Esta semana como todas las del mes de marzo voy a dedicar este espacio a la enseñanza pública.

Hay quien defiende que nosotros y nosotras, todos y todas somos producto de la sociedad en la que crecemos, porque la sociedad también nos educa, “para educar se necesita toda la tribu”.

En casa las familias tienen unos valores, los que sean y estos valores queramos o no se los transmitimos a nuestros hijos desde su más tierna infancia. Pero nuestras niñas y niños no beben solamente de su entorno familiar, lo hacen de toda “la tribu”, también de su entorno próximo, la guardería, los abuelos, la familia extensa, los y las amiguitas. En esta relación no pueden, de ninguna forma, faltar los medios de comunicación. La verdad, es que se me queda corto lo de medios de comunicación, porque cuando estoy pensando en ello, desde luego, hay mucho más que televisión, radio o prensa. Es impresionante hasta qué punto influyen en ellos las series infantiles y las películas de dibujos animados, sean de la factoría que sean: Disney, Pixar, Dreamworks, con facturación española o extranjera. Da igual, en todas ellas hay historias y formas de resolver esas historias que enseñan valores, unas veces positivos y otras, muchas, negativos. La influencia también de las programaciones de los llamados canales televisivos infantiles, de la ingente cantidad de videos que podemos encontrar en internet en canales como Youtube y similares. Y no hablemos de la publicidad.

Hoy día hay tantas influencias en la educación de nuestros hijos e hijas que me pregunto si hemos tenido tiempo, como padres y madres o como sociedad, de reflexionar de manera suficiente sobre hasta que punto los valores que les están transmitiendo son los que queremos que asuman.

Hace algún tiempo me enseñaron que las personas tenemos un espacio a nuestro alrededor, en ese espacio se producen las cosas que nos afectan, pero tan sólo tenemos una zona pequeñita en la que podemos influir para cambiar o adaptar los resultados a lo que queremos y nos gusta. Enlazando esto con el tema de hoy para mí está claro que yo no puedo influir sobre la aprobación de una ley de la educación que no me gusta, cuando hay una mayoría absoluta que puede democráticamente aprobarla, pero si puedo influir a la hora de decidir si quiero o no una enseñanza pública o privada para mi hija. Puedo decidir hasta que punto quiero implicarme en esa parte de su vida. Acudir o no al colegio y luchar o no porque cada vez en la escuela pública haya más medios y porque la estancia en ese colegio sea vivida por toda la familia y no solo por quien acude a clase todas las mañanas. Sí puedo decidir si quiero que mi hija aprenda en un colegio al que acudan niñas y niños, en el que la diversidad sume y no se vea como un problema que puede hacer descender no sé que medias de rendimientos. Sí puedo participar en el consejo escolar trasladando las voces de las madres y padres fortaleciendo los vínculos entre nosotros y quienes tienen la responsabilidad de enseñar a nuestros niños y niñas 5 horas cada día. Sí puedo colaborar con un AMPA que promueva la participación de las familias en el ámbito escolar y su unión como comunidad escolar. Sí puedo decidir que la escuela pública asuma la enseñanza de mi hija, mientras nosotros, en casa, asumimos su educación y colaboramos en su enseñanza en esa escuela.

Sí puedo, en definitiva, decidir sobre los valores de igualdad, solidaridad, compañerismo y excelencia que quiero que mi hija reciba cada día en la enseñanza pública.

Y es en esa zona pequeñita en la que trato de influir cada día para que las hijas e hijos de todos tengan la oportunidad de tener una escuela pública y de calidad en la que los ingresos de las familias no importen, en la que las diferencias no resten y en la que los conocimientos y valores que adquieren nuestras niños y niñas sean excelentes.

Fuentes: http://goo.gl/uhGY49