En realidad los Reyes ya se fueron dando fin a estas fechas tan controvertidas. Hay quien ha estado bien, hay quien no tanto y hay quien ha mantenido lo que son, sin más — ni menos — expectativas, viviendo unos días  tratando de disfrutar con los de uno, tanto predestinados como elegidos, sin olvidar a los demás, sin dejar de compartir el tiempo con los demás por si son menos afortunados que nosotros. Compartir la alegría es de las cosas más cauterizadoras que existen aunque para eso haya que tener una perspectiva tan elevada  como relativa, elevada por saber a qué se deben, y relativa por reconocer que lo que le toca vivir a cada cual ha sido aleatorio, podría ser al contrario. Compartiendo, corresponsabilizándonos, se equilibra todo.

Pero ahora que los reyes han descargado sus regalos, y regalar es siempre un detalle que caldea el corazón por demostrar cariño y presencia, y se van quizá no por dónde vinieron, yo me pregunto si en sus conversaciones han comentado cómo ven las cosas de un año para otro, qué perciben de cambio en nuestros hogares, si se los han encontrado más cálidos o más gélidos, si son los mismos que otras veces o han cambiado tanto que ni ellos se reconocen. A mí me gustan los Reyes en una gran parte por eso, porque pueden hablar después, porque pueden comparar la ilusión que traían con la posible decepción que se llevan. No me dice nada Papá Noel, también en principio, porque va solo, deprisa, fustigando a los renos y lanzando carcajadas a diestro y siniestro, que es como decir a nadie en concreto. Lo que piense no lo contrasta, por eso vuelve al año siguiente riendo estentóreamente como si tal cosa.

Pero no hay que perder la visión de la realidad y ya sabemos quiénes son los Reyes y la verdad es que nos parecemos poco. Originariamente eran unos sabios astrónomos que vigilaban las estrellas y por eso sabían diferenciarlas. Unos sabios, no lo olvidemos, y a la sabiduría se llega con la contemplación, la observación, la escucha, el análisis, el aprendizaje, la comprensión, la comprehensión, la capacidad de ver desde lo alto toda la trayectoria, también de los seres humanos. En fin, de todo lo que nutre la inteligencia, sobre todo la emocional que toca más, como su palabra indica, las emociones, unas emociones  que se corresponden con lo que son y que también se educan. Y ahí está el quid, en habernos educado en la inteligencia emocional.

No voy a hablar de cultura que es un cultivo de todos los días, hablo de la sabiduría que da la educación, el aprendizaje de unas normas no escritas que se transmiten de unos a otros y que nos hablan de saber escuchar, de saber ver, de saber entender, de saber todas las opciones para luego elegir la que alimentar. Yo no creo que la gente actual y el desmadre de la comunicación en las nuevas redes sociales y donde nos dejan opinar, no haya sido educada, yo sí creo que hemos educado bien y conforme a la apertura de mente serena, pero también creo que, a pesar de ello, todo lo que se hace en esas redes es consecuencia de una elección equivocada, de no tener la responsabilidad que produce el honor a la propia palabra. Yo entiendo que cada cual puede pensar lo que quiera si es que lo ha hecho de una manera consciente y equilibrada, sincera con uno mismo, la libertad de opinión y de expresión son inalienables. Sin embargo no creo que vayamos por buen camino sin depurar ese respeto a las opiniones y expresiones de los demás. Y para ello se tiene que haber escuchado. Se me dirá que tendría que apelar la tolerancia pero yo diré que no todo es tolerable. No es tolerable la ofensa ni el desprecio, no es tolerable estar conforme con el mal trato de palabra o de obra, no es tolerable hablar por hablar, no es tolerable lo que objetivamente te deja un sabor a ceniza en la boca. No, no lo es.

Yo sé que los reyes para ser sabios sólo han tenido que permanecer años y años contemplando el movimiento del universo. Y han visto que es armónico. Y vienen porque les llamamos pero se van un tanto confusos porque la carga de libros, de rosas y de perfumes, vuelven casi intactos y les siguen pesando. Piensan, porque ven más allá, que vamos a peor y eso no es bueno ni pacífico. Generalmente.

Estoy segura de que se me demostrará que tengo razón con respuestas salidas de tono y sacadas de contexto. Yo tenía un profesor que terminaba sus clases dando un golpe de tiza en la pizarra cuando ponía: C. Q. D. “Como quería demostrar”. Siempre lo refiero pero hay que estar muy seguro porque la vida no es una ciencia exacta aunque también demuestre cosas, sobre todo las cosas que hacemos mal. De eso nos damos cuenta siempre y llegado a este punto para qué queremos más.