una casa, que no es precisamente un hogar en muchas ocasiones.
Lo primero es sacudirse los complejos que a lo largo de los siglos la iglesia, como parte de su negocio, ha inoculado en las conciencias. Condicionando una función tan natural como pueda ser la respiración o la excreción, atormentado y fomentando sentimientos de culpa en las personas, algo de lo que todavía no ha pedido perdón.
¡¡¡Coño…….estoy de acuerdo contigo……no me lo puedo creer!!!……