He leído con tanta atención e interés, en estas páginas, las acertadas reflexiones de Isabel Estévez y Mercedes Rueda sobre educación, que no me resisto a terciar en tan importante asunto. Es mi intención al hacerlo, no estoy seguro de conseguirlo, la de insistir en la imprescindible implicación pública (de todos y todas solidariamente y sin distingos) para formar al conjunto de la ciudadanía desde la más tierna infancia.
¿Ésto es educación? se preguntaba/nos preguntaba Isabel en el título de su escrito de hace unos días. Responder con un sí o con un no rotundo puede resultar algo arrogante. No sería razonable desdeñar los laudables esfuerzos que dicho escrito le suponen como madre y como ciudadana preocupada. Por ello, y porque lamentablemente una gran mayoría de familias no comparten tales inquietudes, convendrá definir qué entendemos por educación. Dice el diccionario: proceso formativo mediante el cual los individuos adultos ponen a los jóvenes en condiciones de participar en la vida del grupo. De lo más aséptico que se despacha: participar en el grupo ¿para conservarlo o reformarlo? ¿Aun así, menudo reto con la que está cayendo! De qué grupo podremos hablar, si hasta brillantes universitarios han de emigrar para trabajar en vaya usted a saber en qué. Cita con acierto nuestra autora los valores que la Tribu debiera de insuflar a la gente menuda. El problema puede estar en si la propia tribu se aclara con sus valores y/o con la existencia de la misma tribu o grupo. La Sra. Estévez empieza a desconfiar de los que introduce de matute la industria del entretenimiento (Disney, y similares). Propone, ojalá que con el éxito que merece, el trabajo colaborativo en las Ampas para que familia y escuela, atenuados fatales recelos, construyan los citados valores con una perspectiva social acertada. En ese sentido, se hará mal ignorando los recortes a lo público en cuanto que garantía de las libertades esenciales e inclusivas para todas las personas. Tras esos síntomas, podremos sufrir privatizaciones insolidarias y dogmatismos fútiles.
Viendo la publicidad estampada por colegios privados en autobuses urbanos de nuestra ciudad, cualquiera podría pensar que lo que allí se anuncia como educación es una mercancía más. Sí, pueden aducirse diferentes motivos : que si la mejora en idiomas, que si servicios que pueden venir bien a las escasas familias cuyos adultos tienen pleno empleo, que … Lo que no se publicita, al menos de manera explícita, es la oferta de educación de élite para que las familias enriquecidas (a pesar de la que está cayendo) no mezclen sus vástagos con la chusma, la prole de familias trabajadoras o en paro.
A ello se refiere también Mercedes Rueda en Escuela Pública, con su habitual prudencia, glosando el deterioro de la misma sufrido en los últimos tiempos en Linares. Cita las frecuentes supresiones de unidades en centros públicos en beneficio de concertados. Conviene, también que se valore el nefasto, populista y torpe papel jugado por la Corporación Municipal en este tiempo. Lo último es cosecha del abajo firmante que trato de razonar.
Aparece en el título construcción social como respuesta apresurada a la pregunta de Isabel. Aunque pueda estar equivocado, yo creo que la educación no es una mercancía. Tampoco me parece que sea un frio trueque de esfuerzo individual por credenciales, notas o títulos profesionales. Entiendo la educación como una continua construcción social de humanismo o patrimonio de conocimiento y valores que cada generación trata de desarrollar de manera crítica para la siguiente.
Expresábamos más arriba las dudas sobre tribu-grupo en el que integrar a la juventud. Un primer grupo es la ciudad, para la ciudadanía. En ello confluyen urbanismo, educación y Ayuntamiento.
Éste ha permitido que la margen derecha del arroyo Periquito Melchor se convierta en casi una sucesión de guetos. En dicha zona, con la crisis y el envejecimiento de la población, ha crecido la pobreza y por contra disminuye la convivencia tradicional. Esos barrios, otrora con ejemplos envidiables de proyectos colectivos, han venido perdiendo población en edad escolar. Ello ha llevado a que se cierren dos colegios y a que de los otros vayan desertando determinadas familias. Ya se sabe: al perro flaco todo se le vuelven pulgas. Así podemos sumar,sin mucho miramiento, pobreza y conflicto: la ya citada chusma y el miedo insolidario del sálvese quien pueda.
Pero no son sólo la pasividad e imprevisión municipales, ante el deterioro social de las zonas pobres, las que han propiciado la inversión del sesenta/cuarenta de la red pública en favor de la concertada. Tampoco en las zonas florecientes, La Florida o Camino de Úbeda, nuestro Ayuntamiento ha propiciado el natural crecimiento del servicio público de la educación. Como sobre privatizaciones y lucro ya se ha dicho bastante, trataremos otro día de dogmatismos fútiles y sectarios que tampoco son educación.