Decía hace muchos años Raúl del Pozo cuando escribo intento pasarme un folio por el alma.. No estoy seguro de si él hoy lo sigue pretendiendo y si en tal empeño le intentan acompañar muchos colegas periodistas. Me malicio que no. Claro que esa tentación, de comportarse con o a conciencia, es algo complicado no sólo al escribir sino en cualquier paso de la vida.
Cuántas veces nos sorprendemos reconociendo como nuestra, alguna conducta que no cuadra con los que tenemos por nuestros más «emblemáticos principios«. Y es que el camino hacia la sabiduría asociada a la tranquilidad de conciencia es bastante intrincado. Aquí que se cruza con la debilidad de la carne (miedo, excitación, odio, envidia..),.. allá con favorecer el porvenir de un familiar o amigo, .. acullá con un cierto placer o equivocado hedonismo (que luego descubrimos huero),.. Así que, por fas o por nefas, nuestra coherencia, o el reconocimiento de los límites de la misma, es otro obstáculo más en aquel idealizado camino.
Dándole vueltas a esos inconvenientes, echo a pelear en mi cacumen elementos dispares: el razonamiento, el carácter, los miedos, las creencias, las costumbres, los afectos, los placeres,.. Todos éstos y alguno más van conformando los resortes de nuestra conducta. En la medida en que cada cual vamos madurando, tratamos de ensamblar todos ellos y conformando la visión que tenemos de uno/a mismo/a y del mundo que nos rodea. Estas visiones, junto con el carácter y ciertas experiencias,-creo yo- tienen mucho que ver con la conducta y autonomía personal de cada cual.
Todo lo anterior viene a cuento de mi curiosidad sobre si nuestra sociedad es capaz de pasarse ese folio por el alma colectiva. No trato hoy de profundizar aquí sobre psicología social, sino más bien por qué se producen tantos comportamientos tan similares en su aparente pasividad. Con bastante frecuencia escucho, y con razón, a la gente hablar y quejarse en el bar de lo mal que está la vida. Rara es la persona que no refiere el drama directo de familiares en paro o amenazados de despido. Cuando se pega la hebra, y se pasa de los tópicos, de que si los políticos y la corrupción, a las posibles soluciones, la conversación languidece y se pierde por la trillada evasión del fútbol. No hay que ser un lince para entender que esta situación de alto desempleo, precariedad, desahucios y pobreza galopante, se asienta sobre el miedo. Un miedo vergonzante que con frecuencia disgrega a las víctimas impidiendo que hagan frente a la situación con racionalidad.
Volvemos a hablar de miedo, racionalidad y conciencia. Al pensar en el primero recuerdo el dicho popular :el miedo, como la poca vergüenza, es libre y cada cual coge el que quiere. Lo lamentable es que podremos huir de la responsabilidad propia amparándonos en la ayuda ajena hasta cierto punto. Rebasado éste, habrá que dar la cara ante los demás y ante el propio miedo. Aquí hemos llegado a la propia conciencia o a lo que el escritor llamaba su alma. Si en ese momento se tiene el suficiente coraje, nos tragamos el miedo y empezamos a pensar en la situación real. De ahí comprenderá que ha de colaborar con inteligencia y de manera leal para una solución colectiva.
Después de múltiples probaturas habrá llegado a la conclusión que debe usar la propia libertad de conciencia. Sí, su sentido de reconocerse como persona con capacidad de pensar, creer y decidir con autonomía. Esto es, de asumir la plena responsabilidad y no delegar en otro que me dirija. Han sido muchas las personas que, por ideología, creencias o afición, se han comportado con heteronomía (haciendo en su vida y responsabilidad ciudadana lo que siente o le sugiere otro:un líder político, religioso, deportivo,..). Tal vez en esa confusión, entre lo que creemos o dejamos de creer, esté la solución a los problemas que como persona social hemos de decidir y resolver.
¿Qué significa el término «persona social»?