Desde el breve pontificado, de 33 días de Juan Pablo I, del que todo quedó en el más intencionado olvido de la oficialidad vaticana, con la expresa prohibición de hacerle la autopsia, han pasado tres Papas por la Silla de Pedro.
El Papa Francisco, ya se ha encargado de hacer público, que prevé un papado breve. ¿Por qué?
Todo lo relacionado con el Estado Vaticano, resulta ser tremendamente oscuro; superan en conocimientos e investigación a muchos estados. Qué duda cabe de que mientras el Vaticano, haya secuestrado el mensaje evangélico para conformarlo a sus intereses políticos, que eufemísticamente llaman “poder temporal”, el mensaje del Nazareno, seguirá cautivo en sus manos para hacer pervivir este desacierto.
De los dos papas intermedios, Wojtyla y Ratzinger, qué decir, pues ambos hicieron al Evangelio mucho daño.
Ratzinger, alemán, eminente teólogo integrista, guillotina de los teólogos aperturistas que él consideraba herejes, fue realmente el auténtico Papa en la sombra del pontificado de Wojtyla.
Wojtyla, destilaba un resentimiento y odio anticomunista, que impregnó su pontificado. Recuérdese la humillación pública al sacerdote y ministro sandinista, Ernesto Cardenal. Él no tendió puentes de diálogo y Ratzinger… fue mordido por quienes alimentó durante años… lo que se siembra se recoge. Es el Karma.
Véase también, el anti testimonio cristiano de Rouco en España para con su familia. Su familia vive bajo el umbral de la pobreza…y él no quiere saber nada de ellos, mientras Su Eminencia vive en un piso millonario de 370 m2. 1.700.000 el piso, y además 370.000 Euros su reacondicionamiento… Escándalo de cristiano.
Pero, ¿qué hizo Juan Pablo I para que probablemente lo envenenaran? Sin duda, firmar el día anterior muchos ceses de cardenales de la curia, relacionados con la mafia italiana y las oscuras relaciones con el Banco Ambrosiano. Ceses que verían la luz al día siguiente y algunos, sabiendo sus intenciones, lo hicieron pasar a mejor vida antes de ser destituidos. Era la supervivencia e infamia de los poderosos, que en nombre de Jesús, llega hasta hoy.
Por otro lado, a mí como cristiano, las declaraciones de Francisco sobre la brevedad de su pontificado me preocupan, porque ¿qué motivos existirán para tales declaraciones? Francisco no es un Papa de gestos a la galería, sino que pretende unas profundas reformas en esta Iglesia, como son el tema de los homosexuales y lesbianas, el papel de la mujer en la Iglesia, la continua denuncia de la pobreza, de la marginación, la condena de los asesinatos mafiosos en Nápoles, en el propio corazón de la Camorra, el intento de un profundo lavado de la Banca Vaticana (IOR), el testimonio de pobreza que está dando…
Y no lo van a dejar seguir avanzando, pues supone un peligro para lo establecido. Pero las creencias, por desgracia, muchas veces son el refugio donde mucha gente busca su seguridad y esa “seguridad” atenaza e inmoviliza.
Todo lo tienen centrado obsesiva e intencionadamente, en los Sacramentos y en las “prácticas religiosas” para la buena marcha del negocio.
Como cristiano, lo tengo muy claro: los Sacramentos no tienen otro valor que el de ser “sím-bólicos” (deben unir) y no alejar ni rechazar a nadie.
No se puede negar la Eucaristía, a personas separadas o divorciadas, cuando van a comulgar. No se puede perseguir a sacerdotes, que celebran Eucaristías con comprometidas comunidades cristianas, que acogen a gente pobre, humilde, desesperanzada, marginada, en los salones parroquiales, compartiendo un trozo de pan normalito, de panadería, vamos. (Parroquia de San Carlos Borromeo de Madrid) Porque ahí, sí que está la Comunidad de Jesús. Y en eso debería convertirse cada Parroquia, en Comunidad Viva de Jesús, y no en el cortijo del cura.
Los Sacramentos, con toda su solemnidad tal como se conocen, fueron promulgados, “inventados”, a mediados del S. XVI en el Concilio de Trento. Entonces, los jerarcas, con algunos de estos Sacramentos, se convirtieron en los chamanes, en los gurús, de esta gran tribu, haciendo magia y auto otorgándose, la potestad de perdonar mediante la Confesión personal, sólo ante ellos, en nombre de Dios; de hacer esa magia irrefutable con una oblea, con una hostia, en la que se atribuyen el “poder” de convertirla en el Cuerpo de Cristo.
Esto, carece de sentido. Jesús en la Eucaristía, para mí, sí que se hace “especialmente presente” en ese pan (no en cuerpo, como se nos ha impuesto por dogma) porque lo hace en los corazones de la gente, desde la fe de “compartir”. Es la “comunión”, la unión común de los presentes, la que lo hace posible, para comprometerse posteriormente con el mundo y llevar el Evangelio a su auténtico sentido, que es de absoluta HUMANIDAD. La Eucaristía debiera ser sólo una rememoración, un recordatorio de la última cena de amor mutuo entre amigos y otros, la convirtieron en una especie de sesión de magia.
Y Francisco, es como Juan Pablo I, aquel Papa de la sonrisa, otra gota de agua, capaz de apagar el fuego. Él es el fósforo que irradia luz en la oscuridad de las estancias vaticanas.
Dice el teólogo Juan Antonio Estrada «Ser seguidor de Jesús, es ser ateo de muchas imágenes de Jesús, que existen en la sociedad y en la misma Iglesia» «Las Bienaventuranzas siguen valiendo la pena, aunque no hubiera Resurrección»
Las Comunidades cristianas, de religiosos y seglares que arriesgan su vida en otros países del tercer mundo, para acercar el mensaje de Jesús con su testimonio y ejemplo y paliar el hambre sí que son la Iglesia del Nazareno, pero estos jerarcas podridos, que son los que mandan y medran subiendo escalones humanos, no lo son; evidentemente no lo son y hacen un daño irreparable al Evangelio y a la fe de la gente humilde que no sabe diferenciar entre un mensaje de liberación del ser humano y quienes se lucran de todo este montaje.
Qué pena haber mancillado, ultrajado, deshonrado y prostituido durante siglos, el mensaje de Jesús ¡Dios, qué pena!