En la medida en que vayan entrando en el artículo, comprenderán eso de “A la tercera va la vencida”

En junio, caía en mis manos, una, a mi juicio, maravillosa reflexión de  Mari Paz López Santos, publicada en Eclesalia.

Ello me ha llevado a escribir a Paqui,  en la Eternidad.

Aunque esa Eternidad junto al Padre, ya comenzó a vivirla aquí en la tierra, desde su opción por los más necesitados. En estas reflexiones, yo iré intercalando las mías con las de Mari Paz.

Tú querida Paqui, hiciste oídos sordos a “aquel” (¿Quién es “aquel”?) que te ofrecía tanto y preferiste pisar suelo firme y vivir con tus hermanos, porque fuiste profeta aquí en esta vida, desde el momento en que empezaste a notar la presencia de Dios en el corazón del hermano. Porque profeta, no es quien adivina el porvenir, sino quien insistentemente contacta con el Padre para ponerse al servicio de quien sufre.

Jesús no enseña nada de su cosecha, sino que habla en nombre de Dios y tú fuiste como Jesús, profeta, pues hablabas y actuabas en nombre de Dios… eran sobre todo, tus obras.

Ese “aquel”, es  perseverante y buen estratega. Se toma su tiempo, sabe esperar hasta que la presa se debilita. Cuarenta días y sus noches al acecho… Más dos intentonas: la primera directa al cuerpo, a la debilidad física; y la segunda, al alma, al profundo ser espiritual. Aquel, querría haber ganado a la primera, pero no le importó intentarlo por segunda vez. De nuevo tuvo tragarse el segundo fracaso.

Entonces recordó el refrán: “a la tercera va la vencida” que es la que le hace a uno ganador. Desplegó toda la espectacularidad escénica que tenía a mano: “se lo lleva a una montaña altísima…” para mostrarle el mayor espejismo que pueda verse: el poder del mundo, el falso reconocimiento, la adulación…

Jesús era un hueso duro de roer, porque sabía cuál es el alimento que nunca se acaba: “la palabra que sale de la boca de Dios”. Tampoco dudó de su ser esencial, su filiación divina: “no tentarás al Señor, tu Dios”. Y sí, a la tercera va la vencida… pero gana Jesús: el poder del mundo es tan efímero como un espejismo en el desierto, tiene la misma fragilidad que una pompa de jabón en contacto con el suelo. “Vete, Satanás…”  no hay nada que hacer  “al Señor, tu Dios, adorarás…”.  Ahora que comenzamos a desgranar el pulso de las Tentaciones de Jesús; mirando desde la terraza, que no es exactamente como la “montaña altísima”, pero me vale para ponerme desde lo alto en perspectiva interior; sumando la ojeada al periódico de ayer y una incursión rápida en las noticias de la televisión, me atrevo a decir que cada año voy llegando a una comprensión mayor de lo que significa la incisiva tercera tentación, la del poder que genera destrucción y obstaculiza el desarrollo de la humanidad.

Tú, amiga Paqui, a la tercera, que era la más fuerte, también lo mandaste al infierno, que es su hábitat natural.

Todo ser humano (tú que lees y yo que escribo, también) tiene experiencia de lo que significa la tentación del poder. Por eso, es fácil comprender la vorágine que se desata en quien se deja llevar por ella: no puede parar, no tiene fin, arrasa todo lo que se le ponga por delante. ¿Cómo combatir en semejante batalla?

Paqui, tú lo tenías claro, era tu voluntad, tu vocación de servir, tu actitud de profeta del Amor, la que le dio en las narices a quien te tentaba, a quien continuamente nos tienta.

Habrá que llevar una buena dieta del alimento que da vida: el Amor; dejando que proporcione las proteínas que dan la fe, la solidaridad, la justicia, la esperanza, la paz… Para que la debilidad humana deje paso a una fortaleza confiada, porque ya que sabemos que “no sólo de pan vive el hombre…” …

También habrá que cuidar con mimo el mobiliario interior, la alacena del corazón,  es decir, la vida espiritual, para no pedir a Dios `magia protectora´ sino ponernos en sus manos con absoluta confianza desde la comprensión de que somos hijos del mismo Padre.

Así, cuando nos sintamos tentados por el espejismo de ambicionar el poder del mundo, el rechazo será tan drástico como el de Jesús y podremos colaborar en la evolución hacia adelante de la humanidad, a base de amor, libertad, justicia, solidaridad… para todos. Y tu rechazo fue radical, tremendamente radical, al poder y el reconocimiento sociales, sin hacer mella en ti.

Diseñaste la despedida que te dábamos… tu hermana, tu madre, tus familiares, tus amigos, cantando en la misa de tu despedida ante tu féretro, con el alma hundida, pero invadida al mismo tiempo por la alegría en sus corazones, que se  exteriorizaban ante ti.

Mira lo que nos dice el Papa Francisco:

“Nunca he visto un camión de mudanzas, detrás de un cortejo fúnebre, nunca. Pero existe un tesoro que nadie puede robar, que no es “lo que hemos ahorrado” sino “lo que hemos dado a los demás”

Paqui, como regalo de Navidad te envío este villancico andaluz, que seguro te va a gustar. En él, te he visto reflejada. Un fuerte abrazo